Aunque en términos reales sólo dos, a lo mucho tres, tienen verdaderas posibilidades, cada semana sigue creciendo la lista de aspirantes a la candidatura del PRI a la minigubernatura poblana de 2016. De hecho, ya conforman toda una legión quienes creen tener suficientes canicas para, primero, imponerse en la contienda interna; luego, ganarle al morenovallismo en las urnas, y, por último, irse a vivir por un año y ocho meses a Casa Puebla.
Sin embargo, a la fecha, curiosamente, sigue sin haber un árbitro que ponga orden, que establezca las reglas del juego, que sirva de filtro haciendo un enérgico llamado a la seriedad a los distintos grupos del partido y que, en esa lógica, empiece a facilitar las cosas a quien al final resultará el o la elegida para ir a enfrentar la guerra.
Supuestamente ese árbitro tendría que ser el nuevo dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, quien, sin embargo, sospechosamente hasta hoy se ha limitado a “dejar hacer, dejar pasar”, postergando el obligado manotazo para frenar de tajo las desbocadas aspiraciones de quienes sólo han levantado la mano para encarecer su negociación política personal y obtener algún beneficio para ellos o sus allegados, como una delegación federal.
Al día de hoy, de una u otra manera, han expresado algún interés en la candidatura: Alberto Jiménez Merino, Enrique Doger Guerrero, Blanca Alcalá Ruiz, Juan Carlos Lastiri Quirós, Juan Manuel Vega Rayet, Alejandro Armenta Mier, Víctor Manuel Giorgana Jiménez, Jesús Morales Flores, Lucero Saldaña Pérez, Álvaro Alatriste Hidalgo y hasta Javier López Zavala, el patiño de @RafaGobernador.
Hay quien dice que hasta la (mal aconsejada) dirigente estatal del PRI, Ana Isabel Allende Cano, está interesada en meterse a la carrera, convencida hasta la ignominia de que en la lista faltan mujeres pero sobre todo de que el triunfo electoral del pasado mes de junio fue gracias a ella, y sólo a ella –sí, la soberbia no tiene límites-.
Es decir, en total una docena de personajes.
En el colmo ya nada faltaría que se destapen Germán Sierra, Luis Antonio Godina, Óscar Aguilar, Guillermo Deloya, José Luis Márquez y, en un descuido, hasta José Chedraui Budib, Pablito Fernández del Campo y don Guillermo Pacheco Pulido, todo un histórico en estos terrenos.
Nunca se había visto tantos interesados para tan poco botín.
En otras palabras: el PRI poblano se está atomizando, consumiendo en infiernitos y metiendo en un laberinto que a la postre podría resultarle demasiado caro, pues la regla es clara: a más competencia interna, más división y más resentimientos.
Y más heridas que sanar.
Lo cierto es que independientemente de que cada semana los medios de comunicación nos informen de un nuevo aspirante –algunos nombres sólo provocan risa dado su nulo posicionamiento en las encuestas-, haría falta que el CEN del PRI vaya primero definiendo lo básico: ¿realmente hay interés en ganar la minigubernatura de 2016 o ya hay un pacto con el morenovallismo para que éste mantenga el poder local a cambio de ayudar al PRI, y en concreto al candidato del presidente Peña Nieto, a frenar a Andrés Manuel López Obrador en el 2018?
(Muy, pero muy significativo fue que el mensaje político de su tercer informe Peña Nieto lo haya dedicado precisamente a alertar sobre los riesgos del populismo y la demagogia; las “salidas falsas” que justamente representa el dueño de Morena o un candidato “independiente” al estilo de “El Bronco”).
De existir un arreglo, entonces el candidato del PRI podrá ser cualquiera de aquella docena, incluso el menos competitivo, y eso daría sentido a la falta de arbitraje y sobre todo a que se esté tolerando –y hasta alentando- a tantos jugadores en la mesa.
De hecho, resulta muy curioso que hasta este momento ni siquiera se sepa si se mantendrá o no al ex gobernador de Durango Ismael Hernández Deras como delegado del Comité Ejecutivo Nacional, a pesar de las buenas cuentas entregadas en la pasada elección federal. El hueco que dejó, sin que lo llene un priísta de similares características en cuanto a combatividad electoral, se presta incluso a muy malas interpretaciones.
También es muy extraño que a la fecha no haya un solo indicio de que desde el entorno de Manlio Fabio Beltrones o del gobierno federal se esté intentando dinamitar la estupenda relación existente entre la dirigencia nacional del Partido Nueva Alianza y Casa Puebla, quienes así, sin obstáculos, siguen perfilando una nueva alianza electoral para apoyar al virtual candidato morenovallista, Tony Gali Fayad.
Como algunos columnistas ya lo han abordado, especialmente el informado periodista Ricardo Morales Sánchez, si al gobernador de Puebla le dan carta libre para reeditar en 2016 una megacoalición como la que le dio el triunfo en 2010 y 2013, entonces será una fuerte señal de que el estado de Puebla sí está negociado y de que no habrá la madre de todas las guerras entre panistas y priístas que muchos esperan.
Otro punto verdaderamente clave será, en efecto, el perfil del candidato del tricolor, es decir, ¿quién va a ser el elegido de entre la extensa, interminable, lista de apuntados?
Si es la senadora Blanca Alcalá, la mejor posicionada en todas las encuestas –empezando por las del CISEN-, entonces es que el PRI sí va a ir en serio, pero si resulta que no, entonces se fortalecerá la hipótesis de un acuerdo cupular en el contexto de la elección presidencial de 2018.
Parece entonces intencional, no producto de un descuido, el vacío que el CEN del PRI mantiene respecto a los asuntos de Puebla.
No le corren prisas, ninguna, y ni siquiera se han fijado líneas generales estratégicas a los aspirantes a la candidatura, que andan con manos sueltas.
En las diversas entrevistas de prensa que ha ofrecido, el duro, usualmente duro, Manlio Beltrones ha sido hasta respetuoso con el gobierno del estado y ni siquiera tras la aprobación de la denominada “Ley AntiBronco”, que dificultó groseramente las candidaturas ciudadanas, hizo sonar los tambores de guerra.
Sólo el tiempo dirá, claro, si estas variables se mantienen o si cambian las circunstancias o los intereses, pero lo único claro hasta ahora, fuera de toda especulación, es que el PRI nacional no quiere, o no puede, o no le importa poner orden entre sus filas en Puebla.
Y que luce muy cómodo, sospechosamente cómodo, con el circo, la maroma y el teatro que se traen los presuntos suspirantes.
De otra forma ya hubiera “bajado” a la mayoría de los que dicen que quieren aunque no pueden ni encomendándose a la Virgen de Guadalupe.
¿Será acaso que precisamente la notable ausencia de un árbitro empieza a explicar por sí mismo que el 2016 ya está arreglado y que todo será parte de una muy bien montada puesta en escena?
La duda mata.