Después de haber repartido unos cuantos denarios a unos inspectores que se presentaron, José Gómez Wainsten, empresario judío avecindado en esta ciudad de Puebla, destruye a toda prisa, con la complacencia de autoridades federales, estatales y municipales, una vieja casona considerada como joya arquitectónica, que se localiza en la 5 Poniente 505, en pleno Centro Histórico, para edificar ahí un hotel-boutique.
El problema de todo esto es que no cuenta con los permisos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por lo que los trabajos de “remodelación” no van apegados a ninguna norma federal, más que al capricho y conveniencia de este sujeto sin escrúpulos que al parecer adquirió el inmueble timando a un empresario radicado en el Distrito Federal, de nombre Jaime Rosenthal, al que hizo su socio.
Debido a las artimañas de Gómez Wainsten, tan sólo en la operación de compra le pudo birlar a su socio la cantidad de 2 millones y medio de pesos, pues aunque recibió la totalidad del dinero para este proyecto, nunca pagó los permisos ante el INAH y tampoco tiene dados de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) a los albañiles que trabajan en esta obra, con lo cual este dinero se lo está ahorrando y de esa manera sus ganancias se multiplican.
Sin embargo, pese a las operaciones comerciales fraudulentas que en su momento darán lugar a juicios y trámites judiciales, por el momento el daño se estima irreversible dado el avance de los trabajos de “remodelación” del inmueble.
Y es que ya se ha modificado radicalmente por dentro toda la construcción, es decir, sin sujetarse a las normas de conservación por ser un edificio enclavado en el perímetro de una zona considerada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Hace unos días se supo que para edificar un teleférico, el gobierno del estado demolió la casa del pintor José Márquez Figueroa, fundador del Barrio del Artista, que formaba parte de los bienes culturales e históricos de esta ciudad y que por ello estaba protegida por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas e Históricas.
Como se ve, este no es el único caso donde los depredadores hacen de las suyas, a la luz del día y con total impunidad debido a las graves omisiones y complicidades de las autoridades del INAH, vergonzosamente incapaces de cumplir con su trabajo.