México, país pluripriísta
Lesly Mellado May
Antropológicamente México en el siglo pasado fue declarado pluricultural; políticamente avanzamos la primera década del nuevo siglo refrendado que somos un país pluripriísta.
La explicación: todos llevamos un priísta dentro ¿o no?
Y aunque el partido a veces es una vieja amada y otras mal querida, siempre se sale con la suya y termina seduciendo.
Así nació el PRI: haciendo una familia de entenados que se declararon hermanos para repartirse el país.
¿Tendría que ser distinto ahora justo cuando se cumplen 100 años de la rebatinga que dio por resultado tan bonito y pintoresco partido tricolor?
En el año 2002, generado por el efecto Fox se previó que el PAN ganara algunas alcaldías en la sierra norte, un hecho insólito. Fui a Olintla y Zapotitlán de Méndez, me sorprendieron los colores: un cielo muy azul y una tierra muy verde, igual que los colores emblemáticos de los partidos que se disputaban el mando. Como siempre, los indígenas en medio.
Tras montarme en una camioneta roja denominada La Saltarina llegué a Olintla, donde me contaron que la gente era priísta porque así había nacido y aunque estaba por ganar el PAN en realidad todos eran del PRI. La explicación fue simple, los tricolores se dividieron y el candidato panista había salido justo de esa disputa que sobra decir era familiar, porque en esa montaña no son más de cuatro las familias que se rolan el poder.
En Zapotitlán, la situación no era distinta. Los viejos priístas decían sin sonrojo que eran caciques y sabían trabajar con el pueblo, mientras que los caciquillos (sus descendientes) que se fueron al PAN no tenían idea de cómo iban a gobernar. Ahí también caciques y caciquillos eran familia de sangre y de partido.
La sabiduría popular reza que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo. Por eso, sólo priístas pueden vencer a priístas. Haber dado un voto a Cuauhtémoc Cárdenas y hasta al mismísimo Peje ¿no fue dar un voto al PRI?
Los gobiernos federales panistas han resultado un desatino: autoritarismo puro ¿se conducen como priístas?, claro que sí ¿pues qué hay de otros?, me dijo doña Locha, una mujer serrana que así nació, priísta.
Esta elección en Puebla nos enfrenta a lo mismo: PRI contra PRI.
Y aunque un candidato presuma ser de cepa y el otro de sepa, en el fondo son lo mismo, vienen del mismo árbol. El de cepa ha sumado a la “derecha” y a la “izquierda” que también han sido priístas como él. El de sepa tiene el padrinazgo de uno de los caciques pos modernos del PRI.
En nueve años de gobierno panista no han podido desmantelar una sola de las columnas priístas. Sí, les arrebataron Los Pinos pero con eso se conformaron, buenos aprendices para las mañas, las malas mañas, y malos aprendices para la estrategia aún no hallan cómo atacar la raíz.
La pregunta es si se podrá acabar la identidad tricolor, la de las tortas y el agua de sabores, el acarreo, la matraca, las porras, la compra-venta de votos.
¿Será que este país está incapacitado para la democracia?
¿Será que estamos condenados a la eterna búsqueda y al permanente desencuentro?
¿Será que nunca renunciaremos al desencanto y la esperanza?