Lesly Mellado May
Por la mañana del 4 de julio: “Ahora en Puebla se va a reproducir el triunfo de Zaragoza, por fin otra vez, los hijos de Maximiliano llorarán su derrota, por fin los vamos a fusilar, por supuesto que sí, a golpe de voto en las urnas como ya está ocurriendo en estas primeras horas…”
Por la tarde del 8 de julio: “Desgraciados ladrones, deberían de ir al cerro de Tlacotepec, ante el Cristo que ustedes defienden a pedir perdón de rodillas y decirle los pecados que cometieron. ¡Rateros! ¡infames! ¡malditos! ¿Por qué lo hicieron?, ¿por qué asaltaron?, ¿por qué esa conducta?, ustedes quieren llegar limpios al poder, llegan llenos de estiércol…”.
Ahora mi frase chapulinesca (sí del colorado y con chipote chillón): El poder es canijo, y el no poder, po’s es más canijo.
La voz de poder y no poder es de José Alarcón Hernández, representante del PRI en el Instituto Electoral del Estado. A ojos de muchos un hombre siempre dispuesto a mostrar buena educación; para otros tantos un priísta que una cara (la buena) da en lo público y otra a los subordinados del partido. Este proceso electoral sacó lo peor de su persona y no sólo debajo de la mesa, sino en las sesiones del consejo general.
Se trata (a mi gusto) de un símbolo del viejo y nuevo PRI. Un hombre de poder, acostumbrado a ejercerlo sin cortapisas que creyó morir dejando a su partido en Casa Aguayo, pero que un día de julio la realidad lo contradijo: la alianza PAN, PRD, Panal y Convergencia se llevó la gubernatura de Puebla, la mitad de los ayuntamientos y la mayoría en el Congreso.
Apenas empezaba la jornada electoral del 4 de julio y el hombre de poder amenazaba con fusilamientos: “Los hijos de Maximiliano llorarán su derrota, por fin los vamos a fusilar”, asestó en la sesión del IEE.
También, con poder, advirtió un llanto magdaleno y no precisamente para quienes al final del domingo efectivamente llorarían: “Definitivamente no hay que llorar la derrota con anticipación, no lloren todavía, espérense al rato, los ciudadanos ya tomaron su decisión, solo es cuestión de horas para que ratifiquen que está su voluntad política precisamente a favor, a favor de un partido político (el PRI) que no hizo alianzas, alianzas de esas vergonzosas (PAN, PRD, Panal, Convergencia), cuando tuvieron que unirse hasta con los que le mentaban la madre aquel día primero, cuando aquella vez les decían que no estaban a favor del presidente (Felipe Calderón), que no había sido elegido por la mayoría”.
Algo tenía don Pepe, se susurraba en el consejo. Sabía algo que el resto no, por algo en ese momento todavía era un hombre de poder. ¿Por qué vociferaba el hombre de la “prudente” y (la más) pudiente voz en el consejo?
“Corrijan, todavía serán perdonados si es que solo corrigen sus conceptos y sus actitudes (sic). Bueno ya no podrán rectificar esa bancada que hicieron, pues yo no sé si es de abono…abono de vaca y abono de buey, eso es lo que hicieron, y así se cubrieron para querer presentar una cara limpia”, concluyó con su intervención mañanera en la sesión del 4 de julio.
Alarcón, aún con poder, soltó esta frase: “Hoy es el día en el cual los electores después de escudriñar a los candidatos valorar sus ofertas y puntear conductas y actitudes, emitirá su juicio implacable”.
Sí, el juicio fue implacable.
La sentencia: el no poder.
Las palabras del no poder: Desgraciados, ladrones, rateros, infames, malditos…