Veinte años después de que la invasión de Estados Unidos echara del poder a los talibanes, Afganistán vuelve a estar a merced de la milicia fundamentalista. Los insurgentes han rodeado este domingo Kabul desde todos los frentes antes de entrar finalmente en la ciudad, tras una ofensiva relámpago en la que ha conquistado en dos semanas una capital provincial tras otra (30 de 34), hasta hacerse con el 90% del territorio del país centroasiático. Poco después de que se anunciara por la mañana la toma de Jalalabad, cerca de la frontera con Pakistán y la única gran urbe que le quedaba al Gobierno fuera de Kabul, la milicia inició el asedio con la orden a sus miembros de que evitaran un derramamiento de sangre. La salida del país del presidente, Ashraf Ghani, conocida horas después, encarna la imagen de un Gobierno en vías del colapso un día después de que insistiera en “removilizar” sus fuerzas para detener un avance talibán que ha resultado imparable desde que lanzaron sus ataques en mayo, coincidiendo con el inicio de la retirada de las tropas de EE UU y sus aliados.
Abdullah Abdullah, el que fuera el gran rival político de Ghani, ha confirmado en medio de la confusión la salida del ya “expresidente” y ha criticado que dejara a su pueblo “en una mala situación”. La oficina de Ghani rechazó informar de su paradero “por seguridad”. Abdullah, que integra junto a otros líderes políticos un consejo de coordinación para intentar gestionar un traspaso de poder, ha pedido a los ciudadanos “paciencia para estos días difíciles”.
Horas después de su marcha, Ghani ha asegurado que se marchó para evitar “un derramamiento de sangre en Kabul”. El presidente afirma en un mensaje publicado en la red social Facebook que decidió dejar el país para evitar choques con las milicias fundamentalistas que habrían puesto en peligro a los habitantes de la capital.
De acuerdo con el portavoz habitual de los talibanes, Zabiulá Muyahid, han tomado la decisión de entrar en la ciudad después de horas apostados en los accesos para evitar “el caos y los saqueos” tras recibir información que aseguraba que las fuerzas de seguridad habían abandonado partes de la ciudad de Kabul y sus puestos de control. Los talibanes han anunciado la ocupación del palacio presidencial, lo que el Gobierno no ha confirmado.
El ministro del Interior en funciones, Abdul Sattar Mirzakawal, ha afirmado poco antes de conocerse la salida del mandatario que se avecina un traspaso pacífico del poder a un “Gobierno de transición”. En un mensaje de vídeo, ha dicho que los talibanes no atacarían Kabul como parte de un acuerdo. “La seguridad de la ciudad está garantizada, no será atacada (…), y el trato es transferir el poder pacíficamente al liderazgo de una Administración de transición, inshallah (si Dios quiere). Kabul está a salvo, pueden estar seguros”, ha dicho.
Suhail Shahein, un portavoz de los insurgentes, ha asegurado en declaraciones a la cadena británica BBC que la milicia busca una transición de poder pacífica que se produzca en los próximos días. “No queremos ni un solo civil afgano inocente herido o muerto mientras tomamos el poder, pero no hemos declarado un alto el fuego”, ha declarado, por su parte, un jefe talibán en Doha (Qatar), donde se estaban manteniendo conversaciones con el Gobierno para el cese de las hostilidades. Sin embargo, otros miembros de la milicia dijeron a la agencia Reuters que no buscan un Ejecutivo de transición tras su fulgurante victoria. En todo caso, los talibanes han lanzado llamamientos a la calma e insisten en que no pretenden una toma del poder violenta.
Estos anuncios, sin embargo, no evitaron que el miedo se apoderara de los alrededor de 4,5 millones de habitantes de Kabul, a los que se suman los miles de desplazados que han huido de otras zonas ante el avance de la milicia y se han instalado en parques y calles. En el recuerdo de muchos está el anterior régimen talibán entre 1996 y 2001, cuando se aplicó una interpretación rigurosa del islam por la que se impusieron castigos físicos como latigazos y amputaciones por delitos como un robo, y se obligó a las mujeres a cubrirse con el burka y se les prohibió estudiar desde los 10 años. Ahora, los fundamentalistas intentan dar una imagen de mayor pragmatismo y moderación.
