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Bellezas centenarias

Martes, 16 de Marzo de 2010

Lesly Mellado May

Los centenarios se han vuelto un espectáculo. Y en ese espectáculo la mujer no figura más que como representante de la “belleza patria” porque así lo dicta la televisión.

En el siglo pasado, cuando todavía no existían los caciques Azcárraga y Salinas, las fiestas patrias estaban a cargo de los periódicos que también destacaban la belleza femenina, eso sí, en el camino nacionalista voltearon hacia las indígenas y fue justamente una poblana la que consiguió ser reina de los festejos por los cien años de la consumación de la Independencia: María Bibiana Uribe Amaro, originaria de San Miguel Tenango, Huauchinango.

Esta fotografía de Bibiana fue publicada en la revista “Alquimia”, editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y aparece sin mayor referencia. La historia de esa mujer indígena la cuenta el señor Neftalí Eslava en el libro “Huauchinango: haciendo su historia”, también publicado por la dependencia federal.

En el mes de diciembre de 1920, el ingeniero Félix Fulgencio Palavicini, fundador y director del periódico El Universal, para celebrar el centenario de la consumación de la Independencia propuso un concurso para elegir a la india más bonita de México.

Se convocó a mandar fotografías para que de ahí se seleccionaran las finalistas y la ganadora. La búsqueda de la belleza indígena generó todo tipo de reacciones: hubo quien mandó retratos de hombres disfrazados de mujer, y que varias “señoritas distinguidas de provincia” aseguraran ser descendientes directas de Moctezuma Ilhuicamina para conseguir la corona sin competencia de por medio.

El 21 de julio de 1921 se hizo una selección de 121 retratos, y luego se eligieron 10. El 1 de agosto como a las 4 de la tarde comenzaron a llegar las indias bonitas a la dirección de El Universal. De inmediato las miradas del jurado se clavaron en dos: María Bibiana Uribe e Ignacia Guerrero.

María Bibiana Uribe era originaria de San Miguel Tenango, Huauchinango. Hija de los señores Aureliano Uribe y Rosa Amaro.

Bibiana, que tenía 16 años de edad, ganó con tres votos sobre dos que obtuvo Ignacia.

La muchacha serrana recibió como premios: un collar formado por centenarios, aztecas, hidalgos y medios hidalgos, que fueron engarzados en finas cadenillas de oro; 3 mil pesos en oro; una aportación de cines, teatros y carpas más importantes de la época por una cantidad de 4 mil 407 pesos; medalla de oro y esmalte de Juan Galián; un busto realizado por Cordero; una cama matrimonial de la fábrica de colchones “La Luz”; estuche de jabones y perfumes “Heno de Pravia” de la fábrica “Imperial”; una docena de retratos y una ampliación de popular fotógrafo José Arriaga; un vals titulado “La india bonita”, del afamado músico Miguel Lerdo de Tejada; un reloj de pulsera y un par de aretes llamados “Triángulos de amor”, de Ángel H. Herreira.

El 18 de septiembre encabezó un desfile de carros alegóricos y el 25 de septiembre en el teatro Esperanza Iris se realizó la velada en su honor.

María Bibiana Uribe Amaro murió 23 de noviembre de 1999.

México, país pluripriísta

Domingo, 21 de Febrero de 2010

Lesly Mellado May

Antropológicamente México en el siglo pasado fue declarado pluricultural; políticamente avanzamos la primera década del nuevo siglo refrendado que somos un país pluripriísta.

La explicación: todos llevamos un priísta dentro ¿o no?

Y aunque el partido a veces es una vieja amada y otras mal querida, siempre se sale con la suya y termina seduciendo.

Así nació el PRI: haciendo una familia de entenados que se declararon hermanos para repartirse el país.

¿Tendría que ser distinto ahora justo cuando se cumplen 100 años de la rebatinga que dio por resultado tan  bonito y pintoresco partido tricolor?

