Fernando Maldonado
Desde hace tiempo entendí que la batalla por la candidatura priista a Casa Puebla tendría una buena dosis de xenofobia. Sobre todo lo advertí en una mañana que encontré a uno de los principales impulsores de la campaña que corre por ese derrotero: Enrique Doger Guerrero.
El ex edil salía de una entrevista de televisión. Lo acompañaban dos de sus hasta entonces estrechos colaboradores, Javier Casique y Fredy Aco. Al extender el saludo, recibí como respuesta un: ‘aquí, resignado a que un chiapaneco nos gobierne’.
Recupero el dato por que durante meses, la línea discursiva del ex alcalde de Puebla fue la misma. Me inquietó por un asunto que no debe ser menor: Enrique Doger había gobernado una de las ciudades más cosmopolitas del país. Un asentamiento en el que todos los días converge más de 1 millón y medio de habitantes.
Muchos de quienes hoy nos desempeñamos en distintos ámbitos profesionales u ocupacionales, tuvimos como cuna otro estado de la República, incluido el tristemente menospreciado sureste de México.
Encontré entonces que el argumento del presidente del Indema descansaba sobre terreno pantanoso, porque más del 45 por ciento del listado nominal de Puebla tiene un acta de nacimiento que lo acredita como ciudadano mexicano “foráneo”, pero con derecho a votar y ser votado en territorio poblano.
Más allá de los números y la evidente reacción xenofóbica, paradójicamente también pude encontrar el doble discurso que tanto cuestionó Doger entre quienes simpatizan en el Partido Acción Nacional.
La actitud de quien quiere ser gobernador de todos los habitantes del estado es doblemente delicada, porque en el subconsciente parece prevalecer la idea colonial de que hay mexicanos de primera y de segunda.
Ese tipo de gestos no hace sino atentar contra la honorabilidad de quienes no tuvimos la fortuna de nacer en territorio poblano, pero sí de procrear una familia en esta tierra.
Pero también atenta contra su propia condición de universitario y ex rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, un espacio en el que por naturaleza propia convergen las más disímbolas formas de pensamiento, de credo, raza y hasta orientación sexual.
Traigo a cuento la argumentación por que en los últimos días y por diversas fuentes he sabido (como lo adelantó puntualmente Arturo Luna), de la intención de hacer pública una supuesta acta de nacimiento de otro de los aspirantes a la candidatura que lo acreditaría como ciudadano guatemalteco.
La autoría intelectual de este despropósito no puede venir más que de dos cuartos de guerra: el de Enrique Doger, o el de Jesús Morales Flores, uno de los otros contendientes por esa posición. Por quien apostaría usted?