170 días
La semana pasada creo haber visto una foto en el periódico en la que se ve al gobernador del estado Rafael Moreno Valle Rosas inaugurando una obra y a su lado figuraba el presidente municipal electo, Tony Gali Fayad.
Para nadie es un secreto que el ganador de las elecciones del pasado 7 de julio fue el alfil del mandatario estatal. Luego entonces, me ha hecho mucho ruido, el que en los últimos días en la radio lluevan notas de “Tony Gali para acá” y “Tony Gali para allá”… ¿pues qué no ya pasaron los tiempos de campaña?.
En mi época de reportera viví la transición entre Luis Paredes Moctezuma y Enrique Doger Guerrero, después me tocó ver cómo éste le paso la estafeta a Blanca Alcalá y luego ya desde otra trinchera vi a lo lejos la llegada de Eduardo Rivera Pérez al famoso Charlie Hall.
En todos los casos, el que llegaba aguardó hasta el último día de la administración del alcalde saliente para figurar en actos públicos. Sí, salían a declarar de vez en cuando, daban alguna postura sobre temas de coyuntura y hasta los primeros días de enero o febrero presentaban a sus respectivos gabinetes. Vaya, la transición se daba sin tanta exposición mediática.
Hoy, me parece de mal gusto el juego mediático al que se presta Tony Gali cuando todavía faltan cinco meses y medio para que inicie sus funciones como edil de la capital poblana y - desde mi humilde punto de vista - no le dé su lugar a Eduardo Rivera Pérez. Siento que es como cuando el patriarca está agonizando y los herederos ya reparten la herencia sin el menor tacto.
Ayer me quejaba de eso en Twitter y en un arranque de desesperación por tantos tuits aludiendo a @tonygalifayad mencioné que tanto paseo en eventos públicos me parecían una falta de higiene política y que la culpa la tenía Eduardo Rivera por dejado, por aquellas versiones que circulan en torno a que ha permitido diversas “imposiciones” desde Casa Puebla.
Un boot de inmediato reaccionó y me respondió que “hablaba por la herida”, otro tuitero con la cuenta @jefetony me hizo la observación de que esos “paseos” eran para que el panista se empapara de todo en aras de la continuidad para que tengamos “la ciudad que todos queremos”.
Fue el propio “Lalo” Rivera quien me hizo la noche al responderme y hacerme saber que valoraba mi opinión. El detalle de tomar el tiempo para explicarme a mí - una de las ciudadanas que confió su voto a él hace tres años - que no se trataba de imposiciones, sino de un trabajo coordinado por el bien de la ciudad y que para él las críticas son bienvenidas pues lo hacen crecer; me confirman que más que un político que sólo quiere quedar bien, es un ser humano que entiende el verdadero sentido del servicio público, o cuando menos no menosprecia el poder de las redes sociales.
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