En el año 2002, generado por el efecto Fox se previó que el PAN ganara algunas alcaldías en la sierra norte, un hecho insólito. Fui a Olintla y Zapotitlán de Méndez, me sorprendieron los colores: un cielo muy azul y una tierra muy verde, igual que los colores emblemáticos de los partidos que se disputaban el mando. Como siempre, los indígenas en medio.

Tras montarme en una camioneta roja denominada La Saltarina llegué a Olintla, donde me contaron que la gente era priísta porque así había nacido y aunque estaba por ganar el PAN en realidad todos eran del PRI. La explicación fue simple, los tricolores se dividieron y el candidato panista había salido justo de esa disputa que sobra decir era familiar, porque en esa montaña no son más de cuatro las familias que se rolan el poder.

En Zapotitlán, la situación no era distinta. Los viejos priístas decían sin sonrojo que eran caciques y sabían trabajar con el pueblo, mientras que los caciquillos (sus descendientes) que se fueron al PAN no tenían idea de cómo iban a gobernar. Ahí también caciques y caciquillos eran familia de sangre y de partido.

La sabiduría popular reza que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo. Por eso, sólo priístas pueden vencer a priístas. Haber dado un voto a Cuauhtémoc Cárdenas y hasta al mismísimo Peje ¿no fue dar un voto al PRI?

Los gobiernos federales panistas han resultado un desatino: autoritarismo puro ¿se conducen como priístas?, claro que sí ¿pues qué hay de otros?, me dijo doña Locha, una mujer serrana que así nació, priísta.

Esta elección en Puebla nos enfrenta a lo mismo: PRI contra PRI.

Y aunque un candidato presuma ser de cepa y el otro de sepa, en el fondo son lo mismo, vienen del mismo árbol. El de cepa ha sumado a la “derecha” y a la “izquierda” que también han sido priístas como él. El de sepa tiene el padrinazgo de uno de los caciques pos…modernos del PRI.

En nueve años de gobierno panista no han podido desmantelar una sola de las columnas priístas. Sí, les arrebataron Los Pinos pero con eso se conformaron, buenos aprendices para las mañas, las malas mañas, y malos aprendices para la estrategia aún no hallan cómo atacar la raíz.

La pregunta es si se podrá acabar la identidad tricolor, la de las tortas y el agua de sabores, el acarreo, la matraca, las porras, la compra-venta de votos.

¿Será que este país está incapacitado para la democracia?

¿Será que estamos condenados a la eterna búsqueda y al permanente desencuentro?

¿Será que nunca renunciaremos al desencanto y la esperanza?

Solidaridad selectiva

Lunes, 1 de Febrero de 2010

Lesly Mellado May

Llevé unas latas, yo deposité en el banco, te juro que intenté adoptar un niño pero me dijeron que no se puede, yo le hablé a un amigo haitiano para preguntar si su familia estaba bien.

Así somos los mexicanos. Corrió solidaridad, letras y angustias en todos lados porque nuestra SEP, las televisoras, pues, nos contaron y recontaron la tragedia en Haití por el sismo.

Pero Haití ya era una tragedia antes del terremoto, igual que Hueytlalpan y Eloxochitlán, municipios poblanos que según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo tienen el mismo bajo índice de Desarrollo Humano; en palabras cristianas: la gente no tiene un ingreso digno que le permita tener buena salud y educación.

¿Alguien se conmovió? No, porque la tele nunca nos dijo que ahí, en esos tres sitios tan lejanos hay condiciones de pobreza e insalubridad que ofenden.

Mientras las televisoras hacían alarde de la solidaridad mexicana, en los diarios se publicaban férreas críticas a la “solidaridad selectiva”, en pocas palabras, a la hipocresía de este país que llora por Willy y Cabañas pero ni se inmuta por una de las raíces de la violencia que nos acosa: la pobreza.