La inminencia de la llegada de la milicia ha provocado escenas de pánico y grandes atascos. Muchos ciudadanos se han apresurado a ir a los bancos para sacar dinero en efectivo y han descubierto en ese momento que el Gobierno ha restringido la retirada a 2.000 dólares. Los habitantes de Kabul también han empezado a acopiar víveres en tiendas que también están a punto de cerrar por temor a una inseguridad prolongada, como ha ocurrido en el pasado cuando ciudad ha cambiado de manos.
Algunas calles están abandonadas, mientras que otras están congestionadas mientras la gente en automóviles se da prisa para llegar a casa -el Gobierno ha impuesto un toque de queda. “La gente tiene miedo de un posible saqueo generalizado por parte de hombres armados, delincuentes, secuestros, ataques y otros actos inmorales como las violaciones. Tememos que haya un vacío de poder”, ha afirmado Haji Imamd Dad, un funcionario de 48 años. En algunas zonas se han reportado ya saqueos menores y que dos policías han sido desarmados por una turba de jóvenes.
Las embajadas han acelerado la evacuación de su personal y las agencias de viaje han cerrado, según testigos. Se han cancelado vuelos nacionales e internacionales desde y hacia Kabul. Solo los aviones militares y las aeronaves de Estados Unidos y otras naciones de la coalición internacional que apoyaba al Gobierno han podido sacar a sus ciudadanos y diplomáticos, según varias fuentes.
Fuentes diplomáticas y medios locales apuntan a que Ali Ahmad Jalali, un antiguo ministro de Interior y académico que se formó en EE UU, podría encabezar un Ejecutivo interino de transición, aunque no está confirmado si los talibanes estarían de acuerdo.
Según varias fuentes, un grupo de líderes de la guerrilla ha llegado a entrar en el palacio presidencial para hablar con Ghani sobre un traspaso del poder, pero este ha abandonado finalmente el país. Los talibanes han exigido durante su ofensiva en la dimisión de Ghani, que hasta este domingo lo ha rechazado. Horas antes de su marcha, su oficina incluso ha tuiteado que “las fuerzas de seguridad del país, en coordinación con los socios internacionales, controlan la situación de seguridad en Kabul”.
La escala y velocidad del avance de los talibanes ha tomado por sorpresa a los afganos y a la alianza liderada por Estados Unidos, en las dos últimas décadas ha invertido 83.000 millones de dólares (70.400 millones de euros) en equipar y entrenar a un ejército gubernamental que en muchos casos ha entregado las plazas sin resistencia o ha huido ante los insurgentes, que se han quedado con su armamento.
“Veinte años después de la invasión, Estados Unidos está abandonando Afganistán y deja un desorden. No sabemos qué pasará con este país, pero todos hemos perdido la esperanza de mejorar la situación “, afirma Tajuddin, un comerciante de alfombras de Kabul. “El mundo y los afganos deben responsabilizar a los líderes estadounidenses de iniciar esta guerra y, sin encontrar la manera de ponerle fin, irse ahora dejando a Afganistán en una situación peor que antes de la expulsión de los talibanes”, opinaba en medio de la incertidumbre que reina en Kabul.
“Es hora de que los líderes afganos se reconcilien y formen un Gobierno aceptable para todos. Los últimos 42 años de guerra demostraron que nadie ganará luchando, así que es hora de que forjemos un acuerdo, vivamos juntos y construyamos este país “, terciaba Rashid Sorosh, un maestro de escuela.
Los talibanes están pidiendo a los afganos que no se marchen del país por miedo. El principal portavoz, Zabihullah Mujahid, ha insistido en que se ha ordenado a los militantes que permanezcan a las puertas de Kabul y que la capital será entregada pacíficamente. Los combatientes tienen instrucciones de evitar la venganza o atacar propiedades.
Los hospitales y el aeropuerto seguirán operando y los suministros de emergencia no se verán interrumpidos, ha asegurado también la milicia, según Reuters. Los extranjeros que se encuentran en Kabul podrán salir de la ciudad, si así lo desean.
Fuente: El País