Entre surcos de fértil tierra negra, don Guillermo Ortiz ha luchado año con año por mantener viva una de las tradiciones más antiguas de la cultura mexicana. Sus manos callosas y con rastros de tierra muestran el paso de sus 58 años rodeado de semillas, flores y frutos.
Originario de Atlixco, Puebla, se ha dedicado a la siembra de cempasúchil al igual que su padre, abuelo y todos sus antepasados, recuerda. Sin embargo, los tiempos han cambiado y el poco apoyo gubernamental, las flores de invernadero y el desinterés de las nuevas generaciones de seguir con esta tradición, han sumido en una crisis a productores. "Nosotros lo hacemos más para que esta tradición no muera, porque lo que es dinero hace años que ya no sacamos nada".
Atlixco es uno de los mayores exportadores de flor de cempasúchil a nivel nacional. Desde sus extensos campos se logran ver las nevadas crestas del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, las aguas que recorren sus relieves son las mismas que se usan para regar las flores.
A don Guillermo le ayudan dos personas a cuidar cerca de una hectárea de tierra, la cual fue plantada con sus ingresos. La tradición marca que las semillas de la flor sean sembradas los últimos cinco días de junio.
"Aquí el dinero viene enteramente de uno; como no es ganancia segura, el gobierno municipal no nos ayuda con nada, y eso sí, cada campaña prometen que la cosa va a cambiar", señala.
Ocho de cada 10 toneladas de cempasúchil que se comercializan en el país provienen de esta entidad; sin embargo, las nuevas generaciones han optado por comprar cempasúchil en macetas, provenientes de invernaderos, que al ser plantíos donde se regula el regado, luz y se evitan los cambios bruscos de temperatura, así como las granizadas, los gobiernos estatal y municipal prefieren inyectar más ingresos a estos productos que prometen ganancias más seguras.
"Aunque sea una planta que no crece y muere para finales de noviembre, la gente se deja llevar porque es de maceta", comenta.
Estos invernaderos son otro fuerte impacto a los floricultores que siguen las prácticas de sus antepasados, en las que esperan las lluvias, el sol, el abono natural que brinda la ceniza de los volcanes y que temen al granizo y las tormentas. "Mucha agua daña las flores, produce humedad y hace que salgan hongos, el chahuistle".
Rogelio Pérez Solís trabaja desde hace varios años con don Guillermo. Originario de Hidalgo, viene a Atlixco por temporadas. A simple vista se ve más joven, pero sus manos delatan que es más grande; ellas son prueba de su trabajo y el esfuerzo, marcadas con la tierra.
Cuando no es tiempo de cempasúchil, siembran rábano, calabazas o alguna otra flor. Mientras esperan la temporada, los jornaleros regresan a sus pueblos, no siempre cercanos a Atlixco, donde cuidan sus tierras o crían animales.
La flor de cempasúchil requiere de ciertos cuidados. Para finales de junio, la semilla se siembra en canoas -macetas alargadas- y se espera a que broten, para después ser trasplantadas a los terrenos de siembra. Una vez que crecen, a finales de octubre, comienzan con el corte.
Los jornaleros, que vienen de estados cercanos a Puebla, son gente sencilla, de manos maltratadas y piel tostada.
La mayoría de los que riegan la tierra con agua de río son mayores de 25 años, de otros estados, pues los jóvenes de la región ya no están interesados en esta tradición.
"La agricultura ya no es tan prometedora como antes, puede que nos dé de comer, pero no más. Los hijos mejor se dedican a estudiar carreras, quieren ser ingenieros; saben que eso es más seguro", afirma don Rogelio.
Considera que han dejado de creer en el campo, entre otras cosas, por las promesas de los candidatos que son olvidadas una vez que llegan al poder, como otorgar créditos, entregar ayuda en especie como abonos o herramientas o simplemente mayor difusión de sus productos.
Antes era común que los floricultores cargaran sus camionetas con productos para ir al mercado de Jamaica o a la Central de Abasto en el DF para venderlos. Ahora las ganancias se quedarían en el gasto de viáticos y pago de suelo.
Quien sigue la tradición es la gente mayor, afirma, como parte de la costumbre de poner ramos en los altares y deshojar flores para trazar caminos o elaborar alfombras figureadas.
"Es como si no valoraran nuestro trabajo, empezando por el gobierno, porque son los que más nos ignoran", afirma Arturo Hernández, un jornalero de 30 años de edad. "Somos los que primero nos levantamos, hay que regar, limpiar de maleza. Es trabajar sin saber si sí va a salir o se va a echar a perder con las granizadas; es jugar a los albures", compara.
Flor de Perú
La flor de cempasúchil en México es para uso ornamental, en específico para las celebraciones de Todos Santos y Día de Muertos, no se utiliza con otros fines. "Tenemos cinco días para sacar todo. Para el 1 lo que se vendió, se vendió", dice don Guillermo.
Sin embargo, según documentos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), países como Perú han comenzado a producir la flor para procesarla como alimento para pollos, la cual exportan a nuestro país. "Aquí también trataron de procesarla, pero nos querían pagar a mil pesos la tonelada; para juntar eso hay que cortar toda una hectárea y así ya no conviene", señala don Guillermo.
La venta de flor en el mercado de Jamaica comienza el 26 de octubre; Puebla, Guerrero, Estado de México y Veracruz son los principales distribuidores. Según el gestor de la Mesa Directiva de la Asociación de Comerciantes de este centro, José Luis García, las ventas se incrementan 50%, por lo que es la fecha más importante, seguida por el 10 de mayo. "Son los comerciantes de aquí los que viajan a Puebla a comprar la cempasúchil", afirma.
Para el 31 de octubre, el día más fuerte de venta, el "moño" -un paquete de unos cinco kilos- se vendió hasta en 50 pesos, el ramo en 20 pesos y la de invernadero en 25 pesos.
Fuente: http://www.eluniversal.com.mx/estados/2014/cempasuchil-se-marchita-ante-crisis-cultural-1050931.html