Queridos Reyes Magos
La panza revuelta. La mirada al cielo. Los suspiros a todo pulmón. Escribir a Melchor, Gaspar y Baltazar año con año es una regresión a ese épico momento de la infancia donde la magia, la fantasía y la felicidad se conjugaban con la Estrella de Belén.
Si hay un momento en el que se pone a prueba nuestra capacidad de albergar fe es el ritual de pedir lo que más anhelamos en el mundo a los tres magos de oriente. “Este año sí me traerán el Nintendo, porque el pasado me trajeron unas damas chinas”. “Este año saqué puro diez, seguramente me traerán el auto convertible de Barbie, con todo y la casa”. “Este año sí me porte bien, merezco la paz mundial”.
Éramos felices y lo sabíamos. No guardábamos rencor aunque siempre había fallas. No era la talla, no era el color favorito, no era la muñeca exacta o la autopista de la marca mencionada. Pero los peros no debían desplazar al agradecimiento, mucho menos a la curiosidad y a la sorpresa que todo niño y niña experimentan en la infancia, esa fábrica de ilusiones donde todo es posible.
Nuestra realidad psíquica mucho tiene que ver con los mitos que heredamos de generación en generación. Los Reyes Magos bien pueden ser ejemplo de la imperiosa necesidad de creer en la magia, lo hicimos hasta que un mal día alguien – generalmente un compañero de la escuela - nos rompió la inocencia, revelándonos el truco, obligándonos a “dejar de creer en los reyes magos”. Primero nos resistimos a ello y luego nos consolamos con que ahora que somos adultos nos toca a nosotros hacer magia.
José Emilio Pacheco escribió que en realidad no hay adultos, sólo niños envejecidos. Y Freud por su parte, insistió en que el pasado infantil persiste siempre en nosotros. Si comulgamos con ambos, entonces la fe e ilusión profesa en los Reyes Magos nos acompaña toda la vida. Tal vez por eso seguimos contando los días para que “ya se acabe la pandemia”, o regresando a la relación tóxica una veintena de veces creyendo que esta vez sí será diferente, aun cuando sepamos que no será así.
El psicoanálisis es un lugar para la magia, de hecho sus antecedentes están en la hipnosis y la sugestión. Aunque hoy no dormimos a voluntad a nadie en el diván, el dispositivo permite la cura a través de las palabras. Hoy los niños de sesenta y más no amarran su carta a un globo pero podrían hablar de aquello que los tiene paralizados. Las niñas que rondan las tres décadas podrían dejar de quitarse la zapatilla para que el príncipe se arrodille ante ellas y las calce, descubriendo que andar descalza podría ser otra manera de caminar por la vida.
Es a través de la palabra que lo inconsciente emerge. Aunque somos “adultos” seguimos demandando caprichos, queriendo cosas, deseando que los Reyes Magos ahora sí nos concedan la fortuna. En esa medida desprendemos chispas de vida. Solo que con los años, se va tornando más difícil sacarle la lengua al compañerito que rayó nuestros cuadernos, jalarle el pelo a la hermanita que tomó nuestros juguetes sin pedir prestado o incluso pedirle a mamá que nos cargue y nos abrace para sentirnos protegidos y a salvo del mundo.
¿Ustedes qué le van a pedir a los Reyes Magos?
Un voyage à la Lune // Stargirl| Sara Amaktine (2016)