No es la primera vez, recuerda en conversación con Efe Jack Lang, el ministro socialista de Cultura que impulsó el proyecto en los años ochenta, que un gran monumento despierta la furia ciega de los puristas antes de pasar a engrosar la nómina de los símbolos de París.
"Nos decían que estábamos asesinando un palacio de la época de Felipe Augusto", rememora Jack Lang, que convenció al presidente François Mitterrand de llevar adelante el proyecto contra viento y marea.
La pirámide, que atrajo todas las críticas, era el elemento central de una profunda transformación del museo, algo anquilosado, que prestaba una de sus alas laterales al Ministerio de Finanzas y otra zona a un aparcamiento.
El proyecto arquitectónico consistía en dotarle de un gran vestíbulo que diera acceso a las diferentes alas del museo. "Para ese fin, la pirámide era como una evidencia", asegura Jack Lang, que recuerda que la primera vez que vio el monumento acristalado no se sorprendió.
Cuando en 1984 se filtró la maqueta, arreciaron los ataques. "Me criticaban a mí, pero muchos querían debilitar al presidente", asegura Jack Lang, el ministro socialista de Cultura que impulsó la remodelación: "Nos permitió popularizar el proyecto, explicarlo mejor, contar que se trataba de una reforma más profunda".
La prensa se ensañó con el presidente François Mitterrand, a quien acusaron de querer convertirse en el "primer faraón" de Francia, recuerda el exministro de cultura de la época, Jack Lang.
La pirámide acristalada es un poliedro de 1.000 metros cuadrados de base, más de 21 metros de altura, sustentado en una estructura de 95 toneladas de acero, un chasis de 105 toneladas de aluminio y recubierta de 673 rombos de un cristal especialmente compuesto para preservar su transparencia con el paso del tiempo.
El arquitecto Chien Chung Pei, que colaboró con su padre en el diseño, recuerda ahora que "el problema era político, no de arquitectura". "Tuvimos dudas, pero siempre contamos con el apoyo fuerte del presidente", rememora en declaraciones difundidas por el museo.
El actual director del museo, Jean-Luc Martinez, sostiene que "desde el primer momento fue un éxito, dio la impresión de que siempre estuvo ahí, de que no era un apósito".
La idea revolucionó el museo. Antes de la pirámide, el Louvre recibía unos dos millones de visitantes anuales. El año pasado se superaron los 10 millones.
Fuente: el país