Este 2 de abril, la ONU ha convocado al mundo entero a vestirse de azul. No sólo las personas sino también monumentos de todos los países se iluminarán de este color para conmemorar el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo.
Cuando estamos ensimismados o absortos en nuestro mundito solemos decir – o suelen decirnos - como una justificación barata: “estoy autista”, siendo que en los hechos poco o nada sabemos de lo que viven quienes nacen bajo esta condición.
Contrario a lo que muchos creen, no es una situación rara que suceda una en un millón de casos, por el contrario, la tasa es muy alta en todas las regiones del mundo, se estima que 1 de cada 160 niños lo padece.
A propósito de este tipo de discapacidad que enfrentan familias enteras, existen dos películas argentinas que retratan esta problemática.
1. El Pozo. Cuenta la historia de Pilar, una mujer autista de 26 años de edad, que no se comunica con otras personas, vive en su propio mundo de fantasías, hasta que su familia toma una decisión que cambiará el curso de sus vidas. Aquí el tráiler:
2. Ocho Pasos Adelante. Narra la historia de cinco niños que vivien en Buenos Aires, Argentina, y la trama se centra en la importancia de la detección temprana y el diagnóstico de esta condición. Aquí un avance:
Comienzan a llegar a la cartelera poblana los estrenos más esperados para 2014. Este fin de semana se estrena la segunda parte de El Capitán América, sin embargo, si se quiere evitar las salas llenas de chamacos, recomendaría esperar al lunes o martes y meterse a ver Noé.
La película de Darren Aronofsky es un curioso experimento que uno debe observar detenidamente para poder tener tema de conversación, sobre todo en estos tiempos de Cuaresma en los que resulta que todo mundo diserta sobre religión.
Hay que empezar por mencionar quíén es el creador de esta cinta. Darren Aronofsky fue el que nos perturbó con Pi: el orden del caos, Requiem por un sueño y El Cisne Negro. En todas ellas explota las luces y sombras del ser humano, así que no dudó en dejar su sello en el legendario personaje extraído de un pasaje biblíco.
Resulta que desde pequeño, Darren habría querido hacer una película del episodio de la Biblia en que un hombre, famosamente conocido como Noé, fue elegido por Dios para salvar a un par de cada especie ante el exterminio de la humanidad cuyas almas pérdidas tendrían que morir ahogadas por un diluvio que él mandaría. Hasta ahí la profecía del dominio popular.
Cuando uno nace en cuna católica como la mía no suele cuestionar más. Y la paz mundial en parte se debe a que no nos enfrancasmos en discusiones sobre temas religiosos pues nadie sale bien librado de éstas. Sin embargo, la versión de Darren obliga a que uno se pregunte qué va a pasar. Si bien, sabemos que lloverá y todos se ahogarán, durante el trayecto de la cinta, uno se va inquietandose por ¿cómo va a meter a todos los animales?, ¿cuánto va a tardar en construir el arca?, ¿y luego cómo se va a reproducir la humanidad?, ¿cómo es que el mal se cuela hasta nuestros días?, etc, etc.
Y es que se ve la cinta como un relato humanizado y ya no como un pasaje literario o cuento fantástico. Tal vez ese fue mi error, pues al verla con esta perspectiva, el filme me resulta una “pachequez” pues vemos ángeles convertidos en hombres gigantes de piedra con super poderes, yerbas para sedar a todos los animales que solitos llegaron al lugar de la embarcación, entre otras rarezas. Por cierto, para la filmación no se usó ni un solo animal, así que todo es recreación digital. En este sentido, Noé, mezcla efectos visuales a la altura por los que la cinta vale la pena, aunque queda a deber si la ubicamos en la categoría fantástica como Harry Potter (en donde también hay humanos, ángeles y dominios).
Por lo que toca a las actuaciones, Russell Crowe cumple bien pero no hace nada más allá de lo que hayamos visto (me quedó con la revelación que ofreció en Los Miserables). En la misma situación está Jennifer Connelly y Anthony Hopkins: buenas actuaciones. Los que hicieron un esfuerzo por librarse de “Hermione Granger” (Harry Potter) y “Percy Jackson” son Emma Watson y Logan Lerman. Ambos convencen como actores secundarios y con sus respectivos trabajos puede que logren que Hollywood los tome en cuenta para películas de adultos.
Hay que aclarar a los fieles católicos que Noé no es un filme tipo Ben Hur o Los Diez Mandamientos, ni otra que se haya limitado a reproducir un pasaje de la Biblia. Se trata de una versión libre escrita por el propio Darren de la mano de Ari Handel. Esto para evitar decepciones o malas impresiones.
