Alejandro Fernández quiere ser procurador

Fernando Maldonado

El ex secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad, Alejandro Fernández Soto tiene aspiraciones para regresar a la escena pública.

Dice a tirios y troyanos contar con una oferta invaluable para incorporarse a la nómina del nuevo gobierno estatal como titular de la Procuraduría General de Justicia.

No es broma. No al menos para el hombre que dijo hace cuatro años haber seguido a un grupo de vendedores de droga que operaban en las inmediaciones del mercado de El Carmen.

Más que una historia de espionaje y contraespionaje en la batalla contra el narcotráfico, la de Fernández Soto era de risa. Y pena ajena.

El episodio de la “narcocemita” se decía no sin risa de por medio. Solo un actor se mantuvo al margen de la tragicomedia poblana: el de la familia que por años ha vendido la exquisitez poblana por el estigma torpe de quien ahora aspira a ser procurador de justicia.

Con toda la razón encararon a quien desde el cargo, iracundo caía de un despropósito a otro. Solo se enredó y solo se cayó.

Ese había sido el pretexto del ex funcionario, cercano aún al gobernador Mario Marín, cuando puso a un torpe grupo de “orejas” a espiar activistas del Frente Cívico Poblano que preparaban manifestaciones de rechazo a la detención de la periodista Lydia Cacho, en agosto de 2006.

No es el único dislate que el ex servidor púbico cometió a lo largo de su gestión. El talante iracundo, poco receptivo a la opinión divergente y la presunción de un uso patrimonial del cargo metieron en más de un problema a compañeros de gabinete.

Ahora que el grupo dominante en la escena política prepara maletas, el ex compañero asume que viene la suya. Habrá que esperar el eventual regreso de quien dijo contratar a reporteros de varios medios para el trabajo sucio del espionaje.

No solo adolece de una sólida preparación para la función pública, sino además de elemental sentido común que dicta que hay que tener cola corta y memoria de elefante para la faena. La primera para que no la pisen, la segunda para no olvidar el pasado.

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