De cómo me colé al Puebla vs Pumas
Jueves, Mayo 21st, 2009
La tarde de este miércoles no todos pudimos liberarnos temprano de la jornada laboral, mucho menos tuvimos el valor suficiente para fugarnos de la oficina, así que presurosos llegamos al estadio Cuauhtémoc un par de minutos después de las ocho de la noche.
Patearon puerta tras puerta, alegaron haber pagado 500 y hasta mil pesos por sus entradas, esas que en taquilla se supone que estuvieron a la venta en 200 y 500 pesos respectivamente. La angustia, el coraje y la desesperación hicieron presa a al menos 500 cristianos que durante el primer tiempo rogaban a los elementos de Protección Civil Municipal que “por fa, de cuates”, los dejaran pasar.
Si la influenza pareció no importar la noche de anoche, tampoco las influencias. Afuera del acceso a prensa se apersonaron los amigos de los amigos del mismísimo Chelís. Vaya, hasta una mujer que decía ser la esposa de Chargoy aguardaba de este lado de la reja. Finalmente la diminuta puerta se abrió sólo para quienes tuvieran boleto de palco. Obvio nosotros no teníamos de ese, así que aprovechamos la confusión para pasar entre la treintena de aficionados. No hubo alguien que pidiera nuestro boleto o a quien le interesara cortar la parte correspondiente.
Ya adentro del estadio pero no del partido, había que librar otra prueba: encontrar una bendita puerta abierta para acceder a las gradas. Pero por estas sólo se asomaban un par de ojos, mismos que sólo permitían pasar a los vendedores de cervezas, cemitas, refrescos, chicharrines, pizzas, camarones, dulces y demás.
Y ahí estábamos, alejados de nuestras amistades, esas que desde las seis de la tarde tenían nuestro lugar reservado. ¿Sobre cupo? nómas tantito… escalinatas atascadas de gente, unos encima de otros y ambulantes abriéndose paso a empujones, esos entre los que seguramente se extravió el niño Marco Antonio Pérez. En total, cinco mil almas de más en un estadio con capacidad para 30 mil personas.
Pasada la expulsión de Acosta, ahí estábamos él y yo, sentados sobre un cartón de cervezas esperando un gol, un gol que nunca llegó. Los minutos pasaron, hasta yo que no entiendo de fútbol me dí cuenta que esos muchachos con los pelos pintados y tacos fosforescentes no peleaban con la misma garra que los felinos. Me dio la impresión de que no superaron la salida del uruguayo. Fue entonces cuando vasos con cerveza cayeron de las alturas con dirección a los osados pumas que entre la multitud camotera se pararon de su asiento para celebrar la primera anotación del equipo chilango.
Ya en la recta final, el “Vamos Puebla” se extinguió y la Chelismanía se apagó, el grito de “Goooooya” se impuso dejando a los poblanos no precisamente “chelices y contentos”.
- ¡Pinche Villalpando!- refunfuñó más de uno ya en el silencioso camino a casa, después del marcador 2 – 1 con el que terminó el encuentro entre La Franja y los Pumas de la UNAM.
Muchas fueron las expectativas. Muchas más las ilusiones hechas pedazos. El saldo: la esperanza de que éste sábado San Chelis ahora sí le haga el milagrito a la afición poblana, esa que noblemente paga lo que sea con tal de ver a su equipo ganar, esa que soporta las truculentas prácticas del boletaje, esa que pasa una y otra vez la mafia que prevalece entre directiva, taquilleros y revendedores.
La otra re venta. No son boletos piratas, no son cortesías a la venta. Son pases legales que la misma directiva vende. A Juan Ramón la gente de la taquilla le consiguió diez boletos de 300 en 380 pesos, él los vendió a ese precio, la afición los paga gustosa de no hacer fila. Él no tuvo que gastar en su boleto, las chelas y la cemita que se comió.
Foto: Andrea Barro