Tras el intercambio de golpes y descontones entre morenovallistas y anayistas, que incendió la pradera azul e hizo sonar los tambores de guerra, todo parece indicar que las partes en conflicto entendieron el severo daño que le están haciendo a su partido, el PAN, y decidieron dos cosas: por un lado, tragarse su orgullo y ponerse –diría el clásico- “una bolsa de hielo en la cabeza”, y por el otro, abrir un pequeño pero sin duda importante espacio de tregua, que permitirá replantear posiciones, tomar aire, salir de esta batalla más o menos con dignidad y tal vez dar espacio a alguna clase de acuerdo político para seguir transitando hacia el 2018 sin anularse o destruirse por anticipado.
En los tres últimos días ha habido varias señales en ese sentido.
Desde Chiapas, a donde acudió el pasado fin de semana para reunirse con un grupo de militantes –tras sus visitas a Honduras y Colombia-, el gobernador Rafael Moreno Valle señaló que los panistas tienen la capacidad de “darle vuelta a la hoja” (sic) para comenzar la construcción de una nueva etapa de cara al 2018.
Un discurso muy diferente al beligerante “a ver de qué cuero salen más correas” usado días antes para referirse a los muchos frentes internos abiertos en Acción Nacional.
Por su parte, Ricardo Anaya Cortés pareció ondear una bandera blanca al apuntar al menos dos veces en entrevistas de prensa que sería “un error histórico” que los panistas se dividieran.
“La unidad sólo la podemos construir con voluntad y generosidad de todos”, declaró a los medios.
En su artículo de este lunes en EL UNIVERSAL, que tituló “Anaya en su laberinto”, el senador Javier Lozano Alarcón –cercano al grupo morenovallista- reiteró que el presidente del PAN debe decidir entre ser árbitro o jugador, pero lanzó el mensaje de que hoy, en el partido, se debe actuar con unidad, disciplina y generosidad.
“La tensión interna crece a diario y no se abren canales de comunicación ni válvulas de escape que permitan despresurizar una olla a punto de estallar”, escribió.
Por su lado, el coordinador de los diputados federales del PAN, Marko Cortés Mendoza –del grupo de Anaya-, también mandó un mensaje de paz al meter reversa a lo que sin duda hubiese llevado el pleito a un nivel de auténtica Guerra Mundial.
Y es que tras la inesperada renuncia del operador morenovallista Eukid Castañón Herrera a la vicecoordinación de Asuntos Políticos del PAN en San Lázaro, desde el CEN del blanquiazul se dio la orden de quitar a los diputados morenovallistas que votaron a favor de la aprobación de la Ley de Ingresos 2017, todas sus presidencias o secretarías de comisiones legislativas, en represalia por haber desacatado la “línea” anayista, que había pedido votar en contra de la ley presentada por el presidente Enrique Peña Nieto.
Ricardo Anaya iba por las cabezas de los “rebeldes” y por todas las posiciones del grupo morenovallista en la Cámara de Diputados, pero de último momento la carnicería se detuvo y la sangre no llegó al río.
¿Qué pasó?
Todos se pusieron “una bolsa de hielo en la cabeza” y se abrieron los canales de comunicación que estaban cerrados a piedra y lodo desde hace meses.
Hoy, por supuesto, las diferencias siguen siendo profundas y permanecen intactas, pero son el tono y las formas lo que ha cambiado de manera más que evidente.
Incluso, no sería extraño que en estos días se reunieran en privado Moreno Valle y Anaya para intentar bajar la tensión y explorar alguna clase de acuerdo, acuerdo que sin duda deberá pasar por al menos dos temas del interés morenovallista: “piso parejo” y uso equitativo de los miles de spots de los que ahora sólo saca provecho Anaya.
Tal vez las dos partes entendieron que nadie gana en un escenario de conflicto y que la gran beneficiaria de su encarnizado pleito será Margarita Zavala de Calderón, quien sólo los observa desde el quicio de la puerta de su casa esperando a que se terminen de destruir para seguir afianzando su candidatura a Los Pinos.
Con su enfrentamiento cada vez más público y cada vez más cruento, Moreno Valle y Anaya están poniendo en riesgo no sólo sus respectivos proyectos políticos personales, sino también lo que está en juego en 2017 y que no es poco: las gubernaturas de Estado de México, Coahuila y Nayarit, y las alcaldías de Veracruz.
El paso obligado, y previo, al hipotético regreso del PAN a la Presidencia de México, quien quiera que sea el candidato o la candidata.
A ver cuánto les dura la tregua.
Una tregua construida con pinzas y por eso sumamente endeble, pero que con un poco de suerte podría reorientar el rumbo que hasta hoy ha tenido el proceso interno panista, marcado por la división, las traiciones, las deslealtades y sobre todo los golpes bajos y los descontones.