Lo interesante de este Noé, es la evolución que va teniendo el personaje, de ser un simple mortal, pasa a ser un hombre bondadoso que rescata a una niña huérfana, luego se asume como el elegido para salvar a la especie, ello lo lleva a ser obediente para con El Creador (como se le menciona en el guión) al grado de tornarse en un fanático religioso que está dispuesto a matar a sus propias nietas, lo que lo convierte en el villano de la familia.
Más allá de cuestiones de religión, el propio Darren ha declarado que con la cinta quiere hacer una analogía de un fin del mundo hipótetico no causado por la perversidad de la condición humana sino por el descuido del hombre hacia el planeta, por aquello del cambio climático y sus consecuencias irreparables.
La semana pasada tuvimos en cartelera poblana cinco de las nueve nominadas al Oscar como Mejor Película: Gravedad, Philomena, 12 años de esclavitud, Her (Ella) y Dallas Buyers Club. Otras tres ya habían tenido sus semanas de éxito: Capitán Phillips, Escándalo Americano y El Lobo de Wall Street. De esta manera sólo hay una que no ha llegado a México: Nebraska.
Sin embargo, pareciera que los premios, el alarde y el glamour de la Academia de Hollywoood poco importan a los cinefilos poblanos pues mientras las oscarizadas sólo tienen una sala – con apenas dos o tres funciones en horarios poco flexibles - en un par de complejos cinematográficos, las palomeras 300, Need for Speed, La Aventura Lego, Peabody & Sherman o Tarzán, inundan las marquesinas con más de 10 proyecciones diarias cada una por plaza.
Valga mi análisis de cifras alegres como parteaguas para escribir sobre lo genial que me pareció la película Dallas Buyers Club, mal traducida para mi gusto como El Club de los Desahuciados.
Sobre el guión basado en la vida de Ron Woodroof, sobre la precaria producción que va muy acorde a la recta final de la década ochentera, sobre todo eso están dos personas: Matthew McConaughey y Jared Leto, ambos le dieron a la película del director canadiense Jean-Marc Vallée, dos de los tres premios Oscar que cosechó el pasado dos de marzo: Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto. El tercero fue el reconocimiento a Maquillaje y Peluquería, cuyo presupuesto sumó apenas 250 dólares.
Después de 15 años de ser uno más de los galanes de cara bonita de Hollywood y una decena de melosas películas de comedia romántica y papeles cliché, un día de 2010 Matthew McConaughey despertó y decidió que quería trascender. Así que después de Los fantasmas de mis ex novias (2009) se sentó en su casa a esperar un guión que le diera a su carrera un vuelco de 180 grados. De entrada tuvo que perder 20 kilos, quedar en los huesos y meterse en el cuerpo de un electricista, vaquero mujeriego y homofóbico, cínico, sin escrúpulos, tramposo, adicto al sexo, el alcohol y las drogas.
Pero si Mattew nos deja con el ojo cuadrado, quien no nos permite parpadear cada que sale a cuadro es Jared Leto. El vocalista de la banda de rock 30 Seconds to Mars contagia de su tristeza escondida debajo del maquillaje, los labios pintados de rosa encendido, las pestañas postizas, el escote y la minifalda. Enfundado en el travesti Rayon (quien será usado por el protagonista para conseguir clientes), Leto conmueve, divierte, conecta con hombres y mujeres por igual sin caer en el patiño común al que obliga casi siempre un personaje amanerado.
La idea de Dallas Buyers Club nació en 1992, meses antes de que el verdadero Ron Woodroof muriera a consecuencia del VIH, siete años después de que se le diagnosticara. Fue Craig Borten quien reunió 25 horas de grabación de una entrevista de tres días al cowboy, lo que se tradujo en un guión de cine.
Después de casi 20 años en busca de un atrevido director, por fin fue Vallée inició la aventura con un corto presupuesto y una producción paupérrima que obligó a filmar sólo en 25 días con una sola cámara.
La cinta no se pierde en la pelea entre un enfermo desahuacido de sida (los médicos le dieron sólo un mes de vida) y el gobierno de Estados Unidos que busca impedir que lucre con el consumo de opciones de cura alternativas, pues en 1985 lo único permitido – y estaba en fase de prueba - para beneplácito de la industria farmacéutica era el AZT, el cual barría con todo y las contadas células sanas que un moribundo podía tener.
La historia se centra pues en la lucha de supervivencia que emprende al consultar a curanderos, laboratorios médicos y científicos de México, China o Alemania. Si bien, Ron Woodroof quería vivir, no quería morir en la pobreza, así que ideó el club en Dallas, a donde por una inscripción mensual, el les “regalaba” medicamento a los enfermos. Una estrategia con la que cumplía su promesa de no lucrar con fármacos que ingresó de manera ilegal por la aduana estadounidense.
