Francia ha perdido a Albert Uderzo, uno de los creadores más potentes de su imaginario colectivo y un referente de la cultura francófona. El coinventor de Astérix -junto a René Goscinny, fallecido en 1977-, ha muerto de una crisis cardíaca, no vinculada al coronavirus, en su domicilio de Neuilly-sur-Seine, junto a París. El dibujante se sentía muy fatigado desde hacía unas semanas, según informó su familia.
Las aventuras de los irreductibles galos durante el periodo romano su publicaron por primera vez el 29 de octubre de 1959 en el semanario ‘Pilote’. Luego, durante sesenta años, las historias imaginadas por Uderzo y Goscinny se convirtieron en una seña de identidad francesa, al construir un mito sobre cómo se forjó la nación. Se calcula que se han vendido 380 millones de ejemplares de las 38 series de Astérix, traducidas en 111 lenguas.
El último álbum, ‘La hija de Vercingétorix’ fue realizada por Jea-Yves Ferri y Dicier Conrad y salió a las librerías en octubre del 2019, coincidiendo con el 60 aniversario de la creación del personaje de cómic.
Uderzo nació en Fismes, en el noreste de Francia, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. De niño soñaba con ser payaso. Se aficionó al cómic leyendo las aventuras Mickey Mouse en las páginas de ‘Le Petit Parisien’. Dada su habilidad para el dibujo, de muy joven comenzó a colaborar ya para varias publicaciones.
Durante la II Guerra Mundial residió un tiempo en la Bretaña rural, y ese ambiente y las personas que conoció le influyeron luego para situar años después la aldea de Astérix e inspirar el carácter de sus habitantes. Después de la contienda, Uderzo trabajó en un estudio de animación que produjo un cortometraje.
Pareja de éxito
En 1951, Uderzo conoció a René Goscinny, que había trabajado en Estados Unidos. Ambos congeniaron de inmediato y descubrieron una pasión común por Walt Disney, el Gordo y el Flaco y las tiras de cómic. Goscinny declaró en una ocasión que se trató de una especie de “flechazo” profesional. A partir de entonces decidieron trabajar juntos, a caballo entre París y Bruselas, en un espíritu fraternal.
Uderzo nació en Fismes, en el noreste de Francia, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. De niño soñaba con ser payaso. Se aficionó al cómic leyendo las aventuras Mickey Mouse en las páginas de ‘Le Petit Parisien’. Dada su habilidad para el dibujo, de muy joven comenzó a colaborar ya para varias publicaciones.
Durante la II Guerra Mundial residió un tiempo en la Bretaña rural, y ese ambiente y las personas que conoció le influyeron luego para situar años después la aldea de Astérix e inspirar el carácter de sus habitantes. Después de la contienda, Uderzo trabajó en un estudio de animación que produjo un cortometraje.
Pareja de éxito
En 1951, Uderzo conoció a René Goscinny, que había trabajado en Estados Unidos. Ambos congeniaron de inmediato y descubrieron una pasión común por Walt Disney, el Gordo y el Flaco y las tiras de cómic. Goscinny declaró en una ocasión que se trató de una especie de “flechazo” profesional. A partir de entonces decidieron trabajar juntos, a caballo entre París y Bruselas, en un espíritu fraternal.
En 1959, Goscinny y Uderzo son nombrados en editor y director artístico de la revista de cómic ‘Pilote’, en cuyo número 1 apareció por primera vez Astérix. En 1961, se publicó su primer álbum, ‘Astérix el galo’. Juntos, firmaron 24 ábumes y, al morir Goscinny en 1977, Uderzo hizo también los guiones,, legando hasta el álbum 34. Desde el 2013, el personaje lo realizan el dibujante Didier Conrad y el guionista Jean-Yves Ferri, con la supervisión de Uderzo, y han publicado ya cuatro títulos, el último de ellos ‘’La hija de Vercingetótix’ (2019).
En una entrevista con ‘Le Figaro’, hace unos años, Uderzo explicó que el secreto del éxito tan longevo de la saga de Astérix se debe “a la novedad”, al hecho de que él y Goscinny lograron siempre colmar las expectativas de los lectores, que reclamaban encontrar los ingredientes ya conocidos, una familiaridad que les daba placer, pero a la vez incorporar argumentos novedosos y sorprendentes.
Fuente: La Vanguardia