Con un palmo de narices se quedaron ayer los ingenuos militantes fundadores de MORENA –los “chairos de chairos”- al trascender que Andrés Manuel López Obrador decidió imponer al ex perredista Luis Miguel Barbosa Huerta como el virtual candidato a la gubernatura de Puebla, pasando por encima del no menos ingenuo Enrique Cárdenas Sánchez, del aguerrido y lenguaraz –pero ineficaz- Alejandro Armenta Mier y los muy edulcorados Abelardo Cuéllar Delgado, Alonso Aco Cortés y hasta el sobrino de Manuel Bartlett, el diputado federal Rodrigo Abdala. Como en el PRI, “El Gran Elector” de MORENA engañó a todos con la verdad y finalmente hizo su santa –e inamovible- voluntad.
Barbosa Huerta fue el primero en levantar la mano al ex rector de la UDLAP, pero también el primero en usarlo como carne de cañón mientras él, silenciosa pero hábilmente, seguía avanzando en los afectos del hijo de López Obrador, influyente como ninguno en la gran decisión de su progenitor.
Dueño de un enorme colmillo y una capacidad camaleónica sin parangón entre la clase política poblana, Barbosa Huerta se subió a la carrera, luego se bajó y casi al final volvió a subirse porque supo leer mejor que nadie los estados de ánimo del “Gran Elector”; como nadie también, entendió el juego de espejos de AMLO y por eso terminó convertido en “coordinador de estructuras estatales”, eufemismo de “candidato al gobierno del estado”.
El senador intuyó la debilidad estructural de la carta representada por Enrique Cárdenas, quien no entusiasmó ni a sus entusiasmados seguidores, y jugador de ligas mayores, Barbosa Huerta lo rebasó en pocas semanas por la derecha y por la izquierda, demostrando que pudo más la política, el chantaje y la perversidad, que las buenas –pero inútiles- buenas maneras de un académico formado en las aulas, no en los lavaderos ni las cañerías de la política, como el doctor por Yale y premio nacional de economía Banamex.
Barbosa Huerta saltó del PRD a MORENA y con él se llevó a 11 de sus compañeros senadores, con lo que fortaleció al “partido de los pobres” y terminó de romper al ya de por sí debilitado sol azteca; más tarde se encargó de la parte jurídica de la campaña de Delfina Gómez en el Estado de México; al final, con su ríspido enfrentamiento político y verbal con el ex gobernador Rafael Moreno Valle, terminó de convencer a López Obrador de la viabilidad de su candidatura por Puebla.
Mientras Enrique Cárdenas dilapidaba su escaso capital político y teorizaba en foros a modo sobre la pobreza, la transparencia y la corrupción, sin mostrar garras y obviando que se trataba solo de un Abraham Quiroz –el candidato de MORENA en 2016- pero en versión mejorada o refinada y, eso sí, con dominio del idioma inglés, pero igualmente de anodina, Barbosa Huerta operaba y traducía las señales de López Obrador, quien así, al preservar su identidad autoritaria, se consolida como la mejor prueba de que el viejo PRI –del que procede-, y las viejas formas del PRI –que reproduce y perfecciona-, sobreviven más allá de colores, personas y partidos.
Hoy Cárdenas queda como un tonto útil, los otros (Armenta, Cuéllar, Aco y Abdala) como comparsas, y Barbosa Huerta como el indiscutible ganador de un proceso interno muy lejos de la democracia y la transparencia que MORENA pregona: la única encuesta que valió fue la realizada por el “Dedo de Oro” de López Obrador.
¿Qué futuro le veo a la candidatura del senador?
Sin duda tiene más tablas políticas que cualquiera de los que aspiraron a la nominación, y ya ni se diga al citado Abraham Quiroz.
Sin duda será más competitivo, porque conoce el terreno, conoce a los actores, conoce al grupo en el poder y conoce sus propias fortalezas y debilidades, y opera en función de ellas.
Sin duda cuenta con relaciones y nexos nacionales que le ayudarán, y mucho, en la campaña.
Sin duda resultará un hueso duro de roer en la confrontación mediática y discursiva, y con posibilidades de trabajar a ras de tierra, sin cometer los mismos errores que, por ejemplo, Delfina Gómez en EdoMéx.
Pero también, sin ninguna duda, tiene más cola que le pisen, y eso –sus cadáveres en el clóset, sus omisiones y pecados- va a definir a final de cuentas el rumbo y las posibilidades reales de su proyecto.
Tiene aliados poderosos pero también enemigos muy, muy poderosos, así como una larga, larga lista de traiciones e infidelidades, y quién sabe si bastará el nombre y la imagen de López Obrador para blindarlo del todo y llevarlo hasta la gubernatura que tanto ha ambicionado, y tanto le ha obsesionado.