Los museos pueden dar miedo pero si nos adentramos en ellos con la mente abierta, la magia se abre ante nuestros ojos. Con esta frase empieza cada uno de los ocho episodios de la serie El arte de los museos (disponible en Filmin desde el 12 de septiembre), narrada e hilada por Matt Loddor, profesor de Historia del arte en la universidad de Essex. Cada capítulo dedicado a un museo del mundo, cada museo guiado por algún artista famoso que lo ha elegido por su relación particular con él. Y como conectores, otros artistas invitados que hablan de arte, historia, arquitectura y gustos personales.
La artista Julie Mehretu (una de las artistas mujer vivas mejor pagadas del mundo) nos lleva por el museo que le dedicó su primera exposición individual: el Solomon R. Guggenheim en Nueva York, un lugar que en sí mismo ya es una obra de arte, “una espiral excéntrica”, comenta Norman Foster, “una gran experiencia espacial” que hizo replantear el papel del museo moderno como no solo un lugar para mostrar la obra final, sino en el que el proceso también cobra importancia.
Como primer episodio de la serie, este marca ya la estructura narrativa: cada guía invitado elige tres o más obras importantes del museo que analizará desde su gusto personal y con datos históricos. Además, otros invitados (Marina Abramovic, Norman Foster…) comentarán sobre la historia e importancia del lugar.
En el Guggenheim, por ejemplo, destacan el papel de las dos mujeres que lo hicieron posible:Hilla von Rebay, quien introdujo a los Guggenheim en el arte moderno y les llevó a Europa a comprar el Kandinsky con el que empezaron su colección: Composición Ocho (1923); y, por supuesto, Peggy Guggenheim, sobrina de Solomon, mecenas y quien animó y sostuvo a artistas hoy fundamentales, como Jackson Pollock.
El novelista Karl Ove Knausgård es el guía en el Museo de Munch en Oslo; la artista Katherine Grosse nos lleva por la Antigua Galería Nacional de Berlín; el fotógrafo Erwin Olaf es el que nos descubre el Rijksmuseum en Ámsterdam; el diseñador Wolfgang Joop se deleita en los Uffizzi; la coreógrafa Sasha Waltz disfruta y baila ante las obras maestras de la pintura francesa en el Museo d’Orsay de París; la soprano Joyce DiDonato se queda atónita ante Las Meninas en el Prado y Vivienne Westwood exhibe su filosofía punk ante los Rubens y Caravaggios del inmenso Museo de Historia del Arte en Viena, un lugar al que tiene mucho cariño porque en la ciudad, cuando estuvo dando clases, conoció a su actual marido.
La diseñadora británica quizá es la más divertida y peculiar para descubrirnos algunas de sus obras favoritas, como Helena Fourment saliendo del baño,de Rubens; o Los cazadores en la nieve,de Brueghel el viejo. Obras, aunque muy diferentes que para ella guardan algo en común: “la representación más verdadera de la realidad”. “Nos da perspectiva, aunque sea la mirada del artista”, dice Westwood, que arranca su episodio con un mensaje impreso en una de sus características camisetas: “Buy less”. Compra menos. “Lo mejor que he escrito nunca. Nuestro sistema económico se basa en el consumo, ese es el problema”, dice. “En una galería no hay consumo, es cultura, tienes que invertir en ella”.
Su filosofía ante los museos es la de gozo puro y también disfrute existencial. Son lugares que le hacen reflexionar sobre la brevedad de la vida, por esas instantáneas de belleza, como la de Helena Fourment, o vida cotidiana, como la de Brueghel. Momentos que detienen el tiempo del pasado y nos recuerdan nuestras “obligación y responsabilidad con ese pasado”. “Comparándonos quizá [con ese pasado] podamos crear un mundo mejor”, dice esta Dama británica.
A través de estos guías, la serie quiere desmitificar los museos, acercarnos a ellos como lo haríamos (o querríamos hacer) nosotros. Y lo consigue también contando la historia detrás de cada uno y abriéndonos puertas que normalmente no podemos ver, como las salas o laboratorios de restauración del Prado, del museo de Viena… En la pinacoteca madrileña, por ejemplo, Norman Foster también enseña y explica los planos de la obra de ampliación en la que trabaja “para hacerlo más accesible, un imán para que atraiga a la gente a entrar”.
Ese es el fin, perder miedo a estos lugares de grandes galerías, infinitas obras de arte y muchas historias detrás de cada una de ellas. Lugares donde la magia sí ocurre.
Fuente: Condé Nast Traveler