Arturo Luna Silva
¿Puebla de Zaragoza, Puebla de los Ángeles o Puebla de los narcos?
Según el señor secretario de Seguridad Pública, don Mario Ayón Rodríguez, la buena es la última opción.
Que porque para nadie es un secreto que tanto por su ubicación geográfica como por sus condiciones sociales, Puebla siempre ha sido “atractiva” para los distinguidos y finos integrantes de las mafias de la droga.
Y no tanto como mercado de distribución o ruta de trasiego, sino como escondite y/o lugar de descanso para sus capos y sus familias, familias que dejan a su paso –casi siempre efímero- no pocos negocios que mucho tienen que ver con el lavado de dinero.
(Tan sólo en 2007 fueron congelados 11 millones de dólares de Casa de Cambio Puebla, dinero producto del narcotráfico; la noticia dio la vuelta al mundo y causó un cisma en la avenida Juárez).
Vaya, que en Puebla sí sabemos cómo ser buenos anfitriones de estas criaturas.
Ejemplos sobran: aquí han vivido o transitado Miguel Ángel Félix Gallardo –antes de su captura en 1989-, Joaquín “El Chapo” Guzmán, Benjamín Arellano Félix, Arturo Beltrán Leyva y Sergio Enrique Ruiz Tlapanco, alias “El Zeta 44”.
El pasado domingo, en el fraccionamiento “Puerta de Hierro”, cayó Enrique Villarreal Barragán, mejor conocido como “El Grande”.
Según ha confesado Édgar Valdez, “La Barbie”, el dirigente del cártel del Pacífico Sur, Héctor Beltrán Leyva, “El H”, vive o vivía –hasta hace poco- en Puebla.
La misma Puebla que ha sido escenario, en menos de una semana –desde el pasado domingo-, de dos impresionantes operativos de la Secretaría de Marina (incluido el de ayer en “La Concepción Buenavista”, sobre la concurrida Calzada Zavaleta) en busca de nuevos capos, capos intocables e invisibles, claro, para las autoridades locales (dicen que iban tras “El H”, pero nadie supo).
¿Hay pacto mafioso con los operadores y lugartenientes del narco, a quienes se les garantiza discreción (ni se les ve ni se les oye), a cambio de que eviten los baños de sangre que se ven y sufren en las entidades del norte del país?
No se sabe a ciencia cierta, pero en nada ayudan a despejar rumores declaraciones irresponsables como las realizadas la víspera por Mario Ayón, quien ha dicho (sin corregirse) que Puebla es un lugar ideal para los narcos, quienes pueden vivir aquí en armonía por la sencilla razón –según él- de que “hay escuelas y universidades” (sic).
Si lo dijera cualquier hijo de vecino, ya de suyo sería grave. Pero viniendo de quien viene, es decir, del secretario de Seguridad Pública estatal, no puede sino tacharse de gravísimo. Entre otras cosas, porque trivializa un problema mayor y prácticamente se burla de las familias que legítimamente, y por simple lógica y sentido de autoprotección, sienten temor, un temor que nace del rechazo a que en sus entornos y escenarios cotidianos se llegue a “normalizar” la terrible y dura realidad del narco.
¿O acaso, además de preciosa, ahora Puebla debe ser conocida como Puebla de los narcos? ¿Qué no Puebla tendría que ser atractiva, sí, pero para las inversiones, para el turismo, para el arte, para el deporte y la cultura…?
Lo que es tener boca y no saber usarla. O usarla sólo para volver a exhibir la muy conocida incapacidad de estos grandilocuentes hombres de poder para evitar que temas álgidos y mal manejados terminen por convertirse en temas críticos para el gobierno.
Sí, patético. Patético Ayón.