Arturo Luna Silva
Que dos hechos recientes terminaron de consolidar el TUCOZ (Todos Unidos contra Zavala).
El primero fue la precipitada declaración del ex candidato a la gubernatura, aquella en la que dejó en claro que “883 mil votos me avalan para ser el próximo presidente del PRI”.
El segundo tuvo que ver con su injustificada e inexplicable asistencia, del brazo de su progenitor político, Mario Marín, al curso de capacitación que el PRI ofreció a los presidentes municipales electos.
La confirmación de sus sospechas y sobre todo el inconfundible tufo de una nueva imposición por parte del marinismo fue el pegamento que acabó de unir a personajes tan disímbolos como Enrique Doger y Blanca Alcalá, o Jesús Morales y Víctor Hugo Islas, o Melquiades Morales y Manuel Bartlett, o Alberto Amador, Óscar Aguilar y Alberto Jiménez Merino, entre otros, en un solo y único objetivo: evitar a toda costa que Javier López Zavala se adueñe del PRI.
Hoy, el TUCOZ está más fuerte que nunca.
Y es que es hijo de la soberbia y la cerrazón.
Sí, otra vez.
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Que en los próximos días un grupo representativo de priístas poblanos echará por tierra el principal argumento de Zavala para apropiarse, mediante la imposición, del PRI estatal: la cantaleta de que obtuvo 883 mil votos el pasado 4 de julio.
Le refutación va en el sentido de que Zavala por sí mismo no alcanzó ni nunca hubiera alcanzado esos sufragios. No hizo una buena campaña ni fue un candidato carismático, que arrasara multitudes.
Los 883 mil votos son más bien producto de la estructura de gobierno y partidista, y los hubiese sacado cualquier priísta que hubiese sido el candidato del PRI a la gubernatura: Doger, Chucho Morales o Blanca Alcalá. Cualquiera. Sin exagerar.
La política clientelar y patrimonialista, así como el sistema basado en la limosna y el coscorrón, hubiesen funcionado a favor de todo aquel que hubiese estado en la misma posición que el “delfín” de Mario Marín. Vamos, que el aparato se hubiese movido de igual forma sin importar el sexo, color, origen o apellido del candidato.
“No se confunda señor Zavala, usted hizo su chamba, pero no venda espejitos en lugar de cuentas de oro, ni reclame para usted lo que no se merece ni le pertenece”, le dirán.
Y –créame- no faltarán priístas que, hartos de las imposiciones y el ninguneo, estén de acuerdo con tan sesudos razonamientos.
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Que ayer Enrique Doger se codeó con la crema y nata del PRI nacional en el D.F., durante la comida por el aniversario del periódico “Impacto”, que congregó a buena parte de la clase política nacional.
El ex alcalde y ex rector de la BUAP tuvo oportunidad de convivir y platicar en corto, en distintos momentos, con personajes de la talla del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, o el senador Manlio Fabio Beltrones.
También se le vio cercano a Emilio Gamboa Patrón, líder de la CNOP y aspirante a relevar a Beatriz Paredes en el CEN priísta.
Cuentan que Doger igualmente conversó con el arzobispo ortodoxo Antonio Chedraui, presente en el convivio. ¿Habrá aprovechado para pedirle la bendición para ahora que se lance en pos del PRI estatal?
