Hace unos días, el senador poblano Javier Lozano Alarcón fue exhibido en redes sociales por su incongruencia cuando pidió a los internautas seguir la cuenta en Twitter de los “panistas rebeldes”, lo que parece un contrasentido porque él es de los que prefiere bloquear a sus detractores, que no son pocos.
Y es que, a menos que haya una amenaza de por medio, el bloqueo en Twitter es y será mal visto sobre todo si lo aplican personajes públicos y, peor aún, si viene de parte de algún aspirante a una candidatura, quienes –en teoría- deben ganarse la simpatía de los electores y posicionar su imagen.
Sin embargo parece que así no lo ven los políticos o comunity manager que llevan sus cuentas, pues Javier Lozano no es el único que, al verse incapaz de manejar la presión inherente de las redes sociales, han cediendo a las provocaciones de tuiteros, bots, trolls y cualquier tipo de fauna digital que pulula en la blogósfera, sucumbiendo al bloqueo.
Al tomar esta determinación se han llevado en su momento la rechifla digital, la que vuelve a revivir cada vez que alguien les recuerda que son de “piel delgada”.
Así que bloquear a usuarios podría ocasionar un daño permanente a la imagen.
En el caso del senador panista, por ejemplo, tiene denuncias desde 2013 en Twitter de sus actos de bloqueo; lo mismo en el caso del edil de San Pedro Cholula y nuevo militante de MORENA, José Juan Espinosa.
Otros que han sucumbido a poner esta barrera son el ex alcalde y panista Eduardo Rivera Pérez, y la ex candidata del PRD al gobierno del estado, Roxana Luna Porquillo, además de la dirigente estatal del sol azteca, Socorro Quezada Tiempo.
Aunque el tema pudiera parecer menor, en Estados Unidos no lo consideraron así cuando hace unos meses un grupo de tuiteros demandó legalmente a su presidente, Donald Trump, por poner esta barrera en su cuenta, al considerar que el acto es anticonstitucional.
El argumento de la demanda no tiene desperdicio, pues afirman que Twitter es un foro público considerado bajo la Primera Enmienda; además, como Trump –adicto a la red social- usa la cuenta (@realDonaldTrump) para informar sobre temas oficiales, los mensajes no deberían tener restricciones.
Guardando las distancias, en nuestra aldea si bien no hay ninguna demanda o el intento de presentar una, la realidad es que los tuiteros no olvidan y aprovecharán cualquier oportunidad para recriminar estos actos a los aspirantes a un cargo de elección debido a su poca astucia –o voluntad- para eludir los ataques en redes sociales.
Más en tiempos electorales donde la guerra sucia digital es inevitable, y será la tónica en un 2018 cargado de polémica y encontronazos.
¿Aguantarán?