Bien dicen que en esta vida todo es cuestión de probabilidad y estadística. El pasado sábado el teléfono del domicilio de mis padres sonó y un sujeto muy amable se presentó por parte del Gabinete de Comunicación Estratégica en la ciudad de México y pidió mi autorización para realizarme una encuesta de opinión pública.
De entrada me preguntó directamente quién de los actuales posibles candidatos me gustaría que fuera el próximo gobernador de Puebla. Acto seguido opté por hacerme la occisa y decirle al amable muchacho que sinceramente no sabía quiénes estaban en la sangrienta contienda. Incluso, cual simple mortal, le pregunté cuáles eran las alternativas en un intento por sondear de parte de quién me estaban encuestando, pero sólo se limitó a pasar a la siguiente pregunta.
Fue entonces cuando indagó mis preferencias partidistas: ¿Qué partido me gustaría que gobernara el próximo sexenio? ¿Por cuál partido nunca en la vida votaría? La intención de mis respuestas fue demostrar al entrevistador que mis filias se inclinaban hacia el PAN (por aquello de que el sondeo fuera a parar a manos de algún suspirante priísta). Sin embargo, esto no le importó al sujeto y acto seguido el cuestionario estuvo orientado a elegir voluntariamente a la fuerza a uno solo de los muchos priístas que se me enlistaban.
Por parte del PAN solo se manejaron los nombres de Rafael Moreno Valle, Humberto Aguilar Coronado y Ana Teresa Aranda. Y ya entrados los supuestos escenarios, también ubicaron a Enrique Doger Guerrero como posible candidato del PAN para enfrentar a Javier López Zavala en el PRI.
La lista de preguntas siguió con la percepción que yo tenía de Javier López Zavala, Enrique Doger Guerrero y Blanca Alcalá (todos los demás candidatos desaparecieron del mapa del sondeo). Así pues tenía que elegir de entre los tres, quién pensaba que era el más corrupto, el más capaz de resolver la inseguridad, el más capaz de lograr un buen desarrollo económico para Puebla, el más cercano a la gente, el que tiene mayor experiencia para gobernar, etc, etc.
Y si Blanca Alcalá quisiera que nadie se acordara de que firmó ante notario el compromiso de terminar su trienio al frente del ayuntamiento de Puebla, esta encuesta en nada le favorece porque una de las preguntas determina si el encuestado está o no enterado de ese detalle y, después de que ya lo enteraron, entonces piden la opinión en torno al desacato de la alcaldesa a su propia palabra.
Luego entonces, lo que me queda claro de estas encuestas es que debe considerarse el sesgo de la información, pues así como yo, más de uno no siempre dice la verdad. Además, el margen de error de los resultados aumenta si la encuesta no termina cuando respondes que nunca votarías por el PRI puesto que el hecho de seguir eligiendo a uno de los tres priístas les va sumando puntos aún cuando el entrevistado no simpatiza con alguno de ellos.