Todo pasó rápido en la vida de Sergio Gabriel Martínez. Como un sorpresivo y certero cross al mentón. Como un furioso combate a doce rounds. Y sólo él, al compás de sus mejores golpes y sus caídas más dolorosas, pareció capaz de descifrarlo. En un par de años logró casi todo: gloria deportiva, dinero, fama mundial, status de celebridad, un lugar en las consideraciones populares. Y también supo ser víctima de la filosofía exitista que se devora hasta a los ídolos. Sin reparar en el tiempo, en sólo dos peleas sintió como, de aspirante a héroe, pasó a ser blanco de críticas despiadadas.
Hoy, casi un año después de haber perdido el título mundial mediano ante Miguel Cotto y con el traje de boxeador en desuso, Maravilla parece haberse convertido en un ciudadano anónimo, inadvertido. A su alrededor ya no está el séquito de obsecuentes. La heterogénea Buenos Aires ayuda a disimular toda una trayectoria de magnificencias que se resume en la soledad de un hombre joven con ganas de vivir otras experiencias, mientras aprovecha a curarse las heridas de 20 años expuesto a los golpes de pugilismo profesional.
"Me siento bien, muy feliz. A pesar de haber perdido mi última pelea y tener una pierna destrozada, estoy pletórico", comenta. Sin embargo, en su rostro se observa una especie de hastío por volver a entrenarse y sus respuestas, largamente meditadas, indican, sin dudas, el inminente retiro. "A veces me pregunto para qué seguir? Ya cumplí 40 años, se me notan las arrugas y el pelo se me está cayendo. Ya soy un ex boxeador, mi rodilla está destrozada. Sin embargo, el ego no me deja comprender que hay un ciclo para respetar, que ya no puedo jugar un picadito al fútbol con mis amigos, como cuando era pibe. Menos puedo volver a pelear en el primer nivel. La decisión final ya la tengo tomada, pero en unas semanas tengo la última reunión con los médicos y ahí lo anunciaré", espeta Sergio Martínez apenas arranca el diálogo con la nación en el Buenos Aires Gran Hotel, en Recoleta.
-¿Es difícil despojarse de la investidura del ídolo ?
- Eso de ser el ídolo me llegó de grande, por suerte siempre tuve en claro lo traicionero de ese papel. Una vez, Guardiola, en una entrevista, dijo: "Esperá que pierda y después hablamos". Y lo mío es así, fui ídolo mientras fui campeón... Ahora pasaré a ser referente para algunos o un simple mediático para otros. .. La victoria, el éxito, tiene muchos amigos, las derrotas los espanta. Martínez lo sintió en carne propia tras la caída ante Cotto, en el Madison Square Garden, en 2014. " Los que estaban preocupados por hacer negocios se borraron. Es algo lógico, va ligado al éxito. Los amigos que siempre me quisieron de corazón, siguen estado firme al pie del cañón.
-¿ Cuánto te dolió que hayas pasado de héroe a villano en sólo dos peleas?
- No hinché el pecho el día que gané, por qué lo voy a hundirlo el día que perdí. No sé qué clase de enfermedad tenemos en nuestra sociedad para estar más preocupado en la vida de los demás. Pero eso vende y la sociedad lo compra.
La desilusión, el desengaño, acaso lo llevó a refugiarse en el stand up y su espectáculo "Me dicen Maravilla" para olvidarse del boxeo. Pero lo desmiente.
Del boxeo jamás voy a olvidarme, me dio todo lo que soy hoy. De lo que tengo que comenzar a despegarme es de su práctica, porque mi físico no da más...
Acaso caminar por la vida sobre una carroza florida y mágica, que transporta a la felicidad eterna, se adueñó del espíritu de Martínez desde el mismo día que le ganó de manera épica a Julio Cesar Chávez, en 2012. Aquella noche sus puños fueron capaces de entrar a la casa de todas y todos erigiéndose en el nuevo héroe nacional. Hoy las circunstancias parecen haber le puesto calma al quilmeño.
Pero no deja de repasar sus mejores días. Y confiesa, a propósito de integrar la terna de los mejores boxeadores de los últimos 20 años: "Es un orgullo para mi que se acuerden de mi en este momento tan especial de mi vida. Lo tomo como un reconocimiento a mi perseverancia. Ojalá lo gane...
-¿Si lo ganás anuncias el retiro?
- Estoy ternado con dos grandes de verdad. Narváez y Castro le dieron mucho al boxeo argentino. Ganarlo podría ser una linda excusa para anunciar el retiro..