Semana dio a conocer que Hugh Hefner, cuya vida ha estado dedicada al marketing de la libido, vivía con siete conejitas a comienzos de la década pasada. Constituían un harén para su placer y para impulsar las ventas de la revista entre todos los casados que envidiaban su vida sexualmente libertina. Sin embargo, como a todos los hombres les llega la edad, al cumplir 80 años decidió reducir su harén de siete a tres mujeres. Escogió a Holly Madison, Kendra Wilkinson y Bridget Marquardt.
Kevin Burns, productor de E! Entertainment notó que con menos mujeres la dinámica en la vida de Hefner tenía potencial para convertirse en un show exitoso, y por eso concibió The Girls Next Door. El propósito era contar la vida cotidiana del playboy más famoso del siglo con sus novias, sin mostrar en forma muy explícita los aspectos sexuales para evitar la censura, pero insinuándolos para captar a todas las audiencias. El show se volvió un hit mundial, y más de 100 países acabaron sintonizando el canal de cable.
Ahora esas mujeres revelan que la vida que parecía tan ideal era todo menos eso. Dos de ellas han escrito libros en los que confiesan sus sentimientos y su intimidad mientras vivieron en la mansión. Kendra Wilkinson publicó Sliding Into Home (Deslizándome a casa) en 2010, un libro en el que sin tratar mal a Hefner ridiculizaba las orgías sexuales en las que las obligaba a participar. Y ahora Holly Madison, que por años fue la novia ‘principal’ del dueño de Playboy, y que por poco se casa con él, lanza Down the Rabbit Hole (Perdida en el hueco del conejo), un recuento biográfico de su tiempo al lado de Hefner, mucho más fuerte y crítico hacia quien la llevó a la fama que el de Kendra. Bridget Marquardt, por su lado, ha revelado poco sobre cómo fue su experiencia pero aseguró que leería con detalle el libro de su amiga Holly. Hoy Hefner tiene 89 años, y mucho ha cambiado en la relación con sus tres exnovias.
Escenas de cama
Para Holly Madison, todo comenzó en 2002 cuando Hefner aún aguantaba el trajín de siete chicas. La rubia de 22 años venía de ser expulsada de renunciar a sus estudios universitarios y dejó Alaska para probar suerte en Los Ángeles. Veía la mansión Playboy como un objetivo ideal: “Representaba la entrada a una vida glamurosa, y las conejitas eran una fraternidad exclusiva y divertida”, afirmó. Por esa época trabajaba en el restaurante Hooters y fue expulsada por no poder pagar el arriendo. Pero poco después de su llegada a la capital del entretenimiento un amigo de Hefner se fijó en ella y la invitó a una fiesta en la mansión Playboy.
Tras su primera visita se convirtió en una invitada asidua. Y allá aprovechó la vacante que dejó una de las siete novias del ‘patrón’ para postularse como reemplazo. El viejo no dudó en aceptarla en su séquito y pronto llegó la hora de comportarse como tal. La primera noche que salieron a una discoteca, un ritual que se repetía dos veces por semana, entendió que después del baile había que tener relaciones con Hef.
Apenas la vio en el bar, él le ofreció una pastilla Quaalude, una droga que él mismo describió como “abre piernas”, pero ella la rechazó. No hizo lo mismo con el vodka y la champaña, mientras se adaptaba a la escena sórdida del viejo que bailaba sin ritmo, rodeado por un grupo de veinteañeras fiesteras y protegido por guardias de seguridad. En la limusina de regreso a la mansión una chica le explicó que “después de las noches de baile se espera que todas subamos a la alcoba de Hef”. Allá llegaron, se lavaron sus pies y vistieron el uniforme: baby dolls rosados como el ritual lo exigía.
Como a Hefner le excitaban las escenas de lesbianismo, y todas querían no llegar a un encuentro sexual con él, hacían la comedia de abrazarse las unas con las otras para ver si podían evitar su turno. Pero lamentablemente eso no era posible. Tarde o temprano cada una de ellas era llamada al orden en un cuarto donde solo emanaban luz dos pantallas grandes que mostraban películas porno. “El cuarto era un desagradable desorden. Las novias, unas más desvestidas que otras, se sentaron en un semicírculo en el borde de la cama, algunas recostadas, otras arrodilladas y el resto de pie”. A cada una le correspondían unos pocos minutos de fría mecánica sexual, y luego él ‘terminaba’ por su cuenta.
