Fernando Maldonado
No es la solidaridad la que distingue a la clase política poblana. Tampoco la unidad y el esfuerzo conjunto. Un viejo conocedor de la estirpe priista alguna vez compartió al reportero una percepción que se tiene de los locales en el contexto nacional.
Arrogantes, huidizos y mezquinos fueron los adjetivos utilizados por ese viejo lobo de mar en las lides políticas en la aldea local. Hoy esa misma clase parece ofrecer un claro ejemplo de esa condición, que no es la mejor prenda para lucir hacia afuera.
La definición viene a cuento en momentos en que la presidenta Blanca Alcalá Ruiz busca subirse a la carrera del gobernador de Coahuila, Humberto Moreira por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, y ella misma como secretaria general.
No es un asunto menor el silencio oficial de la recién designada presidencia priista estatal. Ya sin la correa de mando que supone adolecer del apoyo del gobernador en turno, Juan Carlos Lastiri Quiroz parece más ocupado en atender primero lo urgente, en lugar de lo importante.
De otra manera no se explica el silencio ominoso que concede elementos de certeza a la hipótesis original: en la faena de convertirse en compañera de fórmula del coahuilense, Blanca Alcalá no tiene el apoyo del partido en el que ha militado desde 1981.
Puede ser entendible que no concite los buenos oficios del senador Manlio Fabio Beltrones y el sector duro que suele obedecer la línea de uno de los factores reales de la política nacional; también que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte opine en contrario.
Lo que sigue sin tener una lógica es la indefinida posición del dirigente priista en Puebla.
A menos que obedezca a la misma línea planteada por el zavalismo desde hace meses: regatear cualquier apoyo a la alcaldesa con propósitos ulteriores. Del dogerismo ni se diga. Allí el defecto pernicioso es virtud.
Paradójicamente tendría que concederse que para hacer carrera política nacional, Blanca Alcalá tendrá primero que sortear los obstáculos en la aldea local, en donde prevalece la arrogancia y mezquindad que definió uno de los militantes priista, distinguido por su circunspección.
En el sótano…
Hipótesis planteada por el periodista Alvaro Ramírez ayer, en Parabólica Radio: los priistas van por la modificación de la ley orgánica del Congreso del Estado para instaurar la Junta de Coordinación Política para así, cerrar el paso a la posibilidad de que Jesús Morales Flores se convierta en presidente de la Gran Comisión.
Supondrían que Morales Flores fue colaboracionista del entonces candidato de Compromiso por Puebla, Rafael Moreno Valle. Ya se verá.
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