Mi mamá y Moreno Valle
Les cuento que me colé al festejo del Día del Maestro que este domingo se llevó a cabo en el Salón Country. Hace más de un mes que mi mamá tenía listo el vestido que se compró exclusivamente para tal evento y me consta que por semanas buscó y buscó un par de zapatos que hicieran juego con el atuendo con el que se disponía a recibir su reconocimiento por 30 años de servicio como docente.
“Yo nunca voy a esos eventos, pero este año si quiero ir porque va a estar Moreno Valle y ese sí está guapo”, decía entre bromas mi progenitora que es de aquellas que votó por Lalo Rivera porque estaba guapo, tenía sonrisa simpática y se veía “buena gente”. Vaya, es de ese sector que las encuestas indican que votaría por Enrique Peña Nieto nada más para que México tenga un apuesto representante en el mundo exterior.
Aclaro que para nada estoy minimizando la capacidad intelectual de mi madre, al contrario, trato de retratar que es una mujer común, sin poses ni demagogias pero sí mucha vocación. Es una maestra de salón que ahí está a gusto, poniendo su granito de arena para que los niños que viven en hogares disfuncionales tengan un mejor futuro. No le interesa ser directora ni andar en la grilla sindical. Ella sólo quiere que a sus alumnos les apasione tanto la Historia como a ella, que comprendan porque ¾ + ¼ hacen un entero.
Total que apenas el jueves ni ella misma sabía cómo iba a estar la ceremonia en que le entregarían un cheque por 41 mil pesos, una medalla de plata y un diploma en nombre de Rafael Ramírez (un maestro importante al parecer). “Ojalá no sea en el Country, antes eran en el Centro de Convenciones y está más bonito, se nota la diferencia en el trato”, nos había dicho días antes de que el viernes se le notificará que sólo ella podría ingresar al salón ubicado en San Manuel, ya que no habría lugar para su familia.
Con unos chilaquiles batidos como de orfanato y un pedazo de bistec frío, las secciones 51 y 23 del SNTE y la SEP, reconocieron la labor de quienes educan a los menores. Fue el secretario de Educación, Luis Maldonado Venegas, quien dio a entender a los maestros que el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas no había escatimado recursos y quiso traerles como una sorpresa a un cantante famoso. Y en segundos, torpemente, se descubrió el escenario sobre el que Pablo Montero lidió durante una hora con las fallas en el sonido ya que por momentos al acercar el micrófono a un monitor, el estruendo de los aparatos reventaron el tímpano de algunos.
Mientras unas quinceañeras de más de cuatro décadas se emocionaban con el intérprete de “Gata Salvaje”, un par de féminas otoñales logró subir al escenario y bailar pegadito con él, otras muchas se conformaron con llevárselo a casa grabado en el celular.
También hubo otras tantas que se conformaron con acercarse a la mesa del gobernador para tomarle una foto, claro, sin pasarse del listón que separaba al mandatario de los simples mortales. Con una sonrisa forzada, Rafael Moreno Valle atendió la solicitud de sus “fans”, total, ya sabemos que para eso de las camaritas no se pone rebelde.
La maestra Marthita tuvo la mala fortuna de ser ubicada en las R de Ruiz. Y aunque no se deprimió por no haber estrechado la mano del esposo de Martha Erika Alonso de Moreno Valle, sí se llevó un fiasco al enterarse que su gobernador se había escabullido desde que los Hernández formaban la larga fila por la que pasaron uno a uno de los 2 mil 153 profesores que han entregado a las aulas 30 o 40 años de su vida.
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