Fernando Maldonado
El Centro Expositor en el cerro de Loreto y Guadalupe marcará no solo la gestión de Mario Marín Torres cuando haya terminado su periodo de gobierno, sino también por los desencuentros que la mega obra ha provocado entre actores de diversa índole.
Como Abel y Caín, los compañeros del grupo gobernante hasta el próximo lunes terminaron distanciados. Mal disimuladas, las quebrantadas relaciones marcaron la recta final de los secretarios de Desarrollo Urbano, Javier García y el de Finanzas, Gerardo María Pérez Salazar.
El primero no toleró que el segundo asumiera un papel protagónico cuando comenzó a tomar cuerpo el monumental inmueble de la emblemática zona en la que se erige. La diatriba callada como sello de la fría temperatura en la que se desenvolvió la relación entre ambos servidores públicos.
También hubo tensiones entre el gobierno del estado y los representantes del sector de la construcción. Un grupo de empresarios del gremio asumió un papel sistemáticamente contestatario. Descalificó una de las obras consideradas emblemáticas por el propio mandatario.
Aliados del pasado y críticos del presente, los integrantes de la Asociación de Empresarios de la Construcción marcaron distancia de la gestión de marinista por distintas razones. La principal fue la falta de otorgamiento de obra de gran envergadura.
No solo la AECO hizo el papel de ariete del marinismo. A la cargada en contra se subió también el conservador Consejo Coordinador Empresarial que utilizó un áspero discurso con un propósito ulterior: convertirse en benefactores del gobierno. Lo consiguieron.
De uno u otro modo, la dupla Marín Torres-García Ramírez fue receptáculo de la descalificación sistemática de los poderosos grupos empresariales. La brecha para encontrar un camino hacía el entendimiento se hizo más grande en la medida que el ocaso del marinismo se acercaba.
El episodio más álgido tuvo lugar el domingo anterior al corte del listón inaugural. Rodeado de los responsables de ultimar los detalles para presentar las nuevas instalaciones, Javier García ordenó la presencia de la fuerza pública para evitar la salida de equipos y herramientas utilizadas, tras el pleito que casi llega a las manos.
No fue fácil llegar al 27 de de enero, el día en que Marín Torres encabece el último acto multitudinario de su periodo de gobierno en el recinto que marcó con la frialdad su relación con varios de los líderes de opinión, que en cambio correrán presurosos al mismo sitio, a la toma de posesión del sucesor en el ejercicio del poder.
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