Fernando Maldonado
Cargó con el estigma del mal encarnado en el “dogerismo”. De principio a fin y aguantó como el más institucional, sin haber merecido el trato que le dispensaron durante casi tres años.
Tocó puertas que no se abrieron. Cuando alguien respondió al llamado, terminó por admitir que el sello del ex edil hacía improbable la contratación de sus servicios.
El despacho Creativa fue entonces estigmatizado, ninguneado, rechazado. El cúmulo de experiencias en el servicio profesional, de la comunicación social a la política de poco ayuda cuando el dardo de la sospecha pega en el blanco.
Pareció que la hoja de vida servía para nada. Trabajar al lado de dos gobernadores, un titular de la Procuraduría General de la República, un secretario de Gobernación y más, era lo de menos.
Nada brillaba más que el estigma de haber colaborado con Enrique Doger. Fue el beso del diablo, al igual que en otros casos.
Discreto decidió por el autoexilio. Tlaxcala fue la opción y ahí decidió jugar su última carta.
Ya en Puebla le habían cerrado el paso. No pocos actores de la vida política habían aceptado haber recibido línea: nada para los “dogeristas”, era el argumento.
El que recibió trato de colaborador de segunda y haber jugado en primera línea en los momentos más tempestuosos de la relación entre el ex edil y el gobernador Mario Marín Torres, decidió por el silencio.
Conocedor de los entretelones del poder, entendió su nueva circunstancia. Sus cercanos vieron la otra verdad: la de la injusticia cometida en la persona de un profesional que hizo bien su trabajo, al lado de un siniestro personaje que ahora se frota las manos en algún rincón palaciego.
Sabio como pocos en la faena política tomo el camino de la discreción. Solo sus más cercanos decidieron seguirlo en la nueva aventura.
En aquél estado diseñó la estrategia mediática del virtual gobernador electo, el priista Mariano González Zarur.
Enfrentaron al aparato de Héctor Ortiz Ortiz, el mandatario convertido al panismo. Y ganaron.
Ahora que la clase política en Puebla se rasga las vestiduras por el triunfo del panismo local y sus nuevos aliados; o por la derrota del priismo, Raymundo Vega y Crespo pone distancia a la beligerancia con la que se suele caracterizar la fauna local.
La rueda de la fortuna ha sonreído a un hombre bondadoso y solidario que encierra otra paradoja: en el camino ha cosechado amigos en verdad y adversarios sin cuidado.
Salud¡
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