¿Por qué el psicoanálisis?
Seguimos en cuarentena. Aunque ésta pareciera más virtual que real. Una cosa es lo que se ve en las redes sociales y otra la que se ve en las calles. Si existe un común denominador entre las personas (sin importar raza, credo o clase social) es la relación complicada que persiste entre el ser y la muerte.
Para Freud, el padre del psicoanálisis, tendemos a la autodestrucción. Todo el tiempo, de alguna manera inconsciente, nos exponemos a situaciones traumáticas o dolorosas. Esto se conoce como pulsión de muerte. Algo así como el dicho coloquial de que “nos gusta la mala vida”, aun cuando buscamos la felicidad plena. Por eso es que la vida psíquica es más complicada que decretar la abundancia y listo.
A un mes de habernos retirado de la vida pública, llueven tuits, videos, publicaciones y artículos de cómo mantener eso que llaman la “salud mental”. Pero ¿cómo no enloquecer? Ya sea por convivir 24×7 con nuestra amada familia o por estar solos con nuestra soledad acechándonos. Cualquiera de las dos situaciones despierta a los demonios internos.
Leía un tuit que enlistaba el arte, el budismo y al psicoanálisis como las tres cosas que en esta pandemia podrían salvar la subjetividad, es decir, las maneras de no perdernos en medio de la masa que actúa de manera despavorida ante la propagación del coronavirus o ante el escenario de permanecer en aislamiento social por más de 30 días.
“¿Por qué el psicoanálisis?” es el título de un libro escrito por la historiadora francesa Élisabeth Roudinesco, en el que expone el dolor actual que viven las sociedades modernas (con y sin pandemia). Si bien, la amenaza de enfrentarnos a un virus mortal desconocido por el simple hecho de abrazar, besar o dar la mano (es decir mostrar afecto físico), agudiza nuestros síntomas, éstos ya estaban antes de guardarnos en la casa.
A diferencia de un tratamiento psiquiátrico en el que se prescriben drogas para sustituir sustancias que operan como neurotransmisores de la “felicidad”, o un programa terapéutico de la gama que ofrece la Psicología para disminuir los efectos de la ansiedad, depresión o trastorno de lo que sea; el psicoanálisis es un dispositivo que cura a través de la palabra, pero no con oraciones de Programación Neuro Lingüística o Coaching que motiva a “echarle ganas”. Es un método más largo. No surte efecto inmediato por 8 horas como un antidepresivo o un somnífero. Tampoco incluye un programa de tareas que el paciente siga a la letra para que a través de la respiración calme sus ganas de patear las puertas o de empinarse la botella de tequila.
El psicoanálisis va de escucharse. Escuchar cada uno su propio dolor. Escuchar qué hay detrás de esas ganas de volver con el novio tóxico, de encontrar la calma en una cajetilla de cigarros o la imperiosa necesidad de volver a la normalidad. Escuchar lo que le angustia. Lo que le pesa. Lo que le pica. Lo que lo tiene hasta la madre. Primero abre una punta de hilo y con eso va desenmarañándose la historia de un sujeto. Una historia que sólo él sabe y que no obedece a una receta. Por eso es que se dice que el psicoanálisis sirve para tejer, para hacer del dolor una obra de arte.
Élisabeth Roudinesco refiere que en la actualidad los tratamientos médicos, las drogas (legales e ilegales) e incluso el culto a uno mismo a través de rutinas que moldeen cuerpos perfectos o estar en constante producción (por ejemplo ahora escombrando los rincones de la casa), son los métodos más recurridos para aplacar ya sea la tristeza, la apatía o ese vacío que nos toca la puerta, es decir que son remedios caseros pero no curan el malestar psíquico.
El coronavirus nos ha dejado ver cómo se ha buscado desesperadamente sobrevivir para impedir que la locura (tristeza o ansiedad) nos coma. Lo vemos matando el aburrimiento en los videos de TikTok, cocinando todo tipo de platillos, haciendo ejercicio en la sala o documentando el día a día. Eso está bien para el ocio. Pero más allá de eso, cuándo todo “vuelva a la normalidad” ¿cómo saber quiénes somos o si seguiremos siendo los mismos?
Joven Decadente | Ramón Casas (España, 1899)