Recordé que al ingresar a la universidad tuve como vecinos de salón a unos haitianos; los poblanos descendientes de los Ángeles procuraban mantenerse lejos. Y esos mismos que teniéndolos junto no les regalaban ni siquiera un saludito (vaya, ni un ligero movimiento de cabeza) ahora sí fueron a dar un donativo para los “hermanos” de la isla.

Hubo quien hasta intentó adoptar un niño haitiano, pero no se pudo, porque como todavía no saben si son huérfanos de a deveras o si un día aparecerá su familia a reclamarlos, pues no los pueden entregar a almas caritativas mexicanas.

(Recordé un cuento de Enrique Serna sobre una solterona de primer mundo que un día extraviado miró una trágica escena en la televisión: un niño desamparado por el sismo de 1985 en la ciudad de México. Así que pidió vacaciones y llegó a la capital de país para pasar varios días en busca de “Roger” -así lo bautizó ella- para adoptarlo).

Confieso, lo más que hice fue hablarle a quien fuera mi vecino de salón para preguntarle si su familia estaba bien. Me respondió que ahora viven en Canadá y que nada malo les ha ocurrido.

Confieso, aunque siempre fui muy saludadora con él y un tiempo su consultora en español, nunca tuve la decencia de preguntarle por su país, quizá porque en esos años recorría la sierra norte y la mixteca escribiendo de la miseria y la riqueza, la misma de la que él huyó. Tan lejos y tan cerca.

Los agravios de la muerte

Este domingo murió Tomás Eloy Martínez. Retomo una frase que escribió sobre su amigo, el entrañable Augusto Roa Bastos: “Es una muerte que me agravia en primera persona”.

Y si los tres nos acomodamos

Lunes, 18 de Enero de 2010

Lesly Mellado May

“La crisis está retedura. Es más, si mi vieja me dice que se va con el sancho, yo le digo que yo me voy con ellos”.

¿Le causó risa el fragmento de este monólogo?

A mí no. No tengo sentido del humor, todos me reclaman.

Apenas iban 11 días de la cuesta de enero cuando me topé con trágicas estampas de la crisis económica.

El primer día de vuelta al mundo real, un anciano subió al microbús para cantar “La verdolaga”. Llevaba atada al cuello una vieja grabadora que reproducía una cinta inundada de gis. Su simpatía salvó su pésima voz y consiguió algunas monedas del respetable en movimiento. Y pensé que ojalá la crisis fuera como el amor y la verdolaga que se da un tirón y se acabó.

Un día más tarde, el senador Jorge Ocejo decía que no había gasolinazo, pero sí abuso de todos con el pretexto del aumento del precio del combustible.

Minutos después de escucharlo caminé por la 3 Norte de Reforma a la 18 Poniente. Miraba a las mujeres en el piso pidiendo 3 pesos por unos jitomates, pregonando las maravillas de las hierbas, cubriéndose del intenso frío con delgados suéters y calcetas, y recordaba las palabras del senador que aseguraba que no tenía por qué haber una espiral inflacionaria.

Me subí a una RS14 que va del centro de Puebla a Cholula. No alcanzaba a sentarme cuando el chofer saludaba con una moneda de cinco pesos a un agente de Tránsito a punto de la jubilación, si no es que ya hasta se pasó.

Calles adelante se subió un hombre de unos 40 años. En su rostro se estampó la crisis. Se nota que hizo un arrebatado intento por dibujarse de payaso, pero no le salió. Iba con ropa común, con la crisis a poco le iba a alcanzar para hacerse su traje y comprarse los zapatos: “La crisis está retedura. Es más, si mi vieja me dice que se va con el sancho, yo le digo que yo me voy con ellos”.

Tragedia, sí. Lo imaginé frente a su mujer y sus hijos, impotente, con las manos vacías. Y no pude reírme, ya lo sé, no tengo sentido del humor y soy religiosamente melodramática.

Pero mis anécdotas de microbús resultan una broma junto a la estadística de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Puebla.

