Xipe Tótec (‘nuestro señor el desollado’) era uno de los dioses más importantes de la época prehispánica. Su influencia en la fertilidad, la regeneración de los ciclos agrícolas y la guerra, fue reconocida por numerosas culturas del Occidente, Centro y Golfo de México, sin embargo, nunca se había encontrado un templo asociado directamente a su culto.
Por tal razón destacan dos altares de sacrificio, tres esculturas en piedra y diversos elementos arquitectónicos localizados en un basamento piramidal de la Zona Arqueológica de Ndachjian–Tehuacán, en Puebla, los cuales confirman que esta antigua ciudad resguarda al primer templo dedicado a tal deidad hasta ahora descubierto en el país.
Para la arqueóloga Noemí Castillo Tejero, directora del Proyecto Sur del Estado de Puebla Área Central Popoloca, la asociación es manifiesta no sólo porque las esculturas —que representan dos cráneos desollados y un torso cubierto con piel de sacrificio— personifican a Xipe Tótec, sino porque el edificio, que habría sido usado entre los años 1000 y 1260 d.C., coincide en características con los sitios sacrificiales descritos por las fuentes documentales.
La investigadora emérita del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) añadió que la construcción se localiza al oeste del Conjunto Central de Ndachjian (en popoloca, ‘agua dentro de la olla’ o ‘dentro del cerro’) y tiene 12 metros de largo por 3.5 de altura, de acuerdo con lo que pudo conocerse en la temporada de exploraciones.
El hallazgo, además, se registró luego de que en anteriores temporadas se localizaran restos de esculturas de esa misma deidad en un par de altares bajos que se ubican frente al templo en cuestión, y que ahora se exhiben en el Museo de Sitio de Tehuacán.
“Asimismo, la meta fue terminar la restitución del Gran Muro Norte, que enmarca la Plaza A del Conjunto Central, e iniciar la exploración en los montículos que delimitan a este amplio espacio por el oeste”.
Pero dado que en la arqueología “sabes dónde vas a iniciar pero no cuándo vas a terminar ni qué encontrarás”, la sorpresa del equipo —formado por los arqueólogos Luis Alberto Guerrero Jordán y Gustavo Coronel Sánchez, además de la antropóloga física Maritza Ángeles Sánchez— fue ubicar mediante calas hechas en la explanada que precede al edificio, la primera de las dos esculturas de cráneos de roca volcánica.
Asistidos por 35 trabajadores de San Diego Chalma, los especialistas liberaron el cráneo y, a poca distancia, ubicaron un cubo estucado y decorado con color rojo, y el arranque de la escalinata que daba acceso al basamento piramidal de un templo.
Al continuar la exploración sobre la trayectoria norte del muro, se encontró un cubo adicional con pigmento rojo, el segundo de los cráneos de piedra y el citado torso esculpido de Xipe Tótec; este último ‘matado’, es decir, fragmentado ritualmente, por lo que no se descarta que en lo sucesivo pueda hallarse la cabeza, brazo derecho y pies (como ha sucedido con otras representaciones de esta deidad descubiertas en el área).
Noemí Castillo indicó que la asociación del torso fue identificada por el arqueólogo Luis Alberto Guerrero, quien reconoció en la espalda de la figura una serie de acabados que simulan los amarres de la piel con la que Xipe Tótec se ataviaba, y un faldellín de plumas, rasgo poco frecuente en las representaciones de este dios prehispánico.
“Escultóricamente es una pieza muy bella. Mide aproximadamente 80 centímetros de alto y tiene un agujero en el vientre que se usaba, de acuerdo con las fuentes, para colocarles una piedra verde y ‘dotarlas de vida’ para las ceremonias”.
Otro detalle está en el brazo izquierdo, el cual tiene una mano derecha colgada hacia atrás. La arqueóloga anotó que no es una equivocación del artesano, porque simboliza la mano del sacrificado que “quedaba colgando” luego del desollamiento ritual.