Fue la peor experiencia sexual de su vida: “Lo más desconectado posible, no hubo ni un beso, cero intimidad y tan breve que ni recuerdo cómo se sintió, más allá de tener un cuerpo pesado encima”, escribió Holly. Pero como no tenía dónde vivir ni con qué comer tomó la decisión de ingresar permanentemente al grupo. “Si ya me había entregado a los lobos al menos podía sacarles algo bueno”. Entonces se mudó a la mansión.
Después de ella entró Kendra, que tenía apenas 19 años. Esta describió en su libro aún más gráficamente la primera noche de sexo con Hefner. “Fue una escena muy extraña, y yo era de las que creía haberlo visto todo. Seguí la corriente a las otras chicas y todas subimos a la cama de Hef, que nos esperaba recostado. Éramos siete chicas desnudas. Holly comenzó la faena excitándolo oralmente, y luego las otras teníamos que entrar en acción. Estaba asustada, me mantuve en el borde de la cama y miré. Una por una las chicas tenían que estar por un par de minutos encima o debajo de Hef. Luego se quitaban para que la reemplazara la siguiente. Yo estudiaba sus movimientos hasta que llegó mi turno. Mientras conté el tiempo en mi cabeza, tuve sexo con Hef por primera vez. Fue como meter y sacar una tarjeta de crédito. Cero sensación, cero placer”. Wilkinson pasó de ser una joven bailarina exótica en descontrol, casi drogadicta y sin futuro, a vivir en la casa del playboy más famoso. Al igual que Holly, vivir esa fantasía era una tentación demasiado grande para desecharla.
Con ellas dos y Bridget se grabó el programa de televisión, pero nada de lo que aparecía en pantalla correspondía a lo que vivían. Según el libro de Holly, la casa era un desastre, con camas y armarios destartalados y tapetes que olían a orines de perro. Las chicas recibían 1.000 dólares semanales, acceso infinito a un salón de belleza de lujo y se les pagaba cualquier cirugía estética que quisieran. Sin embargo, tenían que someterse a las reglas de Hef. No podían trabajar, jamás lucir labial rojo y no se les permitía salir con otros hombres. Si no era noche de discoteca con él (miércoles y viernes), no podían llegar a la mansión después de las nueve de la noche. “Nos habíamos convertido en el símbolo de las mujeres liberadas del mundo, pero en realidad éramos casi prisioneras”. Y en estas condiciones, Madison cayó en una depresión tal que consideró en varias ocasiones suicidarse.
Holly y Kendra no se quieren ni poquito. Madison fue la novia favorita de Hefner casi por siete años y quiso tener sus hijos, y cuando Wilkinson se casó con su marido la boda apareció en el programa y Hefner fue parte activa de la ceremonia. Con ambas la relación parecía haber pasado de lo sexual a lo paternal, por lo cual desconciertan las descripciones negativas que las antiguas conejitas hacen de su antiguo mecenas sexual.
Hefner, ofendido, contestó: “He vivido una gran cantidad de romances con mujeres geniales, muchas de las cuales han conseguido seguir y vivir vidas plenas y productivas y de quienes soy amigo. Lástima que algunas pretenden reescribir la historia para mantener algo de fama”. A fin y al cabo, las niñas se volvieron ricas y famosas con realities propios en E! Entertainment después de ser parte de The Girls Next Door. Ninguna sigue en el aire y según Hefner por eso decidieron ganar dinero vendiendo sus memorias y denigrándolo a él. En todo caso a punto de cumplir 90 años, Hugh Hefner comienza a mostrar signos de senilidad y acaba de cambiar su sistema de vida: del trío pasó a dos bellas mellizas de 22 años.
Dependiendo de la dosis recomendada, 1 sobre kamagra 100 mg es suficiente para 1-4 usos.