Fernando Maldonado
Hace casi diez años que Pablo Matus se fue. Reportero probado en la faena de la investigación y documentación de temas de interés público, también hizo las veces de comunicador social. Falleció víctima del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH).
Con dignidad notable fue un homosexual que por encima del estigma social destacó por su valentía y convicción; supo cosechar amigos y afectos, como el de un servidor.
Su muerte fue rápida por que el mal estaba muy avanzado. Una enfermedad curable lo abrazo hasta la asfixia. El debilitamiento de su sistema inmunológico no dio para más y partió.
Su muerte nos dolió no solo porque fue valiente, cariñoso, solidario, alegre y un profesional de su trabajo. Era un homosexual y según el precepto establecido en ciertos círculos, su enfermedad era “la de un puto”.
Ese fue el estigma pertinaz que lo siguió hasta su muerte. Lo señalaron por qud no lo conocieron, como tampoco estuvo entre su bagaje de quien inspiraba ese sentimiento de odio y homofobia saber que el padecimiento obedece a un problema de salud pública y no a códigos o etiquetas de una moralina social torpe y obtusa.
Y pienso en mi compañero reportero por la lectura simple de una nota periodística, breve y perdida en la prensa neoyorquina. Según la revista especializada Blood, existe el primer paciente infectado de VIH que vive para contarla.
La información de la cura de un mal que alteró algo más que las “buenas conciencias” podría significar el alivio físico para miles de pacientes del virus mortal.
Según reportes de la Secretaría de Salud, al mes de noviembre de este año en Puebla se tenían registradas unas 2 mil 300 personas con el VIH y desde 1983 el número acumulado era de más de 6 mil 600 infectados.
Fue en Alemania en donde el paciente de nombre Timothy Ray Brown recibió un trasplante de células madre que no poseen CCR5, necesarias para la propagación en el organismo del VIH. Se trata de un tratamiento relativamente sencillo, según se puede concluir.
El sujeto no solo curó el padecimiento de leucemia, sino del mismo virus mortal que ha cobrado la vida de millones de habitantes en todo el mundo.
Hay escepticismo aún, pero también esperanzas fundadas de que la cura aplicada por este grupo de científicos notables avance con mayor celeridad.
Lamentablemente no lo suficiente como para que quienes lo quisimos, tuviéramos a Pablo Matus entre nosotros como antes de la enfermedad: pleno, dispuesto a vivir su sexualidad y el placer.
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