Hace tres años, por ahí de diciembre de 2010, Plutarco Haza, Mariana Seoane y Humberto Zurita alborotaron las calles del centro histórico de Puebla y algunas de Cuetzalan y Huejotzingo para rodar escenas de la película Canon. Este miércoles por fin se dio a cononer el trailer oficial.
La cinta aún no tiene fecha de estreno y corresponde a un guión basado en la polémica novela homónima del escritor mexicano Federico Reyes Heroles.
En redes sociales y en la página oficial (http://canonlapelicula.com/index.html) ya se promueve la cinta como un producto lleno de sensualidad por parte de Mariana Seoane, intriga pasional y conflictos de pareja. Vaya, el slogan reza “Fidelidad al límite”, mientras que al final del avance se asegura que el espectador se cuestionará su propia relación. Habrá que ver.
En tanto, lo que se sabe es que en la historia, Plutarco da vida a “Julián”, un fotógrafo de guerra que después de vivir al filo de la muerte decide cambiar de estilo de vida y regresar a la monotonía de una vida tranquila y estable como la que proporciona una familia. Sin embargo, su esposa “Mariana” encontrará a un apuesto “Javier Betanzos” en el cuerpo del galante Humberto Zurita para agregar adrenalina al triángulo amoroso.
A un mes de la entrega del Oscar, podemos ver en los cines de Puebla una de las nominadas a Mejor Película, El Lobo de Wall Street, protagonizada por Leonardo Di Caprio, quien también está nominado a Mejor Actor por su interpretación de Jordan Belfort.
Inspirada en todo un caso de la vida real, la cinta de Martin Scorsese no es apta para cardiacos y sí para quienes quieren deleitarse con el mundo de excesos de Wall Street, donde para sobrevivir, los corredores necesitan mucho alcohol, montañas de drogas, sexo desenfrenado, astutas estrategias para acumular riqueza proveniente de ingeniosas estafas y gustos excéntricos.
Después de “Romeo y Julieta” y “Titanic”, Di Caprio se ha esforzado por no hacer cualquier producto palomero. Se ha sabido rodear de amistades como Scorsese, Tarantino o Nolan. Lo han matado en 7 de 10 películas que rodó de 2004 a la fecha. Sin embargo, ello no ha conmovido a la Academia de Hollywood que siempre lo deja con las manos vacías al no pasar de ser nominado y no ganador del Oscar a Mejor Actor Comedia. Luego entonces, después de ganar hace tres semanas el Globo de Oro por el papel de este apuesto joven que a principios de la década de los ‘90, cuando tenía apenas 26 años fundó su propia casa de bolsa, Stratton Oakmont.
Lejos de ser un drama de cómo Jordan Belfort pasó de la pobreza a la riqueza y de la riqueza a la miseria de la cárcel y la soledad, Scorsese y Di Caprio nos muestran una exquisita comedia en la que con singular sarcasmo y desfachatez vemos el mundo de un hombre cuya ambición no encuentra llenadero aún cuando todo lo que tiene es superficial, todo, incluido el amor de su esposa y la incondicionalidad de sus socios.
La historia – la de la vida real – cuenta que Belfort llegó a manejar seis automóviles de lujo (de colecciones exclusivas), tenía su propio helicóptero y hasta se atrevió a comprar un enorme yate que era propiedad de Coco Chanel.
Por momentos parece que lo que vemos en pantalla grande es una exageración de Scorsese, resulta díficil de creer que quienes están en el poder o mueven el mundo financiero vivan de esa manera, 24 horas dopados con todo tipo de sustancias, o que su capacidad de diversión los obligue a crear juegos como lanzar enanos contra una diana. Sin embargo, resulta que ¡es verídico!. Así lo escribió el propio Jordan durante los 22 meses que estuvo en la cárcel y escribió ‘The Wolf of Wall Street’ y ‘Catching The Wolf of Wall Street’, dos libros cuyas ventas suman dos millones de dólares.
Hoy, Jordan Belfort tiene 54 años. Sólo pasó casi dos años en prisión pues cooperó con el FBI en la caza de los delincuentes de cuello blanco tras ser juzgado por manipulación del mercado de valores y lavado de dinero. De los $200 millones de dólares que recaudó vendiendo a ingenuos acciones de empresas “basura”, sólo ha retribuido unos $10.4 millones de dólares.
El personaje de la vida real lleva 12 años sobrio, dejando así la cocaína, morfina y sobre todo la metacualona (un sedante popular en los 70). Hoy dicta conferencias sobre motivación y técnicas de ventas. Si un simple mortal quiere asistir a una de ellas para descubrir los secretos del ‘Straight Line System’ hacia la venta perfecta – como el lo llama- debe pagar 500 dólares.
Reportera. Adicta a las historias de vida, el cine, la música y las redes sociales. Orgullosamente universitaria de la Facultad de Ciencias de la Cominicación de la..