Qué cosas tiene la vida
Los primeros días de mi secundaria solía pasar la hora del recreo escondida en la biblioteca del colegio. El primer libro que escogí al azahar fue Juan Salvador Gaviota. Tal vez fue la gaviota con las alas extendidas en medio del azul, plasmada en la portada lo que me habrá movido a sacarlo del librero. Las huellas del relato escrito por Richard Bach las condensé en “Castillos en el Aire”, la hermosa canción escrita por Alberto Cortez. Nunca supe si la composición de 1980 del argentino apelaba a la novela publicada en 1970. Hoy mismo lo googleé y no hallé rastro alguno.
Mentiría si escribo que recuerdo cada una de las páginas de mi lectura de hace 25 años. Lo que sí recuerdo era que la historia de esta gaviota “rara” a ratos hasta me hacía pensar en el “patito feo” que Hans Christian Andersen publicó en 1843. Y por esos días, ambas cosas me daban en el corazón.
“Castillos en el Aire”, como muchas otras canciones que Alberto Cortez regaló al mundo, es parte del repertorio musical cargado de melancolía que me legaron mi padre y su hermano (ambos nacidos el mismo día, pero en distinto año, por cierto). Yo era una niña pero al escucharla siempre experimentaba sentimientos encontrados. Hoy que las escucho, vuelvo a sentir esa mezcla de ilusión y aliento con velo de nostalgia y añoranza por eso que todos perdimos en la infancia. Son canciones que contaban historias de partidas pero también de sueños, de ventanas fabulosas, del duende de las cosas que tiene mucho que ver con el amor, de las raíces de árboles inamovibles como son nuestros padres, y también de los miedos a la vida que aún de mayores seguimos arrastrando, pero que no por ello, dejamos de caminar siempre adelante, ni tampoco de volar, por mucho que entre más alto, más duela la caída.
II
Tenía atorado a Alberto Cortez en las manos desde hace unas semanas, desde aquel día en que, mientras estaba en la cárcel, escuché “Camina siempre adelante” en la radio. Tras el asombro y el deleite, no prestaba atención a lo que el locutor decía. Me pareció extraño el hecho y de inmediato pensé: ¿habrá muerto y por eso ponen sus canciones? Un par de horas después leí la nota en un tuit. Qué triste. Por fin descansa en paz.
La última vez que lo vi en frente de mí habrá sido hace unos seis años, cuando una dependencia de gobierno tuvo a bien organizar una “Bohemia”, disque para recaudar fondos. Ese 1 de marzo de 2013 se le miraba cansado, con la rodilla a cuestas pero aún con vida en su imponente voz y en cada gesto del rostro con el que miraba con la paciencia de quien lo ha vivido casi todo.