La izquierda partidaria –el PRD- cumple 25 años de vida -un cuarto de siglo en México- como una de las principales fuerzas políticas opositoras existentes en el país. Se fundó el 5 de mayo de 1989, después de la candidatura presidencial del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, una de las dos disputas presidenciales más intensas y competidas en contra del PRI y del PAN mismo.
Fue el resultado del último proceso histórico de unidad que procesaron las diferentes vertientes de la izquierda mexicana en los años ochenta con la primera, única y verdadera escisión que se dio al interior del PRI a través de la denominada Corriente Democrática.
A pesar de que el PRD fue el embrión, se desarrolló y dio a luz de la matriz de aquellos viejos izquierdistas dogmáticos, comunistas y socialistas, en la actualidad nada queda de esos pensamientos pro marxistas, de la transformación social o de la contradicción de clases.
En su primera etapa fundacional buscó convertirse en un partido de los ciudadanos y obvio, fracasó. Es en la actualidad un instituto político como el PRI y el PAN, electorero y en la búsqueda del poder.
Décadas y décadas de esta corriente de pensamiento en el país y nunca ha logrado alcanzar la presidencia en México. Un sinfín de veces repitió que había llegado “el final del partido de Estado”, muchas veces enterró al PRI y nunca vio desfilar su cadáver. La derecha (el PAN), “su enemigo de clase”, “los herederos de la burguesía nacional” y “las fuerzas conservadoras y reaccionarias”, también los han derrotado.
Cayó el muro de Berlín y nada, en América Latina siguen ganando gobiernos de corte progresista, pero en México la izquierda sólo se acerca al poder mismo, sus errores de estrategia y táctica, más sus ambiciones políticas y caudillistas, han marcado sus derrotas.
Perdidos en el tiempo, no han logrado encontrar la vía posible para lograr el poder político; su brújula de ideas e identidad los ha desorientado demasiado, no saben qué son: izquierda social, izquierda electorera, izquierda pragmática, izquierda post moderna, izquierda “revolucionaria”, izquierda colaboracionista, izquierda reformadora o ¿qué izquierda?
Sin principios, ética y valores viven como todos los demás partidos políticos en México: en una etapa de desprestigio nacional entre la sociedad. Son corresponsables de la falta de credibilidad ante los jóvenes, nadie les cree a los políticos y sus partidos.
Son largos sus 25 años, sus días, semanas y meses para el PRD, y aún no logran quitarse el estigma de un partido dividido y violento. Los perredistas siguen mirándose ellos mismos a su propio espejo, la realidad ha dejado de importarles. Sus corrientes internas solo trabajan para obtener el control de los aparatos partidarios, pues quien logra la dirección legal de aquel partido, controla todo.
Siguen siendo un partido de corrientes, tribus y grupos que negocian todo, todo el tiempo, con todos.
Como opción ideológica entre los electores no representan nada, han dejado de ser una alternativa para los ciudadanos, sus acciones los han puesto al descubierto y en nada se diferencian actualmente del PRI o del PAN.
Año tras año vienen repitiendo lo mismo: “refundación”, “reformas internas”, “restructuración”, “unidad” y “cambios profundos”.
En el cuarto de siglo de vida de la llamada izquierda legal pocos se atreven hacer un balance, una reflexión o una autocrítica seria y de cara a la sociedad.
Son en esencia una izquierda fallida, auto complaciente, cooptada, voraz, depredadora, ambiciosa, demagoga, dividida, elitista, sin visión y sin un nuevo proyecto de país.
En sus 25 años cumplidos, el fantasma aún persiste, su principal activo electoral en el 2006 y 2012, el caudillo (AMLO), que les atrajo miles y miles de votos y que convirtió a muchos en senadores y diputados federales, abandonó el barco amarillo que le dio cobertura por años, para formar su propio partido: MORENA.
Sobre todo porque la línea y el pensamiento hegemónico que prevalecen al interior del sol azteca, son los impuestos por la corriente mayoritaria “Nueva Izquierda” de Jesús Ortega, que sostiene que una izquierda extremista y polarizante “no va a ganar porque no suma a la mayoría de la población, sólo a la parte con que es totalmente coincidente y necesitamos sumar a la mayor pluralidad posible”.
Una táctica no ensayada antes por la izquierda con el poder en turno, que hoy busca cambiar las cosas desde dentro del sistema, colaborando y pactando para impulsar reformas estructurales.
Correrse hacia el centro parece ser su apuesta, una acción con muchos riesgos, dicen, puesto que la izquierda se convierte en rehén político tanto del PRI (gobierno) como del PAN, en un sistema que parece seguir caminando por la vía del bipartidismo.
Una prueba que enfrentarán, serán los comicios intermedios federales del 2015, cuando medirán fuerzas con López Obrador y verán el grado de aceptación en que se encuentran, además comprobarán si sus acuerdos con Enrique Peña Nieto se cumplen o no.
Realmente 1988, 2006 y 2012 son los principales símbolos políticos de esta izquierda disfuncional, más el logro de 16 años de gobernar a la capital del país, además de un padrón de tres y medio millones de afiliados, más 286 de los 2 mil 456 municipios del país, así como los gobiernos en coalición en Oaxaca, Puebla, Sinaloa y otros en Guerrero, Morelos y Tabasco.
En el 2015 enfrentarán 17 procesos electorales. Y tal vez en estos 25 años de vida, alguien se apiade de ellos y les diga que el PRI nunca murió, solo se transformó y que no está dispuesto a dejar el poder otra vez.
Porque Marx nunca tuvo tanta razón como ahora.
@ALunaSilva