¿Por qué está gustando tanto Narcos: México en Netflix?

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 03-12-2018

El primer capítulo de la cuarta temporada de Narcos se llama Camelot, y no es una decisión que sus guionistas hayan tomado a la ligera. Camelot no es sólo el bar donde van habitualmente los policías de Guadalajara a tomarse unas birras en la serie, sino también aquel lugar donde el Rey Arturo blandía su Excalibur y reunía a los caballeros alrededor de su gran mesa redonda. Pero resulta que en ese mismo bar beben tanto los defensores de la legalidad como los que la miran por encima del hombro sin remordimientos. Y es que, en este Camelot, ¿quiénes son los caballeros? El instinto nos haría decir la DEA y su lucha contra el crimen. Sin embargo, ¿no son los narcos quienes se sientan en círculo para intentar ponerse de acuerdo? ¿Y no es el protagonista del show, Miguel Ángel Félix Gallardo, una suerte de Arturo que se balancea entre el bien y el mal?

Gente, esto es Narcos: no existen ni las fronteras entre malos y buenos, ni entre ficción y realidad, ni entre insultar con un hijueputa o un hijos de la chingada. Una de las series que más crédito han dado a Netflix se mantiene firme en sus convicciones en la cuarta temporada, que por fin cambia de escenario, de Colombia a México, para seguir contándonos qué carajos pasóen Latinoamérica para que el tráfico de droga se convirtiese en uno de los fenómenos más corruptos, violentos y nocivos del mundo. Sí, la serie repite fórmula, que consiste en mitificar a los protagonistas de aquellas historias (habitualmente, a los más moralmente cuestionables, que acaban siendo ¿involuntariamente? icónicos) y construir un producto semidocumental con imágenes de archivo, un narrador y un dato numérico siempre a mano para entender mejor la magnitud de la tragedia. Caray, esta voz en off está informadísima de todo.

No sabemos si Arturo existió realmente. Aún se preguntan algunos si su castillo estaba en el norte de Inglaterra o en la imaginación acelerada del medievo. Qué importa ya. En el Camelot de Narcos, hay una indudable veracidad. Pero también una nada desdeñable voluntad de llenar los huecos que dejó la historia. Las licencias creativas de las que partió José Padilha cuando creó la serie hace unos años, y que siguen avanzando en manos de Eric Newman y Doug Miro. En el Camelot de Narcos, se reescribe la historia. Se convierte en mito, y, curiosamente, eso es lo que la hará resucitar en la memoria colectiva.

Si tú también tienes muchas preguntas sobre la nueva temporada, ponte cómodo. Aquí va nuestro análisis. Tan parcial como el propio show.

EL BILL GATES DE LA COCAÍNA

O el Rockefeller de la marihuana, o El Padrino, o el Jefe de los jefes, o el Henry Ford de las drogas. No se le acaban los nombres a Miguel Ángel Félix Gallardo, el indiscutible protagonista de este retorno mexicano de Narcos. Bueno, por detrás del narrador, claro. Él es el puto amo. Félix Gallardo, tal y como nos cuenta el show, empezó siendo un policía en su ciudad, Sinaloa, y acabó metiéndose en el negocio del cultivo de marihuana tras la muerte de Pedro Avilés en 1978. Tanto él como Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo (alias Don Neto) tomaron el testigo del narco y lo llevaron hasta la última de sus consecuencias: a principios de los años 80 ya habían fundado la organización de distribución de droga más grande del mundo. El Cártel de Guadalajara supuso un antes y un después en el narcotráfico, y el objetivo de esta temporada es hacernos entender su importancia.

Efectivamente, podrían haber añadido un subtítulo que rezase Los pioneros del narcotráfico y sería completamente verídico. Ellos las rutas desde Sudamérica hasta Estados Unidos y Europa, pasando por México, y modernizaron un sistema destinado a amasar millones, y a generar la misma cantidad de adictos. La misma cantidad de vidas destrozadas y muertes por sobredosis, desde entonces hasta nuestros días. Y sigue. Igual habría que recordarlo de vez en cuando. Indudablemente, Félix Gallardo entendió bien cómo funciona el mercado, y también que aquellos que ya ostentan posiciones de poder están dispuestos a hacer la vista gorda -e incluso ayudar- si les llenas suficiente los bolsillos. Y es que esa visión de la corrupción no ha variado en el viaje de Colombia a México: los aliados de los narcos se nos siguen mostrando en todas las instituciones. Hasta las más altas.

Según cuenta The Guardian, y no nos sorprende escucharlo, el enfoque de la serie partió de un diario personal del personaje interpretado por Diego Luna, que se publicó parcialmente en 2009 en la revista Gatopardo. En él, al parecer, el narco no se corta un pelo y apunta con el dedo a todos los políticos, policías o banqueros que le ayudaron a convertirse en uno de los más célebres criminales del país. Asegura, además, que quería llevar sus negocios ilegales de forma tranquila -por supuesto-, con la menor violencia posible. La construcción del personaje sobre la pantalla apunta inequívocamente en esta dirección: el mito del hombre de negocios implacable, pero con muchos claroscuros que nos hacen ver que, detrás de toda la fachada, hay un hombre con sentimientos y cierta conciencia.

De esto mismo hablaba Luna en una entrevista para Esquire, donde aseguraba que “es muy importante no hablar de las cosas como si fueran en blanco o negro”. Y seguía: “Nadie es sólo “malo”: amor, celos, ambición, arrepentimiento, todas esas cosas están ahí y tienen razones, puede que no estés de acuerdo con ellas, pero como actor tienes que entender esas razones para representar a un personaje”. También afirmaba que tanto él como Enrique Camarena (el personaje de Michael Peña) son víctimas del sistema del tráfico de drogas. Aunque, bueno, quizás “víctima” no sea la palabra adecuada para el primero.

Fuente: esquire

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