La última puntada de la abuela
Lesly Mellado May
Cómo que se marcha un amanecer de domingo.
Cómo que después de acariciar el alma, hinchar el corazón e increpar a la razón en los mejores y los peores días nos despierta un domingo con su ausencia.
No podía llamarse de otra manera: Mercedes, la libertadora, la misericordiosa…
Cursaba el bachillerato cuando escuché la voz de La Negra por primera vez; “suena como regañona”, soltó la más cursi de la clase; “una voz portentosa”, dijo alguien más; “no, una voz monumental, sabia y con savia”, corrigió el profesor.
Escuchamos parte del homenaje a Violeta Parra, “Gracias a la vida”, una canción grabada en 1971, cuando ninguno de los estudiantes había nacido. El profesor también nos puso “Volver a los 17”, justo cuando apenas llegábamos a los 17 en la primera ida y no alcanzábamos a comprender nada de nada.
Más tarde en la universidad, Mercedes se hizo como la abuela, una canción a la patria o al amor se convertía en la consigna perfecta para salir avante, el consejo para actuar o dejar pasar, para volver como una cigarra, para no callar o de plano para ahogarse en agua bendita porque ya ni el diablo nos iba a salvar.
Por aquella época Mercedes Sosa editó “Escondido en mi país”, donde incluyó “Para cantar he nacido”, que de alguna manera tiene que ver con el mundo que le toca contar al periodismo:
Para cantar he nacido
soy copla que el viento lleva
a veces canto en el árbol
que se deshoja de pena
a veces bebo del fuego
palabras de primavera.
Yo nunca miro a la rosa
por su color de quimera
la miro porque ella tiene
la sangre de los que sueñan
porque en sus gajos florecen
las manos del que la siembra.
Por eso canto a las cosas
que me va dando la vida
a los changuitos de barro
hondeando lunas perdidas
al tallo con sus espinas
y al hombre con sus heridas.
Sólo una vez la escuché en vivo, fue una noche fría, lluviosa y conmovedora en el zócalo de Puebla.
Este año cumplí 34 y justo cuando apenas voy por la primera vuelta a los 17, la abuela dio su última puntada…
Por supuesto que a su entierro no irá sola y llorando, iremos todos… cantando.