Sólo un tercio de las mujeres en todo el mundo llegan al orgasmo a partir de prácticas sexuales, según un estudio realizado por el Instituto Kinsey de Estados Unidos. Qué triste ¿no?.

En medio del bombardeo de noticias, pocos reparamos en que este 8 de agosto fue el Día Internacional del Orgasmo Femenino. Lejos de representar un pretexto para hacer una “orgifiesta” mundial, la celebración creada por iniciativa del concejal del pueblo brasileño de Esperantina, Arimateio Dantas, pretende rendir homenaje a las mujeres que han roto prejuicios y quieren llegar al punto máximo del placer.

Según la historia, el Día del Orgasmo Femenino nació hace cinco años cuando este sujeto quiso compensar a su esposa por “algunas deudas sexuales que tenía”, entonces decidió que debía haber un día dedicado a estimular el placer sexual en su máxima expresión.

Cuentan que, originalmente, los habitantes de Esperantina fueron obligados por ley a que cada 9 de mayo, deberían realizar un esfuerzo para que su pareja llegara al dichoso clímax, después la fecha cambió al 8 de agosto y fue adoptada por otros países, como Noruega donde dicen que de plano es considerado un día feriado, o en Dinamarca donde “llegar” no es un derecho sino una obligación ya que si el hombre no cumple con satisfacer a su mujer es multado con un año de abstinencia vigilada por una mujer policía.

De regreso a nuestra realidad, en México, la mitad de las mujeres no conocen el bendito orgasmo. Para variar el estrés, la depresión, el pudor, los prejuicios sociales, el sentimiento de culpa, la baja autoestima entre otros factores psicológicos y sociológicos contribuyen a que la falta de placer sexual, llamada científicamente anorgasmia, aún esté clasificada como un trastornos mental por la American Psychriatric Association (APA).

Luego entonces, si este lunes la humanidad también fingió el Día Internacional del Orgasmo Femenino, nunca es tarde para reivindicarse y hacer valerlo el resto del año. Y es que el colmo sería que el tema fue Trending Topic en Twitter, cuando debería haberse dejado a un lado el teclado y dedicarse a la terapia de relajación por excelencia que libera las endorfinas que dan sorbos de 10 a 50 segundos felicidad. Aquí un video con más detalles para inspirarse, dale play:

“Una sonrisa vale más que mil palabras”, rezaba el nickname de Paty aún cuando su entonces novio le acababa de soltar sin decir agua va: “Ya no te quiero”. “Usted siempre tan optimista”, me dijo hace un par de días un destacado periodista que de lunes a viernes me observa y ante quien solté una carcajada cargada más de nervios que de felicidad. “Karina la risueña” me llamaron un par de jarochas con quienes conviví en Canadá durante una semana.