La primera vez que visité Acapulco fue hace más de 20 años. Corrían rumores de que los artistas de moda frecuentaban las, entonces, paradisiacas playas. Luis Miguel había impuesto moda con la “orgifiesta” en la que derivó el video de “Cuando calienta el sol”. Despedíamos a los ochentas y en los noventa no cualquiera se daba el lujo de recorrer la Costera Miguel Alemán.

De entonces a la fecha he regresado a La Quebrada, Punta Diamante y Puerto Márques al menos en cinco ocasiones que yo recuerde. La vida permitió que mis padres nos llevaran a recorrer otros mares llenos de colores y verdaderos sitios cercanos a lo que podría ser el paraíso.

Huatulco, Los Cabos y Cancún le han arrebatado a Acapulco el glamour y la referencia como destino estrella. Sin embargo, el paso de los años y la ola de violencia que azota al país también han transformado al puerto.

En este fin de semana, mientras recorría las calles de la famosa Caleta, aquellas en las que posó la mismísima María Felix, un detalle saltó a la vista: los rondines del ejército y patrullas de la policía estatal. Incluso el helicóptero de la fuerza pública sobrevoló decenas de veces las playas a las que recurrimos para huir un poco de la rutina.

La bahía de Acapulco es ya también rehén del crimen organizado y la sangrienta guerra que se libra entre grupos delictivos que operan en todo el estado de Guerrero y el gobierno federal. Y ahora qué sigue?

México ha entrado de lleno en la nueva tendencia llamada “Turismo Médico”, la cual consiste en una nueva forma de vacacionar que incluye someterse al tratamiento de una enfermedad crónica hasta cirugías estéticas, matando así dos pájaros de un solo tiro.

Según la Secretaría de Turismo federal, en 2010, México obtuvo 304 millones de dólares por este concepto; y para 2020 se estima que podrían ser 4 mil 50 millones de dólares. A su vez, la Secretaría de Salud estima que una intervención quirúrgica en México es hasta 60% más barata que en Estados Unidos y Europa.

Otra cifra que el reporte destaca es que el 80% de los turistas que requieren estos servicios son mujeres de entre 20 y 50 años.

Las cirugías más solicitadas son el aumento mamario, la liposucción, la cirugía de contorno corporal, la aplicación de toxina botulínica, así como los rellenos faciales.

Sin embargo, los hoteles y spas que han encontrado un jugoso nicho de mercado ofrecen tratamientos odontológicos, cirugías de rejuvenecimiento de párpados y bolsas de grasa, mejoramiento estético de la nariz, estiramiento facial, aplicación de Botox, cirugía estética del abdomen, implantes de busto, lipoescultura y cirugía de venas varicosas, entre otros.

Posterior a la cirugía y estancia de hospital, los especialistas revisan al paciente en su suite que viene acompañada de menús a la medida de sus necesidades, además de los tratamientos en el spa y recorridos turísticos por el destino turístico en el que estén ubicados.

Otros de los servicios que se incluyen tienen que ver con programas de manejo de estrés, desintoxicación del organismo, meditación, kinesiología y nutrición; todo orientado al equilibrio mente-cuerpo.

De acuerdo con Health Digital System, empresa que provee información y tecnología al sector salud, los extranjeros sobre todo de Canadá y EU prefieren viajar al país a hacerse sus chequeos y servicios médicos por la atención, el paisaje y los bajos costos.

Siempre he creído que Puebla es el lugar perfecto para vivir, ya saben, ni tan grande y caótica como la capital del país ni tan pequeña e insignificante como Tepic. Un tamaño justo con igual número de habitantes, atractivos comerciales, culturales y de entretenimiento. Pues bien, resulta que en marzo de 2008 la mayoría de los mexicanos coincidía en que la ciudad que trazaron los ángeles (según cuenta la leyenda) ocupaba el segundo lugar en las preferencias de los ciudadanos ante la pregunta ¿Cuál es la mejor ciudad para vivir en la República Mexicana?.

Este lunes Consulta Mitofsky dio a conocer los resultados de su encuesta nacional de viviendas titulada “México, dónde vivir, trabajar, descansar, vacacionar o estudiar”. En este ranking, tristemente, la ciudad de Puebla sufrió dos que tres descalabros en la preferencia de los mexicanos.

Y es que si bien hace casi tres años la ciudad ocupó el segundo lugar en cuanto a la mejor ciudad para vivir, ubicándose sólo debajo de Veracruz, al iniciar el 2011 el gusto por el suelo poblano ha descendido al cuarto lugar, siendo superada por el gris puerto de Veracruz, el caótico Distrito Federal y la tapatía Guadalajara, misma que hoy por hoy es considerada por los mexicanos, el mejor lugar para echar raíces en todo el país.

Además de haber dejado el estatus de la buena vida, los poblanos ahora somos menos atractivos y hasta aburridos. Ante la pregunta ¿cuál es la mejor ciudad para descansar?, Puebla también bajo del cuarto al sexto lugar.

Mientras que Cancún acapara el interés de turistas nacionales gracias a sus hermosas playas, las iglesias y calles catalogadas como Patrimonio Cultural de la Humanidad han dejado de sorprender a los vecinos de otros estados. Puebla como sitio para vacacionar ocupaba en marzo de 2008 el lugar número 7 pero para el fin de 2010 no figuró siquiera en el ranking de los diez primeros sitios.

