A unos cuantos días de la jornada para elegir al dirigente del PAN, se consolida la ya de por sí extendida certeza de que a estas alturas de la contienda –la primera que convoca a todos los militantes- hay ya muy poco que hacer para revertir las tendencias de intención de voto a favor de Gustavo Madero, quien estaría ganando por dos a uno sobre su contrincante, Ernesto Cordero.
Si bien la pelea entre la familia panista terminó convirtiéndose en algo muy parecido a un pleito de cantina, con ataques por debajo de la mesa, videos de guerra sucia y acusaciones y contraacusaciones penales, lo cierto es que la polarización que dominó la campaña acabó por beneficiar a Madero, quien además luce más fuerte en lo que a final de cuentas será decisivo para inclinar la balanza: la estructura electoral.
Los integrantes del PAN ya decidieron, pero el resultado de la elección no será producto de la casualidad.
Y es que hay fuertes razones por las cuales Cordero y su equipo no lograron consolidar un proyecto ganador.
Veamos algunas:
1. Durante toda la campaña, siguieron un patrón nocivo de descalificar absolutamente todo: desde la integración de la Comisión Organizadora y la convocatoria, hasta el formato, el día y la difusión del único debate entre los dos candidatos, así como la ubicación de los centros de votación. Desacreditaron al árbitro, las reglas y hasta la cancha antes incluso del inicio del “partido”.
2. Expresaron un afán revanchista y colérico, denostando a los activos más fuertes del PAN, como senadores, diputados y gobernadores, en especial al poblano Rafael Moreno Valle, a quien primero buscaron neutralizar –sin lograrlo- y luego subieron al ring -sin medir las consecuencias-.
3. Fueron soberbios y crearon un efecto bumerang de declaraciones mediáticas fuertes, aunque sin fundamento, que les hicieron perder credibilidad de cara a la audiencia panista, que nunca dejó de verlos con desconfianza.
4. Hubo prepotencia de sus principales operadores –el de Querétaro, por ejemplo, agredió a un reportero por el simple hecho de fotografiar un mitin de Cordero con escasa asistencia- y sobre todo traiciones internas que beneficiaron a Madero con acceso a información clave de las estrategias corderistas.
5. Cordero no dejó de mostrarse incongruente ante las encuestas: descalificó a las que no le favorecían y avaló las que le dieron ventaja. A conveniencia. Quedó ridiculizado cuando Parametría, que en sus reportes iniciales lo había colocado como puntero, dijo que Madero ya estaba a la cabeza. Entonces Parametría se volvió una empresa “poco confiable”. La misma que era “estupenda” cuando lo puso a la cabeza. Patético.
6. Al panista tradicional nunca le quedaron claras las razones de la alianza corderista con una facción de El Yunque a través de Juan Manuel Oliva, un ex gobernador manchado por la corrupción de alta escuela. Con Manuel Espino se vieron las consecuencias de entregar el partido a la ultraderecha: caos absoluto. Con Cordero, con fama e imagen de débil, se repetiría la historia.
7. Cordero basó su campaña en la denuncia sobre la compra de votos, pero nunca reparó en que todos sus esfuerzos están basados precisamente en aquello que denuncia: ríos de dinero para la compra del voto de los militantes. Solo que desde la hipocresía, la doble moral y el victimismo.
8. La familia panista ya vio que el “rebelde sin causa” (Cordero) no genera confianza y mejor optará por la experiencia –con todo y sus bemoles- de un Madero que ya estuvo al frente del partido. Cordero empezó, sí, como “rebelde azul”, se transformó en “rebelde sin causa” y terminó como “chivo en cristalería”, y eso alejó a muchos indecisos que estaban por decidir su voto.
9. Cambio no es igual a Cordero, quien erró la apuesta, la estrategia, y nunca consiguió adueñarse de esa bandera. Por el contrario, Cordero representa retroceso. Y algo peor: la continuidad del ex presidente Felipe Calderón, cuya intromisión e intenciones se confirmaron a través de su esposa, Margarita Zavala, quien se sumó a Cordero en la recta final y ya como medida de desesperación. Si algo teme el panista promedio es el regreso de quien maltrató, manipuló y dilapidó el capital político del partido, el mismo que fue capaz de procurar la derrota de Josefina Vázquez Mota en 2012 con tal de salvarse él mismo. Cordero no es más de lo mismo: es lo mismo que Calderón, y Calderón es lo peor que le puede pasar al partido y, también, al presidente Enrique Peña Nieto, otro factor a favor de Madero aunque la sola idea cause urticaria a más de uno.
Sí, este arroz ya se coció.
Y por lo pronto, la última encuesta de Mendoza, Blanco y Asociados (MEBA) –realizada del 9 al 11 de mayo- señala que si hoy fuera la elección, Madero ganaría a Cordero con 20 puntos de ventaja, ocho más que en su último reporte y nueve más que el estudio del diario Reforma publicado esta misma semana.