Cada uno de los cráneos de piedra mide aproximadamente 70 centímetros de alto y pesa alrededor de 200 kilogramos; también se encontraron ‘matados’ según lo atestiguan respectivos cortes hechos a la nariz. La investigadora teoriza que pese a que las dos obras representan a un desollado, habrían sido producidas por artesanos distintos dado los contrastes en sus facciones y mínimas diferencias de tamaño.
Fueron esculpidas en piedra volcánica (posiblemente riolita) que es ajena a la región, por lo que se cree que si bien eran de material importado, se tallaron in situ dado que no muestran daños que quizá habrían sufrido durante su traslado, tomando en cuenta los escasos medios de transporte de la época.
Destacó que los cráneos son los primeros que se localizan en Ndachjian como elementos aislados y tallados en roca; en otras ocasiones se han hallado como parte de esculturas, hechos con barro, o funcionan como clavos arquitectónicos de algún vestigio.
Se espera que las esculturas, junto con otros materiales de cerámica y obsidiana recabados en la temporada de campo, puedan ser estudiadas a profundidad para indagar antigüedad, materiales y manufactura, en aras de incorporarlas finalmente al recorrido del Museo de Sitio de la zona arqueológica.
LUGAR SAGRADO, AÚN POR EXPLORAR
Una de las fiestas más importantes del México antiguo era el Tlacaxipehualiztli (en náhuatl, ‘ponerse la piel del desollado’). Se efectuaba comúnmente en dos altares circulares: en el primero se sacrificaba a los cautivos mediante combates gladiatorios o flechamientos; y en el segundo se hacía el desollamiento para glorificar a Xipe Tótec, un proceso en el que los sacerdotes se ataviaban con la piel del individuo, la cual depositaban ulteriormente en pequeños hoyos hechos en las explanadas, frente a los altares.
Lo anterior pondera la importancia que para el equipo de arqueólogos liderado por Noemí Castillo, tiene haber hallado ambos altares de sacrificio en el basamento piramidal, e incluso dos agujeros en el suelo (frente a los altares) que estaban rellenos de tierra —a modo de clausura—, y que estaban debajo de los cráneos de piedra.
“Esto indica que los cráneos clausuraban los huecos”, comentó la arqueóloga al subrayar que el basamento piramidal explorado, lo mismo que los altares circulares —uno al norte: de 3.02 metros de diámetro por 88 centímetros de alto; y otro al sur: de 3.18 m de diámetro y 78 cm de altura— pertenecen a la subestructura de un templo mayor dedicado a Xipe Tótec, que habría funcionado entre 1260 y 1456 d.C.
En este sentido, remarcó, los edificios de Ndachjian tienen varias etapas: la primera ocurrida entre los años 900 y 1260 d.C.; la segunda, que coincide con el auge de éste y los otros tres grandes señoríos popolocas (Tecamachalco, Tepeji y Coixtlahuaca), y la tercera y comúnmente inconclusa que corresponde a mediados del siglo XV.
En esa época, aunó, Moctezuma Ilhuicamina y Ahuízotl conquistaron y desplazaron a las capitales popolocas. En Tehuacán (nombre que los mexicas impusieron a Ndachjian) forzaron a sus habitantes a trasladarse al valle de Calcahualco, ignorando al majestuoso recinto sagrado popoloca, ubicado en una meseta al pie del cerro Colorado.
Los arqueólogos confían que en la próxima temporada de campo puedan conocer los cuerpos superiores del basamento piramidal o incluso el altar que habría funcionado durante la segunda etapa y al que corresponderían los cráneos de piedra.
Lo que se ha explorado de la subestructura del Templo de Xipe Tótec se encuentra consolidado, así como los altares circulares protegidos por un muro seco. Cabe precisar que en ambos se liberó solo la mitad de su circunferencia, porque sobre ellos se construyó la escalera de la segunda etapa constructiva de la pirámide.
Noemí Castillo concluyó que si bien los altares tienen buen estado de conservación, aún es temprano aseverar si se mantendrán a la vista del público, o se cubrirán una vez que se explore la totalidad de la estructura.