El País dio a conocer que los holandeses figuran entre las poblaciones más altas del mundo, con una media de 1,84 metros para los varones, y 1,71 metros para las mujeres. Se nota en la calle, en los colegios, con adolescentes de apenas 13 años que calzan ya un 44, y en las tiendas. Todo el género a la venta llega a tallas muy grandes. En un país pequeño, con 16,7 millones de habitantes, los altos destacan y son la norma casi a partes iguales. Hace dos siglos, sin embargo, la situación era distinta, y los habitantes de los Países Bajos aparecían entre los bajitos de Europa. Medían como mucho 1,65 metros. ¿Cómo han podido ganar alrededor de 20 centímetros en ese tiempo, mientras en el resto de países en las mismas condiciones de bienestar la talla solo ha aumentando seis centímetros? Un estudio estadístico de investigadores de la London School of Hygiene and Tropical Medicine señala que la selección natural ha jugado un papel esencial. Los hombres altos tienen más hijos vivos que los bajos, y la altura, hereditaria en gran parte, se ha transmitido durante generaciones.
El trabajo acaba de ser publicado en la revista científica Proceedings B, de la Royal Society británica, y su autor principal, Gert Stulp, ha subrayado que no se trata de un análisis genético. Sin embargo, el rastreo de datos sobre la población (en concreto 94.516 personas autóctonas de tres provincias del norte holandés, mayores de 45 años) acumulados entre 1935 y 1967, sugiere que los genes que marcan la (gran) altura son más frecuentes en el país. La explicación radicaría en la mayor tasa de supervivencia de los hijos de padres altos. En las mujeres, la ecuación funciona de dos maneras: las de talla regular tienen más hijos, pero los bebés de las que son altas sobreviven en mayor proporción. “El bienestar, la distribución equitativa de la riqueza y una dieta saludable han contribuido a su vez a la supervivencia de la prole. De todos modos, en circunstancias similares, en países como Estados Unidos el aumento de la talla se ha detenido antes”, según la investigación.
La comparación con EE UU es significativa. A mediados del siglo XIX sus habitantes eran hasta 8 centímetros más altos que los holandeses. En 2007, por contra, un trabajo diferente, publicado en la revista internacional Annals of Human Biology, constataba que holandeses, daneses y alemanes superan hoy en altura a los estadounidenses. De nuevo, la dieta y la atención sanitaria apoyaban solo en parte las conclusiones de sus autores, John Komlos (Universidad de Munich) y Benjamin Lauderdale (Universidad de Princenton). Aunque los beneficios de los productos lácteos en la primera infancia son reseñables, y los adultos en Holanda tampoco conciben su dieta sin queso, leche o yogur en abundacia, para el refranero la clave está en la geografía. El dicho popular asegura que la gente ha tenido que asomar la cabeza durante siglos por encima de los diques para mantenerse a flote. Un buen ejercicio de estiramiento en un país con casi dos quintas partes de su superficie ganada al mar.