Heli

Cuando le di seguimiento al Festival de Cine de Cannes de este año, me llamó la atención que una película mexicana abriera la muestra del séptimo arte en esa ciudad francesa. Después me inquietaron las noticias sobre el hecho de que la violencia retratada en el filme Heli hubiera ocasionado que algunos críticos y cineastas se salieran de la sala de cine. Y al final quede impresionada porque el creador de la cinta, el guanajuatense Amat Escalante, fue reconocido por el jurado encabezado por el afamado Steven Spielberg como el mejor director.

Con tamaño premio y con tal polémica, lo único que me quedo fue esperar a que la película se estrenará en las salas de cine de México. Eso sí… sabía que habría que tener los ojos abiertos porque tales productos siempre llegan con meses de retraso a nuestro país y con una o dos copias que sólo se exhiben por el par de semanas reglamentario y en horarios poco accesibles.

Y así es. Heli está por cumplir dos semanas en la cartelera de Puebla. Con solo dos copias: una en La Noria y otra en la sala VIP de Angelópolis. Con sólo tres proyecciones al día que obligan a un asalariado común a una de tres opciones: volarse la comida, fugarse antes de que concluya la jornada laboral o bien, desvelarse un poco.

Yo elegí la última opción, con todo y que dudaba que las imágenes que pudiera ver en Heli me dejarían un mal sabor de boca que podría extenderse hasta mis sueños o mejor dicho, mis pesadillas.

Quienes asisten al cine sólo por diversión y entretenimiento al fiel y puro estilo de Spielberg dirán que es una “espantosa película”. Sin embargo, resulta genial para quienes intentamos no cerrar los ojos ante la realidad que está consumiendo a México, a quienes nos duele pensar que en el norte y centro del país, los cadáveres colgados, las cabezas en las carreteras y la tortura de familias humildes que viven el “daño colateral” del crimen organizado es ya parte de la rutina.

Heli, es una cinta de ficción situada en una comunidad cercana a León, Guanajuato (donde nació el propio Amat). Parte de la idea romántica de una niña puberta de 12 años que es novia de un cadete militar. Nada alejado de la realidad, a él sólo le interesa el “faje”, mientras que ella lo ve como una ve a los hombres a esa edad, así que no duda en aceptar la propuesta de fugarse a Zacatecas para casarse y por fin completar el acto sexual.

Curiosamente, en la cinta no figura ningún narcotraficante como los vimos en El Infierno o Miss Bala. La violencia, la corrupción y el crimen parte de los propios militares, de las propias autoridades, hecho que aterra porque es nuestra triste realidad.

No voy a contar la película porque es obligado ver cómo las cosas se descomponen y van desencadenando situaciones que se viven en comunidades en medio de la nada de la mayoría de los estados donde gobierna el tráfico de drogas.

La fotografía es excelente y la dirección retrata el silencio que es testigo de lo que está pasando. Más allá de esta historia de ficción, lo que Amat Escalante quiere mostrar al mundo –entre otras cosas - es cómo en los propios hogares se consiente a seres que han perdido el gen de la sensibilidad y que así están educando a nuevas generaciones, además de cómo la condición humana va adecuándose al ambiente para sobrevivir bajo la simple, llana y trillada premisa: la violencia genera más violencia.

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