El Universal reporta que las comunidades nahuas de Puebla consideran que existe una "vida paralela" después de la muerte y los pobladores de Cuacuila, Huauchinango, en la Sierra Norte, hacen referencia al Miktlan, lo cual se percibe en "El inframundo nahua a través de su narrativa", libro de reciente publicación y una de las novedades editoriales que se presenta en la "Fiesta del Libro y la Rosa".
El citado libro es un trabajo colectivo, pero estudiado y coordinado por el etnólogo Iván Pérez Téllez, donde según investigaciones, "los difuntos tienen una existencia paralela y especular -semejante a un espejo- en un espacio-tiempo que les es propio: se trata de okse tlaltikpak, otra tierra, otro mundo".
La mitad del libro recoge 16 relatos de hombres y mujeres nahuas de Cuacuila. Ellos narran desde qué sucede con aquellos que no quieren participar en Todos Santos, cómo es el Miktlan y los animales que ahí se encuentran, qué se debe llevar al llegar, hasta qué otros destinos post mórtem aguardan a los nahuas.
Entre estos resalta el relato de don José Mata, él comenta que a los chamanes "los llevan directamente los que truenan, los que relampaguean, los que juegan, los que como ahora vienen con la neblina y tú los andas acompañando. Como si todavía siguieras trabajando con ellos. Te van a llevar allá al cielo, a los cerros".
También se mencionan tres lugares en el Tlalitek ("en el vientre de la tierra"): el Miktlan, el Tlalokan y el Akpateko. Mientras, la morada de los humanos es el Tlaltikpak que quiere decir "encima de la tierra".
Según el libro; de Miktlan retornan los ancestros cada año para asistir a la festividad de mihkailwitl y hacia allá se dirigen cuando mueren en el mundo humano, cuando se mudan de Tlaltikpak.
"Es un devenir constante, una interacción entre estos dos mundos que termina por estructurar una relación singular entre los nahuas y sus muertos, entre los humanos y los no-humanos", agrega Pérez Tellez.
Es decir, "en la ontología nahua no existe una compresión biológica de la muerte, sino que se le considera un proceso más que un hecho dado, acaso igual que la vida", resaltó.
El etnólogo recuerda que su encuentro con esta comunidad de Cuacuila, es desde hace 15 años, cuando llegó aún siendo estudiante, pues el lugar siempre ha tenido fama por el trabajo de sus curanderos.
En sus investigaciones, Iván Pérez se acercó a los rituales que acompañan el deceso de una persona nahua, así como a los relatos que permitían comprender la parafernalia que se dispone para el Día de Todos Santos.
"Quedé sorprendido ante el esfuerzo invertido por los familiares para que el tonalli (alma) del difunto se integre de buena manera al Miktlan (mundo de los muertos) y no afecte a sus familiares o a la demás gente del pueblo. En resumen, me enteré de que realizan cinco procedimientos rituales, entre vernáculos y católicos, con motivo de una defunción".
Si bien los nahuas de Cuacuila cumplen con las ceremonias funerarias que indica el catolicismo -la velación y sepultura del difunto, el novenario, la "levantada de la cruz" y el cabo de año (oficio religioso que se realiza un año después de la muerte de la persona)-, los ritos "vernáculos", obedecen a una lógica distinta cuya raigambre procede de la Mesoamérica prehispánica.
En un comunicado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) agregó que el texto será comentado este 24 de abril, a las 18:00 horas, en la Carpa de las Letras montada en el Centro Cultural Universitario de la UNAM.
Fuente: http://www.eluniversal.com.mx/cultura/2015/nahuas-puebla-inframundo-1094874.html