La falacia de la cuota de género
Lesly Mellado May
Siempre he estado convencida que los puestos de trabajo deben obtenerse y darse en función de la capacidad e inteligencia y no por el hecho de ser hombre y mujer. Si bien durante muchos años las mujeres fueron marginadas de la vida pública por el mero hecho de serlo, actualmente eso al menos en la norma ha quedado atrás.
De ahí que me parece que la cuota de género resulta una falacia que nada tiene que ver con la defensa de los derechos de las mujeres.
La mejor muestra fue el ridículo de las diputadas locales de Puebla (especialmente de Josefina Buxadé), que por línea del Ejecutivo votaron a favor de aumentar la cuota de género en las candidaturas a diputaciones, pero votaron en contra de que se incrementara en los ayuntamientos porque esa era una propuesta del PRI.
En las tres últimas Legislaturas han sido pocas las diputadas, contadas con los dedos de una mano, que se han ocupado de garantizar desde el Congreso una mejor vida para las mujeres.
La cuota de género en los cargos públicos es mera demagogia.
De qué nos sirve que las mujeres tengan garantizados escaños en los Congresos si tenemos que parir en el piso de la recepción de un hospital.
De qué… si tenemos que peregrinar con nuestros hijos recién nacidos por cinco hospitales para encontrar vacunas.
De qué… si no tenemos derecho a decidir si aceptamos o no un embarazo.
De qué… si hay que esperar meses para ser tratadas contra el cáncer.
De qué… si no tenemos seguridad social.
De qué… si a nadie se castiga por otorgar salarios en función del sexo.
De qué… si llegan a ocupar la curul sólo para obedecer, como si de su marido se tratara, a quien le deben el puesto.