Montando puntos
Lesly Mellado May
Ruta 2010. Aparecen por todos lados, de ida y vuelta, en lomas y planicies, junto a pinos y nopales, conducen a todas partes y a ninguna, se apuntan unos a otros y nadie sabe cuál es el destino marcado por tan famosa ruta.
Esos inofensivos letreros de letras rojas dicen “Ruta 2010” y como si se tratara de un bastón de mando, a lado de derecho aparece una flecha que igual apunta al norte que al sur, al Atlántico que al Pacífico.
Fueron colocados en lugares históricos y en otros donde la Independencia y la Revolución no son más que historia y mito, pero no realidad.
¿Cuál es la ruta 2010?, se pregunta cualquiera que transita por las carreteras del país.
Lo que todos sabemos es que no hay ruta, ni siquiera para festejar el centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia.
Hace unos 24 años, Adelina (eterna maestra de primaria) entusiasmada imaginaba cómo serían los festejos de 2010. Qué lejos estaba de saber que un año antes de la gran fiesta, el zócalo de Puebla iba a estar militarizado.
También estaba muy lejos de pensar que el encargado de organizar el jolgorio patrio en Puebla iba a ser justamente una pieza arqueológica (¿o paleontológica?), la antítesis (¿o acaso representante?) de la Revolución, el cacique (ya no gordo) huauchinanguense, sí Guillermo Jiménez Morales, cuya familia disponía de almas y haciendas como si se trataran de fichas de casino, de su casino, por supuesto, porque la casa nunca pierde.
Hubiera desmayado sólo de leer que en la capital poblana se celebró el mes patrio en 2009 anunciando una nueva línea de calandrias, perdón, camiones, sí, la pomposamente llamada “Ruta Bicentenario”.
Para su fortuna, mi maestra murió hace 10 años, así que ya no pudo extrañar los tiempos de don Porfirio cual personaje de “México de mis recuerdos” o “Los olvidados”.
Y si no hay brújula para la fiesta, menos para las cosas serias.
Parece que tanto disperso y contradictorio letrero de Ruta 2010 no es más que un mal presagio para el que ni siquiera buscamos un conjuro.
Al igual que los letreros de la dizque conmemoración que aparecen por todos lados sin ton ni son, se ve el destino mexicano.
El modelo de Estado y de gobierno está agotado, la Constitución creada a inicios del siglo pasado no da para más. El mundo ha cambiado y nosotros seguimos aferrados al viejo país.
La “transición por la derecha” fue un síntoma, el problema es que la transición se convirtió en continuidad, no hay gran diferencia entre los gobiernos del PRI y el PAN, los priístas berrean ante el 2 por ciento de aumento en impuestos olvidando que un día nos propinaron la “roqueseñal” y el Fobaproa.
Si los politólogos, asesores de todos los partidos, han coincidido en que el sistema de gobierno presidencial fue el éxito de Estados Unidos y el gran fracaso de América Latina, por qué no se discute ya una reforma constitucional que sí nos funcione.