Arturo Luna Silva
Esta semana es fundamental para los partidos que integran el Diálogo por la Reconstrucción de México: PRD, PT y Convergencia.
Y es que las presiones de Casa Puebla están duras, sobre todo para petistas y convergentes.
El marinismo quiere que estos dos partidos rompan y no se sumen a la segura coalición del PAN y PRD en Puebla.
Sobre todo para que PT y Convergencia sigan en su conocido papel de paleros del PRI y sean una especie de colchón político que reciba a los opositores del PRD y a las planillas inconformes del PRI, evitando que se sumen al Frente Amplio Antimarinista.
En otras palabras: desde ahora el PRI busca administrar los daños internos en la designación de candidatos a presidentes municipales y diputados locales.
De no hacerlo, el enano les puede crecer y causarles problemas.
Saben que solos PAN y PRD ni cosquillas les hacen; la historia, empero, podía ser diferente si les suman PT, Convergencia y Nueva Alianza, pero no por lo que estas fuerzas puedan aportar o representar, sino por la idea en el imaginario colectivo de una gran frente opositor contra Marín, en torno de una idea central: el cambio.
Es obvio que si este escenario se concreta, tanto PT como Convergencia se verán beneficiados con planillas municipales, diputaciones, estructura y recursos económicos como nunca en sus cortas (y penosas) vidas.
Hasta ahora es el PT quien ha dicho que no va con la coalición y que cuenta con el apoyo de su dirigencia nacional; Convergencia sólo está a la expectativa: sí, la expectativa de ver quién le ofrece más: el PAN-PRD o el PRI. Como vil prostituta.
Lo cierto es que tanto Alberto Anaya, del PT, como Dante Delgado y Luis Walton, de Convergencia, serán los que tendrán la última palabra.
Y eso sucederá precisamente esta misma semana.
El plazo fatal es el 20 de febrero. No antes, no después. Matar o morir. Sí o no. Ya no más plazos ni prórrogas. Es ahora o ahora.
Fuentes cercanas a las negociaciones aseguran que las horas que corren son decisivas y que Manuel Camacho Solís, el cerebro de todo este enjuague, no se quedará con las manos cruzadas y que apretará con fuerza a PT y Convergencia para que no salgan del redil.
En Casa Puebla están haciendo exactamente todo lo contrario: apretar para que se salgan del Frente Amplio Antimarinista.
Y es que en el PRD ya no hay nada que hacer: Jesús Ortega pactó con Felipe Calderón; le vendió lo poco que quedaba de su alma, y ahí Marín ya no puede lograr nada de nada.
Es en PT y Convergencia donde aún hay una posibilidad.
Javier López Zavala y Marín se han equivocado al apostar su resto por los patiños de Irma Ramos, Jesús Morales Manzo, Rodolfo Huerta o Armando Méndez.
Y es que ninguno de ellos está en posibilidades de boicotear el acuerdo entre panistas y perredistas.
No saben cómo ni tienen con qué.
Ahora que vino a Puebla Jesús Ortega se le vio verdaderamente enojado con lo que el marinismo está haciendo con los “disidentes” del PRD, disidentes que ayer, por cierto, mostraron sus flaquezas al no lograr juntar ni siquiera a 50 consejeros estatales para tirar la alianza con Acción Nacional.
Ortega sabe que están en juego más que las propias elecciones en Puebla, Oaxaca y Veracruz.
Si ganan Mario Marín, Ulises Ruiz y Fidel Herrera, entonces Enrique Peña Nieto y el PRI tienen un pie y la mitad del otro en Los Pinos.
Lo que se juega desde hoy es la Presidencia de la República, por eso Ortega y Calderón –que hoy por enésima vez está en Puebla- van con todo en el tema de la alianza.
Saben que si los priístas regresan al gobierno federal quizá tengan que pasar otros 70 años para volver a sacarlos, y eso, eso no van a permitirlo.
Señoras y señores: se cierran las puertas.
Hagan sus apuestas.