Absoluta y mandataria
Lesly Mellado May
Mi abuela Luz era una matriarca implacable y mi madre comenzó a preocuparse cuando le dijo que a mis siete años yo me andaba poniendo muy absoluta. Y es que era la única nieta que no le decía mamá, no tenía por qué si era mi abuela y a las cosas y personas había que llamarles por su nombre.
Al tiempo aprendí que llamar a las cosas por su nombre resulta mucho más caro que echarse encima a la abuela, y más caro cuando eres mujer.
Es el primer 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que me la he pasado conectada las redes sociales y he leído más felicitaciones que consignas y exigencias.
La peor, tal vez, la del gobierno de San Andrés Cholula que decía algo así: “A las mujeres no hay que comprenderlas, sólo amarlas”.
De ahí, leí una larga lista de felicitaciones de funcionarios y diputados que poco han hecho por cumplir bien con sus deberes, y el colmo son los comentarios de la mayoría de las mujeres que están en la esfera política y pública también lanzando felicitaciones como si fuera el día del médico o del maestro.
Sólo algunas como Rocío García Olmedo y Susana Wuotto han manifestado el rezago que existe en los derechos de las mujeres.
Cómo es posible la lluvia de buenos deseos si apenas ayer los medios de comunicación daban cuenta de que en la Catedral de Tehuacán hallaron un feto, y que una mujer de Puebla fue asesinada por su novio cuando se negó a seguirlo manteniendo.
Cómo, si en este país las mujeres que se atrevieron a alzar la voz contra la violencia, como Susana Chávez, fueron asesinadas, faltaba más.
Cómo, si las juanitas se multiplican y hasta lo hacen con gusto.
Leí un interesante recuento en El País sobre la desigualdad en América Latina, pues aunque existen presidentas en Argentina y Brasil, buena parte de las mujeres siguen padeciendo violencia física, psicológica y patrimonial.
Efectivamente, algunas mujeres, me parece que cada vez más, han logrado ser absolutas como dicen en el pueblo de mi abuela, pero mientras no tengamos garantía de que nuestras hijas y las hijas de nuestras hijas también tengan la opción de serlo, hay todavía una larga lucha que librar.
Yo personalmente tengo especial afecto a los hombres con los que he compartido la vida, jefes, amigos, novios, a mi hermano y a mi padre que han respetado y animado mi libertad de ser y hacer. Y es que en el pueblo de doña Luz dicen que estoy muy mal acostumbrada y de niña absoluta pasé a mujer mandataria.