La historia negra de un poblano

Fernando Maldonado

Un empresario con una sólida carrera en el ramo de la construcción tiene fundadas razones para largarse de Puebla. Literalmente ha sido víctima de atracos, asaltado impunemente. Por la delincuencia burda, callejera y la de cuello blanco.

Hace dos años fue designado responsable de la reconstrucción de un tramo carretero en la sierra norte colapsado por la naturaleza. Lo hizo bien, terminó el trabajo pero le regatearon el pago por la impericia de un servidor público con un sentido patrimonialista del cargo.

Solo el gesto solidario del jefe del burócrata aquél permitió la recuperación de la inversión que se daba por perdida y estimada en 11 millones de pesos. Los agravios persistieron. Vino la venta fraudulenta de una propiedad de parte de una familia entera, de apellido y alcurnia en Teziutlán. La cifra de varios ceros, embolsada.

En el mundo al revés, fueron detenidos y consignados. Presentados a los medios, aprovechan el púlpito desde donde abren ráfaga contra el agraviado.

Nadie dice nada, nadie corrige y la acusación impune, queda en el imaginario y sin castigo En el colmo son liberados.

Una mano poderosa mueve hilos del aparato de justicia. Aún en fin de semana consigue abrir la puerta encriptada de la Procuraduría General de Justicia. Agravio en triple pista: los hampones guardan dinero que no es suyo, casi 20 millones de pesos, se quedan con su libertad y sueltan insultos, acusaciones y estigmas. El castigo sigue pendiente.

Está ya en manos de la justicia federal. Casi de manera sucesiva, otro servidor público con el más alto cargo en la estructura estatal empeña palabra y prestigio para que un tercero reciba materiales e insumos necesarios. La buena fe hace lo suyo.

El “facilitador” y el “benefactor” chicanean el pago, que alcanza casi 2.5 mdp. Víctima circunstancial o deliberada de las componendas y complicidades entre el poder público y privado, el personaje central de esta historia negra acaba de recibir una visita inesperada: la delincuencia sin alcurnia, la del pelo corto y la piel prieta, la de los jodidos. Amagaron, ofendieron y buscaron dinero en efectivo que no encontraron.

El reloj marcaba las 10:00 A.M., del día hábil que a usted le guste. La oficina llena de personal administrativo lleno de miedo y pánico primero; de frustración e impotencia después. Las patrullas municipales, ausentes desde luego. No hubo perseguidos.

Tiene todo el empresario de la construcción para largarse de Puebla, pero ahí está, terco y tozudo para hacer lo suyo y que hace bien: trabajar por Puebla. Allá él, dirían unos.

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