En cuanto a diversión, los poblanos solíamos ocupar el quinto lugar pero en el reporte de diciembre de 2010 la ciudad desapareció del mapa.

Otro rubro considerado es la ciudad como polo para estudiantes. En este aspecto, la capital poblana ocupaba el quinto lugar, sin embargo Veracruz la desplazó hacia el sexto.

Ante la pregunta ¿Cuál es la mejor ciudad para trabajar?, Puebla pasó del cuarto lugar que compartía con Toluca en marzo de 2008, al noveno lugar ubicándose por debajo de Morelia, León, Cancún, Toluca, Guadalajara, Monterrey y la ciudad de México.

Finalmente, en cuanto a ferias patronales, recordemos que gracias al grandioso y monumental Centro Expositor que desde hace cuatro años se construye en la zona de los Fuertes, los poblanos no tenemos una feria que ofrecerle al mundo, de ahí que la mayoría se incline por asistir a la Feria de San Marcos en Aguascalientes, las Fiestas de Octubre en Guadalajara o ya “de a perdis”, la del Caballo en Texcoco.

Cabe mencionar que en la lista de los principales lugares para descansar, los mexicanos mencionaron Cuernavaca, Guanajuato, Puebla, Oaxaca, Mérida, Tuxtla y Mazatlán; destacando de todo este grupo que no existe una sola ciudad que pertenezca a un estado del norte fronterizo con Estados Unidos.

Después de mucho pensarlo decidí acompañar a mi familia en un viaje por la ruta del Bicentenario. Aunque no pisaríamos cada punto de los lugares que se consideran la cuna de la Independencia de México, mi madre me prometió recorrer León, Guanajuato, San Miguel de Allende, Dolores Hidalgo, Celaya y Querétaro.

A sabiendas de que en el trayecto el griterío de los chamaquitos que tengo por sobrinos me recordaría la importancia que siempre le he dado a cumplir con mi trabajo los 365 días del año, acepté la invitación de mi padre más movida por el chantaje emocional que por escaparme de la rutina diaria.

Y ahí estábamos, en la ciudad sede del famoso festival Cervantino. “¿Dónde queda el Callejón del Beso?” era lo único que preguntaba nada más por saciar mi curiosidad y ver ese rincón en el que las parejas tienen que detenerse si es que realmente quieren regresar a sus respectivos hogares y decir que pisaron Guanajuato.

“Ya no existe”, decían unos de mis parientes. “Ya prohibieron los besos”, completó por ahí otro integrante de la excursión al estilo “Mi Pobre Angelito”. Total que después de caminar y caminar, escuchamos a un grupo de boy scouts que no dejaban de gritar y animar a las decenas de personas arremolinadas en el mentado Callejón del Beso.

Leí que hace año y medio, los guanajuatenses célebres por inventarse leyes santurronas como la que prohíbe el uso de las minifaldas o peor aún la de pedir limosna, también determinaron por la vía jurídica que a toda aquél que se sorprendiera siguiendo la tradición que indica la leyenda de este callejón (osea agarrarse a los besos) sería consignado por las autoridades.

Pues resulta que en pleno domingo a las nueve de la noche en ese estrecho espacio de 68 centímetros ubicado en las faldas del cerro del Gallo, habíamos cerca de cien personas haciendo fila para subir al tercer escalón y darnos un beso de amor para merecer esos 7 años de felicidad, como lo indica la leyenda popular. Y la policía…. bien gracias. Y no es que quisiera que me llevaran presa sino que me intrigó la falta de elementos de seguridad pública que vigilen que a los turistas nos traten bien en tiempos en los que la paranoia por los asaltos, balaceras y demás nos tiene con el “Jesús en la boca”, dirá mi abuelita.

Regresando a los besos, a grandes rasgos, los lugareños cuentan que en los balcones edificados en el siglo XVIII, un par de enamorados cuyas familias les prohibían verse, se citaban clandestinamente para darle rienda suelta a sus pasiones. Todo iba bien hasta que el padre de Doña Ana, como se llamaba la susodicha, la descubrió en el momento de besarse con Don Carlos y ahí mismo la mató clavándole una daga en el pecho.

“Facebookero” de corazón, Mario Montero Jr., es uno de esos amigos de Facebook que no deja pasar un solo día sin actualizar su muro en esta red social. Se define a él mismo como “abogado de profesión, medio mil usos de facto, sobreviviente de vocación y bohemio en la imaginación”.

Entre las últimas novedades que el hijo del secretario de Gobernación del estado de Puebla compartió al mundo desde ayer a primera hora, está una colección de 45 fotografías con los momentos familiares de las fiestas navideñas y de fin de año.

Gracias a este álbum sabemos que la familia Montero Rosano aprovechó el receso del final de 2009 para olvidarse del estrés laboral, la grilla pre electoral y la incertidumbre política, visitando el lugar donde los sueños se hacen realidad: Disneylandia.

Compartir momentos con Mickey Mouse y todos los personajes de Walt Disney tal vez traiga buena suerte al principal candidato del PRI a la presidencia municipal de Puebla y a sus hijos Ana Patricia y Mario, sobre todo a éste último quien a su corta edad ya sigue los pasos de su papá.