La semana de Navidad a Año Nuevo en que la radio y la televisión nos ordenaban comprar para ser felices, regalar para demostrar la querencia y estrenar para hacerlo todo el año, cayeron en la capital unos 170 farderos.

En 2008, “Antes presa que sencilla” fue una celebrada cabeza para una nota de una fardera que pretendía robarse de un supermercado tinte para el pelo, pintura de uñas y un desodorante. Esos productos se llevaban hasta noviembre de 2009. Para la última semana de diciembre fueron a dar a la policía mujeres y hombres que se quisieron hurtar paquetes de bisteces, pollo, pañales y leche.

Y eso que todavía faltaba el Día de Reyes. Entre los farderos fue capturada una anciana que cambió las etiquetas de unas muñecas Blanca Nieves (con sus enanos y todo) para pagar 300 pesos y no 900 como están valuadas por el marketing. El motivo: se quedó sin trabajo y no tenía para los reyes de sus nietas.

La misma suerte corrieron otros: un joven que se llevaba un hombre araña, pedido expreso de su hijo; y un señor que se escondió entre sus ropas un DVD portátil con todo y una serie de películas infantiles porque su hija tenía una pierna rota y no podía salir a jugar, y él aunque quisiera no podía salir a trabajar porque lo corrieron en noviembre para ahorrarse el aguinaldo.

Espero que la crisis traiga algo bueno y les pueda contar: “Sí, los tres nos acomodamos”.

No te quiero verde

Domingo, 10 de Enero de 2010

Lesly Mellado May

Un chubasco detuvo mi navegación y estoy de vuelta.

Hasta hace un par de años la carretera que conducía al sureste mexicano era custodiada por un par de fotografías tamaño natural de patrullas de la entonces Policía Federal de Caminos.

Y ahí iba uno atravesando humedales, ríos y pantanos con la zozobra de encontrarse con la foto estampada en plástico de tan temidos vehículos.

Además, era imprescindible saber el himno nacional (el mexicano, por supuesto) para regresar al centro del país, pues si tenías pinta de centroamericano te hacían una sesuda prueba de mexicanidad: entonar las gloriosas notas al menos hasta el “nombre de masiosare” (como dicen mis parientes).

Así que no había más que tres “obstáculos”: las fotos de las patrullas, los agentes de migración y la mala memoria de tus años en la primaria.

Pero las cosas cambiaron en los caminos del edén: por aquí y por allá retenes militares que operan a toda hora del día y que no andan con miramientos (más que con las venerables ancianas) si tu auto tiene placas de circulación de Puebla.

Llegué a Tabasco un par de días antes de que fuera capturado el poblano que colaboró en la ejecución de la familia del marino Melquisedec Angulo Córdova, quien falleció en el operativo en el que murió el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva.

Alrededor de Paraíso, sitio de la masacre, había campamentos militares que detenían a todos los vehículos para preguntar a dónde vas, de dónde vienes y hasta por qué.

Mala fortuna si tu vehículo llevaba placas de Puebla: bájate, abre puertas y cajuela, muestra tu credencial del IFE o aunque sea del Sam’s, cuenta en qué trabajas y por qué osan darte vacaciones, enseña tu tarjeta de circulación (bueno, la del coche), levántate la playera para demostrar que no llevas armas (de fuego, yo creo), explica una y otra vez por qué andas en territorio tabasqueño con un vehículo poblano.

No importaba si pasabas de ida o vuelta, o de vuelta o ida e ida, si transitabas por ahí una o cinco veces, la revisión era implacable y siempre la misma, eso de habitar en la tierra del camote se convirtió en una pesadilla.

Me parecía un exceso; exceso que se aclaró días después cuando se difundió la detención del poblano involucrado en la masacre de Paraíso, de la que no se habla más que en voz baja y con recato, tono que hasta hace poco era desconocido por la zalamería costeña.

Opté por conseguir un cayuco prestado y así atravesar un municipio cuyo nombre se convirtió en paradoja, (el) Paraíso, el del verde edén, ahora verde militar.