La que no se detiene ni porque es Semana Santa es la guerra abierta, frontal, sangrienta entre Mario Montero y Javier García Ramírez.
Los secretarios de Gobernación y de Obra Pública, respectivamente, ya sacaron los cuchillos cebolleros, les sacaron filo y se metieron a un pleito de barrio que haría palidecer a cualquiera de los que retrata Martin Scorsese en “Gangs de Nueva York”.
Y eso que el gobernador Marín ya los llamó al orden. ¡Imagínese que no lo hubiese hecho!
Todo comenzó en junio de 2008 cuando el encargado de la política interna (así se dice, ¿no?) maniobró para que el tramo de 5.3 kilómetros de la disputadísima modernización de la Vía Atlixcáyotl, el que va del río Atoyac al distribuidor 5 del Periférico, quedara en manos de Alberto Pereyra Villaburo, amigo suyo y socio de Construcciones Perecar y Asociados.
Para darse una idea de lo que estaba en juego, le digo que el monto del contrato adjudicado fue de ¡453.2 millones de pesos! (ya con todo e IVA, que conste).
En la oficina de la Recta a Cholula tuvieron que obedecer indicaciones superiores y callar, o dejar para mejor momento, las objeciones.
Pero un día García Ramírez recibió una llamada del gobernador. Marín le dijo que la obra llevaba mucho retraso y que eso era inaceptable. El funcionario le respondió que Pereyra, el recomendado de Montero, no había podido con el paquete; que no hacía caso a las recomendaciones de la SEDUOP, porque lo protegía el secretario de Gobernación, y que a ese paso la terminaría allá por el 2020.
Tras cruzar información, Marín le pidió rescindir de inmediato el jugoso contrato y asignarlo a otro grupo constructor. Cuando Montero se enteró no sólo montó en cólera: maldijo a García Ramírez –quien además es aliado político de otro de sus grandes enemigos: Javier López Zavala- y prometió venganza. Y en ésas anda…
Aunque así lo parezca o ellos mismos insistan en la idea, la verdad es que la pelea tiene poco o nada que ver con las aspiraciones de ambos: la alcaldía de Puebla. En este caso, como en casi todos, no es personal, sólo son negocios. Los jugosos e inconfesables negocios a lo largo y ancho de la Reserva Territorial.
Desde entonces, el de Gobernación la ha emprendido contra el de Obra Pública. Tanto en lo político como en lo mediático. Pero García Ramírez, que no está manco, también le ha correspondido en los mismos términos. Y el fuego arrecia…
El más reciente –que no último- capítulo de este pleito de pandillas poblanas tiene otra vez como marco la Vía Atlixcáyotl. Ahora resulta que el Soapap, que controla Montero a través de su aliado y socio Eduardo Macip, romperá el nuevo pavimento del nuevo bulevar porque supuestamente a los constructores vigilados por García Ramírez se les olvidó respetar las instalaciones hidráulicas.
Esto provocará que miles de ciudadanos tengan problemas en el suministro del vital líquido durante varias semanas, pero a nadie le importa, y menos a los integrantes de la otrora “burbuja marinista”, que como se ve, en cuatro años y pico no han aprendido a sumar ni a multiplicar, sólo a dividir (se) para destruirse.
Dé por hecho que esto que le cuento no es sino una vendetta política, pues si Perecar y Asociados siguiesen al frente de la obra y gozando de sus beneficios, el Soapap nunca hubiese puesto el grito en el cielo. Pero como hay pleito, pleito de pandillas, y es a muerte, qué corra la sangre y que quien quede vivo, que entierre los cadáveres en la fosa común.
Por cierto: ¿a cuánto se va a disparar la ya de suyo costosa Vía Atlixcáyotl por este numerito? ¿Quién fue, de ser así, el responsable de los reales o presuntos desperfectos? ¿Y quién podrá frenar a las bandas del poder en Puebla, las mismas que están más ocupadas en dirimir a navajazos sus diferencias, que en hacer bien su trabajo y servir como deben, y para lo que se les paga, a los poblanos?
***
¡Qué barbaros!
Ya ni la burla perdonan.
En el Congreso del estado, tres años después de repente se acuerdan que aún están vigentes dos solicitudes de juicio político en contra del gobernador Mario Marín por el caso Lydia Cacho y deciden desecharlos.
(Le apuesto lo que quiera a que incluso los promotores de dichos juicios, el desaparecido Frente Cívico Poblano y el PAN, ya ni se acordaban de su existencia).
En un abrir y cerrar de ojos, la mayoría priísta de la Comisión de Gobernación, a cargo de Pablo Fernández del Campo, concluye que no hay elementos y cierra el expediente.
Lo hace en plena Semana Santa.
Cuando nadie, nadie está atento.
Cuando baja el consumo mediático.
Cuando todo mundo anda en la chorcha.
Es obvio que al PRI le urgía cerrar el tema, para siempre, y quitarle a los panistas la posibilidad de utilizar oootra vez el caso como bandera electoral, caso que exprimieron hasta el cansancio en la elección federal pasada (¿no hasta Felipe Calderón vino a sacarle tarjeta roja a Marín, el mismo con el que después terminaría casi, casi de compadres?).
Así que tres años después vienen a descubrir que el “Torito es inocente”, y que la tierra no es plana, sino redonda.
Y entonces a vacacionar.
A disfrutar de la vida…
¡Al agua, patos!
¿Quién carajos dijo que no se puede?
***
No hubo destape.
Alejandro Armenta Mier celebró ayer con una comida su primer año como dirigente del PRI en el estado de Puebla.
Se reunió con los sectores, con la estructura, con la militancia, con los candidatos, con los dirigentes municipales, con la delegada Paloma Guillén, y nada más.
Se quedaron esperando los que preveían anuncios espectaculares o el inicio de una campaña… ¿a Casa Puebla?… ¿a la alcaldía capitalina?… ¿al Senado de la República?…
Por cierto: ¿quién fue la priísta que trató de boicotear el festejo de Armenta?
Luego le cuento.
***
Con pena me entero que falleció el profesor Marco Aurelio Ibarra Chávez.
Platiqué con él apenas hace una quincena.
Quedamos de vernos para reanudar nuestras acostumbradas charlas de café.
Pero ya no podremos.
Ibarra Chávez era un hombre inteligente, estudioso y sumamente generoso; de hecho, trató siempre de enseñarme a hacer prospectiva a partir de una simple revisión a la numeralia electoral; pese a sus esfuerzos, y vaya que era terco, no logré aprenderle más; quizá influyó mi eterna incapacidad para las matemáticas.
Al profe lo conocía desde los tiempos en que era asesor de un general de ingrata memoria en los inicios del sexenio de Melquiades Morales; más en serio que en broma, siempre me acusó de haber causado su baja por algún reportaje en EL UNIVERSAL que ya ni siquiera recuerdo, pero con el paso del tiempo nos hicimos amigos y hoy sé que lo voy a extrañar.
Qué descanse en paz.
Un abrazo a su familia.
Y otro a él donde quiera que esté.
***
Este columnista es católico, apostólico y muy romano, y por eso se va a entrenar para la Procesión de Viernes Santo.
Reaparecerá el próximo lunes 13 de abril.
Ya después de haber reflexionado seriamente sobre el bien y el mal.
Hasta entonces.