ESPN informa que el Barcelona sufrió una noche de pesadilla en Valencia. Superado, en ocasiones bailado, derrumbado y derrotado por un Levante que le venció por 2-1, dejó su futuro en la Copa cuesta arriba y, acaso lo peor, dejó constancia de la dependencia absoluta que tiene Valverde de los cracks indiscutibles.
Se salvaron los muebles, el resultado, de penalti, casi al final, pero quedó una clara sensación de impotencia y tristeza, de no dar más de si por parte de varios jugadores que transitaron en plena mediocridad. Deberá remontar en campeón en el Camp Nou. Pero siendo probable que lo haga, el choque de Valencia dejó señalados a varios de sus protagonistas.
El entrenador, tal y como se reclamó desde principio de temporada desde muchos ámbitos, utilizó la Copa como banco de pruebas, apartó del escenario a casi todo el equipo titular (apenas podría hablarse de Semedo, Busquets, Vidal, Coutinho y Dembélé), revolucionó el once y el sistema al no disponer de un 9 puro por el 'castigo' a Munir... Y comprobó la cruel realidad.
El debut de Murillo no pudo ser más triste, el examen de Chumi no pudo salir peor, el calvario de Miranda, la inconsistencia de Coutinho, la invisibilidad de Malcom... Apenas solo la claridad de Aleñá y la electricidad de Dembélé se salvaron en un equipo absolutamente desconocido y superado por los acontecimientos, que encajó un gol en el primer remate a puerta y al que Cillessen salvó al menos de otros dos que pudieron conducir el resultado a un escándalo.
Cierto es que el Barça falló arriba, que Malcom tuvo dos buenas oportunidades que erró de manera difícil de entender y que, con el partido roto, ya en la segunda parte, pudo ocultar un tanto las carencias sufridas en la primera. Pero el resumen de su viaje a Valencia no podría ofrecer peores sensaciones.
SIN CRITERIO
El Barça no tuvo ni ocasión de tomar la medida al partido porque a los 4 minutos ya andaba por debajo en el marcador con el gol de Cabaco, que saltó a rematar mientras Busquets miraba y adelantó a un Levante que comenzó rápido a creer en su milagro particular.
Aquel 1-0, lejos de provocar reacción futbolística despistó aún más al equipo de Valverde, que comenzó a correr arriba y abajo sin criterio ninguno. En 10 minutos había perdido ya 12 balones; en 15 minutos ya sumaba 19 pérdidas y al final del primer tiempo acumulaba... 65. Lo nunca visto.
Coutinho, señalado por Jon Aspiazu, ayudante del técnico, antes de comenzar el duelo, respondió a la reprimenda ("esperamos más de él") completando un
partido para olvidar, especialmente en una primera mitad horrorosa, en la que dio la sensación, chistosa, de perder más balones de los que tocó.
De un error suyo, combinado con Miranda, nació el 2-0 anotado por Borja Mayoral a los 18 minutos, después de que Cillessen hubiera salvado, de casualidad, un gol seguro y que Boateng ya hubiera enloquecido a todo el mundo con su electricidad.
Sin orden ni concierto, con nervios y empequeñecido, el Barça agradeció llegar al descanso con ese sorprendente 2-0 y entendiéndose que reaccionaría con solvencia en la continuación...
SALVADOS POR LA CAMPANA
No mejoró casi nada en la segunda mitad. Siguió fuera de sitio el equipo de Valverde pero tuvo la fortuna de que el Levante dio un paso atrás, no le buscó, pareció conformarse y le dio vida en cuanto entró en juego Denis Suárez. El último de la fila, el que busca una salida, le devolvió la esperanza.
Se acercaba el final de la pesadilla cuando el mediocampista gallego, quien sabe si en su último partido como barcelonista, entró en el área por el costado derecho, desequilibró a dos zagueros del Levante y fue derribado por Coke, en un penalti claro que Coutinho transformó para acortar distancias.
El Barça salvó el resultado, perdiendo por la mínima, pero dejó una imagen muy alejada de lo esperado. Se le reclamó a Valverde rotar en la Copa, lo hizo y lo sucedido mostró una realidad preocupante.
La pregunta, ahora, es clara: ¿Volverá el entreandor a apostar por la segunda unidad en el partido de vuelta, o buscará la remontada con los cracks, Messi al frente?