Como Juan Pirulelo, en la fantasmal “izquierda” poblana cada quien trae su juego.
Y no es limpio.
Y es que no conformes con dejar bien en claro a la ciudadanía que no son opción ni para castigar a priístas y panistas en las boletas electorales (bueno, hasta el Partido Verde, con su oferta populista de la pena de muerte, les ha comido el mandado), los candidatos del sol azteca y anexas han dedicado las últimas semanas de campaña a hacer lo que mejor saben: venderse al mejor postor.
Y gastarse en asuntos personales las prerrogativas que reciben del IFE por cortesía de nuestros impuestos, sin que su presunto (si alguien lo ha visto, que llame a Locatel) líder estatal, Miguel Ángel de la Rosa Esparza, ya sea por omisión o por complicidad, se dé por enterado.
Escenas de la degradación sobran.
Veamos:
La candidata de la alianza “Salvemos a México” (o más bien: “Salvemos el Registro”) por Huauchinango, Rosa López, ha tendido sospechosas alianzas políticas y económicas con el ex priísta René Meza Cabrera, hoy abanderado del PAN.
Ella trabaja en el gobierno del D.F. en la Secretaría de Desarrollo Rural, que encabeza Rosa Márquez, esposa de Jorge Méndez, histórico dirigente en Puebla de la corriente Izquierda Democrática Nacional (del PRD) y quien además de hacer campaña en contra del sol azteca, ahora mantiene estupendas relaciones políticas y económicas con el diputado federal del PRI Alberto Amador Leal para apoyar la campaña del candidato priísta por Huauchinango, Ardelio Vargas.
O sea, juegan con todos para ganar por todos lados.
Jorge Méndez fue captado en el último mitin encabezado por López Obrador en el zócalo de Puebla, apoyando no al PRD, como presume, sino al PT y Convergencia. La foto es irrefutable:
María Eugenia Ochoa, candidata de la misma alianza por el distrito IX con cabecera en Puebla capital, compañera de viaje hace años del ex jesuita Rubén Aguilar, ex vocero del patético Vicente Fox, visita muy seguido las oficinas que están cerca de donde antes estuvo el Colegio Humboldt, allá por la 24 Norte; es decir, Desarrollo Social estatal.
Va a “protestar” junto con liderazgos de la “28 de Octubre” y sólo se aplaca cuando le avientan a la cara sus pisos dignos, mismos que reparte entre sus cuates, cortesía del gobierno marinista.
Y por su parte, la candidata por Zacapoaxtla, hermana de Zeferino Martínez, de plano no hace campaña, pues por debajo -y por arriba y por los lados- apoya al aspirante priísta por ese distrito, Óscar Aguilar.
Sí. Como diría ése gran cronista del costumbrismo local Kamel Nacif:
“¡Qué asquerosidad es esto!”.
Pero eso no es todo: la podredumbre del PRD y compañía no termina ahí.
Miguel Acundo, candidato del PRD por Huauchinango, de plano ya tiró la toalla, pues ha dejado de hacer campaña. Si no se transó los 200 mil pesos que le dieron para sacar votos a favor del sol azteca, debería aclararlo, pues todo mundo afirma que sí. Ahora mejor se dedica a sacar y elaborar proyectos productivos entre los campesinos, asunto que le deja una buena lana gracias a la Sedesol federal.
La veterana activista Rosa María Áviles hizo su berrinche y sólo aceptó que su fotografía de campaña fuera aquella en la que aparece con 25 años de edad.
El ex regidor Arturo Loyola González, consejero nacional del PRD, dos días antes de la última visita de Andrés Manuel López Obrador, estuvo pactando apoyo político del priísta Enrique Doger en sus oficinas ubicadas en la colonia La Paz.
Hasta hoy no se sabe -pero se sospecha- de dónde salieron tantos recursos económicos para mover a la borregada el día que el autodenominado “Presidente Legítimo” estuvo en el zócalo de Puebla encabezando una dizque asamblea. Como nunca antes, llegaron camiones y camiones atestados de raza. Al finalizar el mitin, los camioneros tuvieron que hacer cola en Casa Aguayo para cobrar sus facturas. Pero no se lo cuente al impoluto López Obrador porque de seguro se le atraganta el pejelagarto.
Y por último, el que también aporta su cuota de desvergüenza es el profe Mario Vélez Merino, presunto candidato de la presunta “izquierda” (whatever that means) en la región de Izúcar de Matamoros.
No sólo es paisano de su “rival” del PRI, Alberto Jiménez Merino (ambos nacieron en Tecomatlán), sino parientes, lejanos pero parientes, según los pobladores de aquella árida zona. De ahí la insistencia del primero en pelear la posición. Para que todo quede en familia. A nadie debe sorprender que otra vez, por enésima ocasión, Vélez ande en lo suyo: durmiendo con el “enemigo”, de esquirol, pierna con pierna, boca con boca, como experimentado jugador de la perversión.
Total: un relajo.
Ojalá pierdan el registro.
Se los deseo de todo corazón.
gar_pro@hotmail.com