Lesly Mellado May
En 2020, el año en que la pandemia dejó las aulas vacías, la Secretaría de Educación de Puebla tenía matriculados alrededor de cien mil estudiantes hablantes de lenguas indígenas como náhuatl, tutunaku, ngiguah, hñahñu, mixteco, mazateco y tepehua.
En números redondos había 46 mil niños en preescolar y 64 mil en primaria atendidos en mil 700 escuelas donde laboran unos 5 mil profesores. El servicio de educación indígena abarcaba, entonces, 146 municipios con 946 preescolares, 735 primarias y 91 albergues escolares con 4 mil alumnos becados. La organización era a través de 13 regiones: Tepexi, Puebla, Guadalupe Victoria, Huauchinango, Tehuacán, Tetela de Ocampo, Teziutlán, Zacapoaxtla, Huehuetla, Ajalpan, Alcomunga, Xicotepec y Villa Lázaro Cárdenas.
A nivel nacional, en el inicio del ciclo escolar 2019-2020 existían 22 mil 766 escuelas indígenas en el país, de las cuales 2 mil 338 eran iniciales, 10 mil 35 preescolares y 10 mil 393 primarias, de acuerdo con datos de la SEP. A nivel educación básica, Oaxaca y Chiapas son los estados con más escuelas indígenas en el país debido a que el 31.2% y 28.2% de su población de 3 años o más es hablante de lengua indígena, respectivamente.
Los niños indígenas, ya de por sí vulnerables en materia económica, al igual que el resto dejaron la educación presencial por casi dos años; pero el impacto negativo que recibieron fue mayor.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social recién publicó el estudio “Educación para la población indígena en México: el derecho a una educación intercultural y bilingüe”, donde destaca la forma en que la pandemia por la COVID agravó la desigualdad.
En primera instancia, se observó que, aunque los docentes hablaban la lengua de sus estudiantes, durante el cierre temporal de las escuelas, la comunicación con ellos se dio primordialmente en español y los materiales que se elaboraron para el seguimiento pedagógico no consideraron el derecho de los estudiantes a aprender en su lengua materna.
“La percepción, tanto de las y los docentes como de los padres de familia, fue que no lograron cubrir los contenidos mínimos en cada materia, lo que pone en riesgo el futuro académico de la población hablante de lengua indígena, agravando la brecha histórica que los ha caracterizado y colocándolos en una condición de riesgo de abandono escolar y de incorporación temprana al mercado laboral precario. Fue común una fuerte preocupación por el potencial abandono escolar para la incorporación de niñas, niños y adolescentes en actividades productivas, especialmente en aquellos estudiantes que se ubican al final de algún ciclo como la primaria o la secundaria”, reza el estudio del Coneval.
Y si acudir a la escuela ya resulta difícil para la población indígena, tomar instrucción a distancia supone mayores escollos por la falta de conectividad a internet y el acceso a equipos de cómputo.
Aquí parte de los resultados del estudio sobre educación indígena:
Se identificó que, de quienes tomaron clases a distancia, el 17.8% no contó con un escritorio o mesa para estudiar; el 20.7% no tuvo un lugar tranquilo para estudiar sin distracciones; un 34.6% no dispuso de libros de consulta para realizar sus actividades escolares, y el 87.7% no contó con computadora.
En los municipios analizados, los recursos educativos y pedagógicos más usados por las niñas, niños y adolescentes hablantes de lengua indígena durante la pandemia fueron los cuadernillos elaborados por los propios docentes –o por el Conafe en sus planteles– y la mensajería electrónica instantánea vía celular.
Aunque la mayoría de los hogares contaba con un teléfono celular y algún otro medio para estudiar en línea durante la pandemia, en promedio, los hogares tenían al menos dos hijas o hijos que estudiaban, lo cual presenta una limitación en la posesión de medios básicos para dar continuidad a sus estudios en casa en la modalidad educación a distancia.
El uso de herramientas tecnológicas para el acceso a la educación generó gastos adicionales para las familias y para las y los docentes, impactando de manera negativa su economía que, de por sí, estaba siendo afectada por la contingencia sanitaria. Por su parte, los docentes y directivos reportaron que el acompañamiento pedagógico durante la pandemia implicó que asumieran los costos de la impresión de cuadernillos de trabajo, de traslado y de datos de celular.
Se observó que el principal apoyo que tuvieron las niñas, niños y adolescentes hablantes de lengua indígena para su educación durante la pandemia fue de la familia, lo que contribuye al rezago en la formación de los estudiantes, en virtud de que la carga principal del aprendizaje se fundamentó en personas que frecuentemente no contaban con los elementos suficientes para dar el apoyo educativo adecuado.